domingo, 28 de diciembre de 2008

Cuando hay partido

Hubo tiempos en que la navidad gozo de cierta prosapia. Tiempos en los que odiar, pensar al revés o, lo que es peor, no hacerlo, encontraba tregua y quedaba a desmano en estos días, a modo de ensayo general de las aspiraciones, casi siempre pronto arruinadas, que para el nuevo tiempo solar todos dibujamos. El domingo me di de bruces con lo evidente, la navidad no es más que un cuento de Dickens, y el resto del año, una trola.


Imaginaros, un domingo de diciembre en Santander. Una señora estaciona junto al Arenal, en pleno centro de Santander, entre Lealtad e Isabel II. Pone las luces, sale del coche y entra presta en uno de los portales a fin de recoger a su madre, un pelin mayor, y llevarla a su casa a comer. Cuando minutos después reaparece en el portal con la ancestra se topa con los horcos. La grúa tiene ya engullido medio coche. La señora protesta, reclama, explica, ruega, implora y suplica. Pero es la ley. El coche se va, la señora se queda.
Esa misma tarde hemos quedado en casa de Mara para jugar a la play y echar unas risas. Hemos cogido el bus que va a Brisas, porque Mara vive en Feygon. Desde Correos 56 minutos. De vellón. Y no hemos pinchado, ni es que el conductor nos ha dejado en mitad de la vía pública para irse a merendar o llevar a sus deudos al cine. ¿Que va!. Aunque tampoco me cogeria de susto. Hay partido. Punto final. Cuando hay partido la vida se para, la ciudad se detiene, el centro evacua y el Sardinero entra en plenitud … de coches. Desde Plaza de Italia avanzar es como abrirse paso en la Amazonia. Los coches cuelgan hasta de las farolas. Según llegas a García Lago, encuentras coches estacionados sobre la línea que separa los carriles, sobre las glorietas, sobre las aceras. Incluso algunos están estacionados en los lugares habilitados a tal fin. Los menos, pero los hay. Así que el autobús apenas cabe en lo que queda de calzada, no puede dar la vuelta en las glorietas, no tiene espacio en sus paradas. Carriles enteros de la s-20 han desaparecido. La glorieta de los Agustinos es intransitable y la grande de llegada al sardinero desde la s-20, la del centro de salud, apenas se ve. Es un mar de coches. Pero no hay grúa. No hay policías, ni siquiera para ordenar un poco el desorden y evitar que la invasión de la carretera llegue al absurdo. Ni siquiera para vigilar que un autobús quede atascado en mitad de la carretera o que un conductor poco experto se la pegue ante la falta de visibilidad. Y no hablo en hipótesis. Simplemente la autoridad ha desaparecido. La ley ha claudicado al caos, o lo que es peor, lo alienta o lo asume condescendiente, como necesario. Claro que aquí no se trata del grave delito de aparcar un domingo en una calle sin transito durante diez minutos, sino de anular toda una vía durante horas. Pero el amo de la ley lo es del negocio, del campo y de la atontadera del fútbol. Llegada la pasión, lo de fomentar el transporte público, lo de proteger los derechos de los ciudadanos, incluso los de los no futboleros, lo de amparar los de los contribuyentes pagadores de un vado, invisible en esas horas, se esfuma, desaparece.

Los días previos a la navidad el de historia se deshacía en clase en loas a Rousseau. El poder del pueblo, la soberanía, la primacía de la ley, la supeditación del estado al individuo, el dominio de la razón y el bien común, la supremacía del interés ciudadano sobre los intereses particulares. La sociedad civil sobre el caos de los estados de naturaleza. Aquella tarde lo comprendí todo. Mi profesor de historia se droga. O es tonto.

1 comentario:

Mª Ángeles dijo...

Es verdad, cuando hay futbol parece que todo el mundo se paraliza y la gente se pega al televisor. A mí no me gusta, pero a veces me he encontrado con situaciones como la que muy sabiamente narras.
Saludos y felices fiestas

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