Es la
historia de una mujer en un mundo de hombres. En un momento en que la población
femenina no estaba representada en los ejércitos, Nicole Girard-Mangin era la
única doctora asignada al frente de la Primera Guerra
Mundial, y más particularmente a la de Verdún
Nacida en
París el 11 de octubre de 1878 en una familia burguesa, Nicole Girard-Mangin
pasó su infancia en el pueblo de Véry, en el Mosa. A los 18 años, se graduó en
París con un título en ciencias naturales, diploma que la permitiría comenzar
sus estudios de medicina y ser admitida tres años después en la escuela diurna
de los hospitales de París.
En 1899,
conoció a André Girard, un comerciante de vino de champán, con quien se casó y
tuvo un hijo. El amor la hizo suspender sus estudios para trabajar junto a su
marido, aunque las infidelidades de este pusieron fin a su unión en 1903.
Su fracaso
posiblemente la empujó más hacia la ciencia, retomando sus estudios de medicina
y escribiendo una pionera tesis sobre toxinas cancerígenas. En 1910, siendo una
médico destacada representaría a Francia en el Congreso de Viena, tras lo que
iniciaría una de sus grandes pasiones, la investigación sobre el cáncer y la
tuberculosis.
Nicole
Girard-Mangin reanudó sus estudios de medicina y en 1906 defendió su tesis
titulada Les venecies cancéreux , publicada en 1909. Profesora libre en la Sorbona , ganó notoriedad
gracias a su trabajo sobre profilaxis antituberculosa y rápidamente se
convirtió en una referencia en tuberculosis y enfermedades pulmonares.
Cuando
estalló el conflicto franco-alemán en 1914, ella se ofreció como voluntaria,
siendo rechazada por su condición de mujer. Pero, giros del destino, un error
en la anotación de su nombre como doctora de la Asistencia Pública
y miembro del Comité de asistencia a los soldados heridos, hizo que el ejército
francés la movilizase. Cuando el error se descubrió, Nicole ya estaba en el
terrible hospital de Bourbonne-les-Bains, en los Vosgos. Su situación, pese a
ser mujer, se regularizaría rápidamente ante la evidencia: el ejército francés
carecía de personal médico. Su valor y profesionalidad la fueron haciendo ganar
el respeto de sus colegas, hasta ser asignada al Hospital Glorieux, en el área
"tranquila" de Verdun, donde trataba a pacientes con tifus y
pacientes no transportables. Nicole Girard-Mangin se convertía, así, en la
única doctora asignada al frente de la Primera Guerra
Mundial, y más particularmente al de Verdun.
Allí, entre
heridos, en muchos casos terminales, Nicole viviría otro calvario. La
impenitente presencia de su fiel perro Dum revelaba el menosprecio y los
intentos de abuso de oficiales y jefes en un mundo, que en 1916, había dejado
de ser humano.
Cuando los
alemanes desataron el infierno sobre Verdun Girard-Mangin se negó a evacuar el
área, ante su negativa a abandonar a sus soldados. Un proyectil se alojaría
bajo su oreja derecha dejando para siempre una marca indeleble de su coraje y
sufrimiento.
La batalla
duraría meses. Meses en los cuales Nicole recorría el campo de batalla en una
vieja camioneta para prestar los primeros auxilios, tras lo que volvía al
hospital de Vaudelaincourt (Meuse) para practicar la cirugía.
Pese a
todas las penalidades, que iban haciendo mella en su cada vez más frágil salud
mental, las autoridades militares comenzaron a reconocer su trabajo cuando en
1917 promovieron a Nicole al rango de capitán y le ofrecieron la dirección de
la escuela de hospital Édith-Cavell de París.
En los
siguientes años Nicole combinó su trabajo de cirujana con la formación de
enfermeras, en la primera escuela francesa oficial de enfermeria. Es entonces
cuando entra en contacto con Elizabeth Graham y comienza a colaborar con la Cruz Roja Americana en
la lucha contra la tuberculosis. Incansable en su deseo de ser útil, Nicole
participará en la creación de la
Unión de Mujeres Francesas y participara en la creación de la
liga contra el cáncer de ese país.
Pero es
mujer, y ha demostrado un valor superior al de muchos hombres, lo cual abre
heridas. Cuando la paz llegue, Francia no se acordará de ella. La primera mujer
médico en un frente de guerra, capitán del ejército de Francia nunca recibirá
condecoración alguna ni honores.
No está
claro su final. Quizá fue el dolor de su existencia, quizá el rechazo por su
condición de mujer o quizá, como explica su biógrafo Jean-Jacques Schneider, el
descubrimiento de un cáncer incurable la llevara a su final. Acababa de cumplir
41 años, cuando Nicole decidió que su vida era demasiado insoportable. Una
sobredosis de medicamentos acabará con su vida. Quizá fue el dolor que quiso
evitar siempre en otros lo que marcó su final. Quizá algo tan aparentemente
simple como la incomprensión.
Quizá sea
tarde para reconocer a una mujer valiente, intrépida y pionera. Sirvan estas
líneas para entregarla en nuestro nombre esa medalla que la vida siempre la
negó.
Ilustración Mercedes Gil
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