¡Manuel! Es
la voz de Susana, una de las psicólogas más apreciadas del, para todos,
infanto-juvenil, el servicio de salud mental para niños y jóvenes de la Seguridad Social
en Torrelavega.
¡Manuel!,
sigue llamándole Susana. Su madre se acerca y hace ver al niño que deben pasar
a la consulta, pero Manuel sigue distraído con su abrigo. Susana se acerca a
él, se pone en cuclillas. le acaricia, le susurra y ofreciéndole su mano
consigue que Manuel entre en el despacho. Es una de tantas visitas, a sus 12
años, desde que su madre descubrió, bien pequeño, que algo no iba bien.
Cuando
Manuel comenzó su vida escolar, con tres años, su tutora descubrió pronto lo
mismo que su madre intuía, Manuel no manifestaba la habilidad habitual en un
niño para experimentar emociones, formar relaciones y aprender. El mundo de un
niño a estas edades es muy pequeño y eso facilita la interacción y la sensación
de protección en él, pero Manuel no experimentaba ninguna de esas cosas.
Estamos
acostumbrados a pensar que los niños, más aún que los adultos, son
extremadamente sensibles al entorno y a sus cambios, sufriendo, más quizá que
nadie una situación de violencia, el alcoholismo de su madre, abusos sexuales o
malos tratos gravísimos, pero los problemas no son a veces tan obvios. “Seis de
cada diez niños atendidos en los servicios de salud mental no sufren
situaciones tan traumáticas, son fruto de un entorno social cada vez más
competitivo y hostil o sufren las consecuencias de un trastorno biológico,
falta de litio o dificultades en la asimilación de neurotransmisores como la
dopamina o la serotonina, por motivos que abarcan desde la genética hasta la
alimentación”, nos comenta la doctora Revuelta, psiquiatra infantil. Ella,
junto a terapeutas y los pediatras forman un equipo sumamente integrado y
cómplice que trabaja intensamente con los niños y con las familias. Curan con
las palabras, el cariño, la escucha y con pautas claras de relación del niño
con su entorno, que debe entender la familia y hacerlas suyas sin excusas para
que el niño pueda crecer, cambiar y ser feliz. Es la psicoterapia, la última
esperanza de muchos niños antes de entrar en la cárcel de la medicación de la
que, con intervalos en su vida, muchos no saldrán. “Un 25% de los casos
diagnosticadas recidivaran a lo largo de su vida, porque no serán capaces de
afrontar los retos que la vida les va a plantear, ese es el drama”.
Dos puertas
más allá se entretiene con su móvil David. Tiene 16 años, vivía en un entorno
normal, donde crecía bajo la protección de una familia que le quería. El paro
de su madre y una profunda depresión de su padre desató el problema. Un
conflicto con un profesor en uno de esos días en los que un adolescente no se
aguanta a si mismo desató la crisis en el colegio. Luego vino la soledad, más
tarde la desesperación, luego un porro, y después otro y al final la expulsión
del centro por descubrirle con otro en una excursión del colegio.
Ahora está
más tranquilo, pero es un perfil de riesgo, pasará mucho tiempo hasta que todo
sea normal. Su primera frase siempre es la misma cuando habla con Susana: “¿Qué
tal ves a mi padre?, ¿está mejor verdad?”. Es su única preocupación, su mayor
desasosiego. Esas situaciones familiares suelen ser el detonante de los
llamados casos de cuadros ansioso-depresivos, cuadros que engordan en la cabeza
de un adolescente entre la incomprensión de los entornos escolares,
obsesionados por las normas y mantener tranquilo el gallinero.
Y aquí
surge otra parte del problema. Sensibilidades a parte, ni los profesores tienen
el tiempo y la formación necesaria para atender estos casos, ni los
departamentos de orientación tienen horas para abarcar todo: alumnos con NEE
(necesidades educativas especiales), atender TDAH, actividades de orientación,
refuerzos educativos, compensatoria, programas de igualdad… En esa vorágine de
los centros, un niño que sufre, o que se escapa de la realidad no siempre es
detectado y no siempre puede encontrar ayuda. Lo más evidente es la consecuencia,
la agresividad, el porro, el vodka, la falta de rendimiento o esa vida
precaria, con la mente siempre en otra parte, lo más difícil dar una respuesta.
En ello colaboran organizaciones como ASCASAM, que a través de su programa
"#Descubre" trabaja con los colegios que lo solicitan para eliminar
barreras, crear un clima favorable y luchar contra los estigmas de estas
problemáticas. Y todo ello en un ambiente donde redes y nuevas tecnologías se
han convertido en un problema añadido y creciente. “Un día un niño o una niña
comienzan a estar tristes, sienten una ansiedad creciente y pierden la
capacidad de ilusionarse. Una causa, seguro, que está detrás”, nos explican.
Pero los
equipos de salud mental, en ocasiones deben acudir al rescate de problemas que
pueden parecernos más inverosímiles. Uno de cada tres casos de depresión
adolescente diagnosticado están asociados a un problema intestinal, ese
laboratorio de fabricación de neurotransmisores fácil de alterar por el estrés,
la alimentación o las malas posturas.
Mientras
hablamos con la doctora Revuelta, Manuel ha salido de la consulta y se encamina
a la salida con sus padres, no suelta la mano de su madre mientras con la otra
se despide de Susana, está más tranquilo y más centrado, pero ha dejado su abrigo
sobre la larga fila de asientos en los que esperó. Izan suelta la grabadora,
toma el abrigo y va tras él para devolvérselo. Hoy ha estado a punto de perder
su abrigo, de todos depende que no deje en el camino su vida.
Imagen
Lucas Criado
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