Esta semana
la localidad cántabra de Santoña ha sido noticia en la prensa por el varamiento
de una ballena con 26 kilos de plástico en su estómago. 26. Y es que eso de la
conciencia medioambiental es un poco relativo. (Casi)Todos conocemos que el
vertido indiscriminado al mar y a nuestros ríos de productos no degradables es
un problema de grandes proporciones, hasta el punto de que no son pocos los
científicos que alertan del envenenamiento masivo de la humanidad por el
consumo de pescado lleno hasta las trancas de microplásticos.
Este y
otros argumentos de igual peso llevaron en 2012 a Aralar, una empresa
papelera y familiar de Guipúzcoa, de las de toda la vida, a comenzar a
investigar sobre productos desechables totalmente biodegradables. “Nuestra
firma trabaja desde hace tiempo con fabricantes internacionales que nos
trasladaron su preocupación sobre productos no degradables que están en el
origen de importante problemas económicos, como el atasco de tuberías, máquinas
de bombeo, colectores, redes de saneamiento y la contaminación de ríos y zonas
litorales”, explica Senén Amunárriz, director general de la empresa y tercera
generación de esta familia de papeleros vascos que comenzaron su actividad en
1935.
“El reto ha
estado siempre en dos aspectos, lograr una fibra firme y a la vez totalmente
soluble en agua y conseguir costuras en los tejidos totalmente desintegrables”.
Tras varios
años de estudios la firma vasca logró en 2014 un primer producto que prometía
solucionar todos esos problemas y dar respuesta a sus clientes. Se trataba de
Araflush, un producto totalmente innovador en ese momento (hoy ya en
fabricación en otros lugares) que permitía ligar la pasta del papel sin emplear
componentes químicos , siguiendo la técnica llamada de “tejido no tejido” que
Aralar ya emplea en la ropa de quirófano, por ejemplo, que ellos también
fabrican. El resultado es un papel húmedo ligeramente más grueso que el normal,
cosido con un chorro de agua de 600 bares de presión, que es la “aguja” del
proceso de hilado.
El producto
ha abierto, desde entonces un campo de trabajo amplísimo, con la elaboración de
multitud de productos como toallitas húmedas de aseo personal, toallitas para
bebés, desmaquilladores o toallitas de higiene íntima, en todos los casos sin
componentes químicos lo que hace que tras su uso y al contacto con el agua se
conviertan solo en partículas de celulosa, con menos impacto que el papel
higiénico.
Pero Aralar
ha decidido no detenerse ahí. La fabricante de derivados de papel tan novedosos
y ecológicos como el “flexi-coat”, los siliconados, laminados o hidroenredados
con múltiples aplicaciones, debe enfrentarse a la necesidad de mejorar su
araflush (con múltiples competidores), reducir sus costes y abrirle a un
mercado nacional, que al contrario del internacional se muestra reacio a estas
genialidades.
Desde 2014
Aralar ha buscado en la industria química nacional un socio estratégico del que
obtener viscosa y poliéster y una ayuda para penetrar en este mercado, señala
la responsable de comunicación Idoia Imaz.
Y, curiosidades
de la vida, Aralar ha encontrado ese socio en Sniace. La situación no deja de
ser chocante porque Aralar, la imagen de la innovación, ha encontrado su socio
ideal en la imagen de la decadencia. Y es que Sniace, con varias factorías
químicas en la ciudad de Torrelavega, ha permanecido varios años cerradas,
presentando un alto nivel de deterioro en sus instalaciones. Sin embargo Aralar
ha visto otras oportunidades. Sniace fue en su momento uno de los grandes
fabricantes internacionales de viscosa, poliamida y poliéster, así como fibras
especializadas en tecnología ignífuga, por ejemplo. Hoy Sniace se encuentra en
un complicado proceso de reapertura, apoyado en la mejora de los precios y
demanda internacional de la fibra, inmersa en la recuperación de parte de su
experimentada plantilla y en la puesta en marcha de plantas como la Celtech , que ya elabora
3000 toneladas de producto, así como lanzada a la recuperación de su cartera de
clientes. Sinergias todas que parece han atraído a Aralar, situada a menos de 200 kilómetros de la
firma torrelaveguense y que podrán ser ampliables a otros socios de Sniace.
Con todo,
según nos explican representantes sindicales de la firma cántabra, quizá uno de
los mayores obstáculos del proyecto no se encuentre en la tecnología ni en la
estructura empresarial para acabar con los atascos de las toallitas, si no en
la ley.
Y es que
todo este esfuerzo choca con una inexistente legislación española sobre el
tema, de manera que los tejidos degradables carecen, a día de hoy, de toda
protección o ventaja en el mercado frente a los más tradicionales, baratos y
contaminantes. Pero no entendáis esto como una crítica a nuestro país, que lo
es, pues fuera el panorama es igual de desolador.
La
esperanza para Aralar-Sniace se encuentra en la cada vez mayor conciencia
ciudadana que creará una presión sobre la oferta, y en la creación de la
llamada Asociación Española de Aguas de Saneamiento, de la que forma parte
Aralar, como impulsora de un reconocimiento legal y una mayor concienciación
ciudadana a los beneficios de que las toallitas se deshagan.
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