sábado, 8 de agosto de 2015

Garzón, reo de la justicia


Llevo varios días leyendo cosas de Baltasar Garzón, tantas que apenas le distingo del malvado Moriarty, aquel rufián que oso desafiar el talento de Sherlock.
Me ha llamado la atención en los diversos artículos que he leído sobre Garzón, y su trabajo para el pérfido banco andorrano al que asesoró, la fuerza que toma la irrelevancia y el prejuicio cuando una parte de la prensa aborda al personaje.


Garzón, que quizá se acierto que ha perdido el norte desde su salida de la judicatura (si no antes), ha abandonado ya todo interés por los desmentidos y las justificaciones, en una carrera sin frenos hacía la desidia hacia si mismo y hacia la visión que el ciudadano tiene de su vida.

Cuando le echaron de la carrera judicial se saltó la ley, esta claro, pues así lo ha determinado una parte del pensamiento escrito. O, es una victima, porque la denuncia parte de la falange encarnada en sindicato (manos limpias).

Ahora sabemos que asesora a mafiosos y defiende a defraudadores. Tambien está claro, el juicio está hecho. Sin embargo, ofrecer una información ajena a prejuicios no debería ser complicado. Ya sabemos que para el periodista es difícil separar al escribir los hechos de sus sentimientos y anhelos, pero debe buscar todas las aristas del problema tratado, ir más allá de lo evidente y rebuscar en la noticia aspectos que faciliten su comprensión y ayuden a la reflexión del lector.

No veo tan claro que sea correcto mover el foco, olvidarse del tema, y centrarse, con el cuchillo entre los dientes, en otros aspectos, destacados, pero tangenciales. Vamos irse por las ramas como yo estoy haciendo en este momento.

Un ejemplo fue en su momento la figura del juez Luciano Varela, cuya actuación, una parte de la prensa, ha tildado de desatino, en la más suave de las valoraciones. Poner en cuestión al juez que juzga al juez, es un buen titular que, además, condiciona, en una primera frase toda la historia y libra al acusado real de toda culpa.

Vicente Romero ponía sobre la mesa en su blog, que lo ocurrido con Garzón es un reflejo de una realidad más profunda y lacerante la inadecuación de los criterios de selección de los miembros del Tribunal Supremo, a tenor de cómo era la sociedad española actual y yo añado que también la incorrección de dejar ciertos medios de comunicación de masas en las manos de directores de medios claramente manipulados y sin ética profesional.

Lo que es tanto como decir que la estructura del Tribunal Supremo y de los medios de comunicación deben sufrir una profunda transformación, esa que no se abordó en su día (en el primer caso), en la transición del franquismo a la democracia. Y es cierto, la mitad de nuestros malos provienen de una transición política tan modélica, a decir de los que la hicieron, como incompleta y chapucera, basada en el españolísimo “dejar para mañana y meter bajo la alfombra”.

Posiblemente en España hay aun mucha transición pendiente. Muchas estructuras del poder más propias del siglo XIX y XX, muchos elementos de la vida política totalmente obsoletos que requieren una profunda reforma.

Ese cambo de las reglas de juego es tanto como manipular la partida para conseguir ganar yo. Lo extraño es que esta reflexiones sobre la pobreza moral y material de nuestra justicia y nuestro periodismo no se hagan cada vez que se nombra un nuevo dirigente de esos ámbitos. Y algunos casos recientes han sido gloriosos.

Lo cierto es que la primera impresión que podría llevarse un ciudadano formado de este caso es que el juez de la memoria histórica se ve sometido a la fría venganza de unas organizaciones políticas que ayudaron, realizaron o justificaron, en otros tiempos, los crímenes que intentó juzgar Garzón. Tan cierto como que el juez de garzón,Varela, tan errático él en lo ideológicos (arranco en el Opus y termino en los brazos de De la Vega, pasando por el diván del maoísmo) intentaron despejar el camino al partido popular, cuya trama Gurtel pendía en gran parte de los trabajos de Don Baltasar. Tan cierto como prestigiosos juristas consideran el juicio a Garzón erróneo

Todo ello, con ser muy trascendente, no debería hacernos perder la perspectiva real de los acontecimientos. Garzón es un ciudadano, sujeto a la ley como cualquier otro. Más incluso entonces por el cargo que ostentaba. No debemos confundir en este caso nuestras simpatías y fobias personales o ideologicas con el análisis frío y medido de los hechos que se juzgan y valoran. La moral, religiosa o natural, no esta detrás de las actuaciones de un juez o de cualquier otro servidor del estado. El bien y el mal no es subjetivo ni coyuntural, es la ley que escrita por todos, debemos defender entre todos.

Yo, como muchos españoles, entendemos imprescindible rescatar el recuerdo, y limpio, de aquellas personas, los represaliados por el franquismo, que encuentran su indignidad en la mancha de su honra por delitos que no son tales, como pensar o ser libre, y en el abandono de sus huesos en cualquier esquina, como si de objetos viejos o repudiados se tratase. Pero eso no debe permitir a un juez erigirse en héroe salvífico, por encima de la ley, lo que abriría una espuerta peligrosa, por la que nuevos francos y primos de rivera tendrían camino libre hasta nuestra libertad.

Los jueces deben de interpretar las leyes de conformidad con los criterios vigentes en el ordenamiento jurídico vigente, ni siquiera, que es muy común en este país, con la mentalidad, voluble y cambiante, de la prensa y la sociedad.

Creo que hace años perdimos a un juez que se había distinguido por una sensibilidad extrema en defensa de la dignidad y la libertad del hombre. Quizá al defenestrarle alguien pensó que cerrábamos  la puerta a un estado arbitrario donde cada uno actúa como su conciencia personal le dicta. Creo que solo destruimos a un hombre, que desde entonces vagabundea en lo moral. Creo que destruimos entonces las esperanzas de quienes tan solo querían enterrar a sus muertos, envueltos en un sudario de justicia.


Imagen oaxacatrespuntocero.com

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