Probablemente ese cambio de clima, que ahora nos inquieta a algunos, comenzó mucho antes de que arrancará el primer motor, antes de que escupiera ácido la primera fabrica, antes aún de que alguien pinchara la tierra y la vaciara de petróleo.
Quizá la agonía del planeta comenzó la primera vez que alguien desprecio un ser vivo y creyó que su muerte carecería de importancia. Ahora lo llamamos acabar con la biodiversidad, siempre ha sido matar lo diferente, eliminar lo distinto, devastar lo singular. Una mezcla muy humana de miedo y desprecio, de autosuficiencia y de ignorancia. Porque hay que ser muy ignorante para no percatarse de que somos tan insignificantes y limitados que sólo en grupo, bien arrimados a lo diverso, tenga plumas, escamas o piel humana, somos capaces de sobrevivir, y que esa existencia merezca la pena. Ahora intentamos soluciones desesperadas, fiando nuestra suerte al dinero y la tecnología, sin percatarnos de que la destrucción anida en nuestra alma, y mientras no la cambiemos, proteger la vida será como plantar tortugas y esperar que nuestro poder, en solitario, lo logre.
Quizá la agonía del planeta comenzó la primera vez que alguien desprecio un ser vivo y creyó que su muerte carecería de importancia. Ahora lo llamamos acabar con la biodiversidad, siempre ha sido matar lo diferente, eliminar lo distinto, devastar lo singular. Una mezcla muy humana de miedo y desprecio, de autosuficiencia y de ignorancia. Porque hay que ser muy ignorante para no percatarse de que somos tan insignificantes y limitados que sólo en grupo, bien arrimados a lo diverso, tenga plumas, escamas o piel humana, somos capaces de sobrevivir, y que esa existencia merezca la pena. Ahora intentamos soluciones desesperadas, fiando nuestra suerte al dinero y la tecnología, sin percatarnos de que la destrucción anida en nuestra alma, y mientras no la cambiemos, proteger la vida será como plantar tortugas y esperar que nuestro poder, en solitario, lo logre.
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