viernes, 17 de febrero de 2017

El país de los emigrantes



Durante quince años, el programa de prensa escuela "El país de los Estudiantes" nos ha ayudado a crecer, a madurar y a aprender. Un proyecto que ha sido partícipe de la formación de muchos jóvenes que hoy, curiosamente, devuelven todo lo aprendido, en otras sociedades, en otros países.

Habían pasado ya doce años, y nos pareció el momento para contar nuestra aventura. Doce años en los que proyectos como eolapaz o El País de los Estudiantes nos han dado la oportunidad de aprender, de arriesgar, de conocer y de participar en el mundo que nos rodea. Habíamos cambiado la fría mesa del aula por un autobús o un tren, el bolígrafo y el cuaderno, por una cámara o una grabadora, a nuestro profesor de siempre por ciudadanos de muchos rincones de España. El viaje cotidiano al aula se había transformado en un viaje por la vida, cada año distinto, cada vez más intenso.

Joaquín Ruiz, el director del documental que pretendíamos grabar sobre nuestra historia, era un antiguo compañero que no había podido vivir en sus años el EPE, pero que en los siguientes había visto en sus caras la ilusión de aquellos escolares. Lo primero que nos pidió era una lista con aquellos 250 jóvenes que habían protagonizado la aventura de “el periódico”. Pero el problema es que muchos se habían ido, o les habían echado, no sabemos bien.

El primer equipo contaba con un líder claro, el jefe de maquetación, Pablo Fernández Herbosa. Ingeniero de Obras Públicas, Pablo, un alumno estudioso y formal, había descubierto en aquel concurso su lado más indómito. Tras acabar la carrera brillantemente y haber entrado en la final del primer EPE (en la que los lectores votaban a los ganadores) Pablo se dio de bruces con la realidad. Nadie necesitaba en su país a un ingeniero joven lleno de ideas. Echó tantos curriculums que se salieron de España, y solo fuera de ella encontró respuesta. Hoy está en Dallas, construyendo carreteras y enseñando por esos lares cuanto aprendió en España, y dándonos ánimos. Los mismos que nos ha transmitido Esther Ceballos Luengas, la primera de una familia de periodistas de eolapaz. Con un expediente excelente en bachillerato y en la Escuela de Traductores de Granada, pronto descubrió que la cara formación que había recibido en la universidad española no se iba a revertir en su país. “En 2007 era más fácil conseguir un erasmus, y me fui. Desde mi primer día en Lovaina me di cuenta que en España me esperaba un largo peregrinar por becas de colaboración, con suerte, mientras que en Europa, a una joven con formación se la abrían muchas puertas. Un año después me hicieron una oferta en Francia. He intentado volver, pero la máxima aspiración sería vivir en precario y con perores condiciones laborales”.




Esther se había ido el mismo año en que empezaba su carrera Luís Díaz Díaz, un reservado redactor de eolapaz de ese año que había descubierto el mundo en aquella redacción, sacando a la luz su lado más crítico y brillante. “Aquella mañana en que me dejaron en la estación de tren mis compañeros yo solo me preguntaba que hacía allí, solo, camino de Madrid”. Cuando aquella tarde Luís entrevistó en su despacho del ministerio de industria a José Montilla, los nervios desaparecieron. Cuando todo terminó, aquel muchacho inquisitivo y creativo, regresó a Madrid para así obtener la doble licenciatura de derecho y económicas. Pero, tras acabar, le esperaba una España en recesión. En sus tiempos de escuela, al teclado de un ordenador de la redacción de eolapaz, había aprendido a volcar su ilusión en un proyecto, a oir “no” y no rendirse, a trabajar en simbiosis y a ser distinto, innovador. Pero ni la palabra mágica de este siglo, “emprendedor”, le había servido. Tanto esfuerzo, tanta preparación, tantas experiencias, servía ahora para poco. Ni trabajo, ni ayuda estatal, ni créditos. Sus ideas y su valía no servían. E hizo exactamente lo que había aprendido, coger una maleta, creer en si mismo e iniciar una aventura, como cuando montó en aquel tren, con tan solo 17 años, para hablar con un ministro. Ahora el lugar era otro, Perú, pero el espíritu el mismo.

Allí, en una sociedad más receptiva a gente que aporte riqueza, fundaría en pocos meses, con Richard y Sergio, Agoindustrial Valle Verde, una importante empresa agroalimentaria en San Isidro, de la que es gerente. Algunas semanas se acerca a Miraflores, a la casa de Gonzalo Calle, el jefe de deportes de eolapaz y del EPE 2008, economista y miembro de la selección española junior de surf, que aprovechó una beca del Banco de Santander para terminar sus estudios en la Universidad de Lima. Hoy trabaja en un banco internacional de inversión.
Juntos, frente a una playa del Pacífico, hay tardes, tras el trabajo, en que recuerdan aquellos años inquietos de colegio en los que iniciaron una aventura, la de crear un periódico. Ahora sueñan con iniciar otra, la de volver a casa.



Imagen Gonzalo Calle

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