Es
irrelevante la hora, el grupo, el lugar o el orador, aunque este claro para
casi todos. Es ocioso hablar de en que parte de España estemos y cuales son los
nombres de quienes vemos. Siempre nos encontraremos con piernas cruzadas y
brazos cruzados, en actitud de escucha. Sería bonito guardar las sillas,
desmontar las mesas y usar el suelo para algo más que depositar sueños. Quizá
llegue un día en que las aulas no tengan muebles, en que la voz que se escuche
sea un coro y en el que la cabeza no repose lánguidamente en los brazos, si no
que, como todo nuestro ser, simplemente esté en movimiento.
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