La
dramática situación del mercado de trabajo está potenciando alternativas de
empleo. La economía social, el empleo por cuenta propia de toda la vida, es una
de las más valoradas. Una forma de empleo en que trabajador, emprendedor y
capitalista se funden.
Alentados
por directivas europeas, los gobiernos autonómicos han desarrollado estrategias
para impulsar estas iniciativas, reflejadas en Cantabria en Cantabria en el
decreto de ayudas y avales al emprendimiento de 3 de enero de este año, que
mantiene la continuidad de los programas iniciados en 2005.
En el
ámbito privado, organizaciones como Asepyme o La Asociación de Jóvenes
Empresarios están ofreciendo asesoramiento y ayuda para ponerse en marcha a las
nuevas empresas, como nos aseguran sus responsables en Cantabria Jesús Pereda y
Carlos Carrasco, respectivamente.
Gracias a
unos y otros, en España se han creado en el último año 35.946 sociedades de
economía social, 197 de ellas en Cantabria. Pero la pasión por la economía
social no debe cegarnos en sus problemas. No son necesariamente sociedades
laboralmente más flexibles y adaptadas. La forma de responsabilidad con que se
constituyen obliga a sus miembros a una dedicación extrema, que es lo que en
España se llama flexibilidad. Pero los problemas de los emprendedores no
desaparecen al cambiar su nombre. Los problemas de financiación, cobro y
formación persisten como en todo el tejido productivo.
Si el
proyecto es on line los recursos tecnológicos son esenciales. Muchos
emprendedores los desconocen, como la existencia de los tech angels un partner
tecnológico que te puede dar las herramientas para arrancar o crear valor, a
cambio de una participación o de un pago, generalmente más bajo que en el
mercado.
“Apoyos
como ese o el de los bussines angels no son parte de una cultura emprendedora
que se transmita en la escuela, por más que haya una asignatura con ese
nombre”, nos explica Ángeles Llera, responsable de apoyo a proyectos de turismo
rural de la
Escuelade Turismo de la Universidad de
Cantabria. Hay regiones como Asturias donde proyectos de educación para
emprendedores, como Valnalon, o bioincubadoras como la del CEEI funcionan, pero
son la excepción.
Pero con
todo, el reto es conseguir dinero. Algunos gobiernos dan avales y algunas
fundaciones, como Attac, ideas alternativas. Pero los bancos no dan nada. Ante
ello, la palabra mágica se llama Crowdfunding. Conseguir que una multitud,
anónima o no, te de pequeñas cantidades, ante la promesa de una devolución
futura, un ejemplar de tu libro, un vale de compra, la aparición en los
créditos de una película, una pequeña participación, o el placer de ser
generoso.
Aunque el
fenómeno es reciente en España, no solo ya hay plataformas para ello, sino que
algunas están muy especializadas, caso de “Lanzános”, dedicada al
emprendimiento cultural.
Claro que
todo disco tiene su cara B. A más de un emprendedor recaudar donaciones
altruistas, sin consulta previa, le ha traído un buen disgusto con Hacienda. A
otros, el trueque dinero-participación le han llevado a un laberinto de
notarios, papeles y juntas ingobernables. Por muy positivo que sea el concepto,
es preciso darle su dimensión real. Sabemos de los éxitos del sistema, pero no
de los fracasos, que son muchos. En parte porque los medios han permitido ver
un sistema que en su novedad ha ayudado a muchos emprendedores. Pero la perdida
de novedad y la inseguridad jurídica del sistema están dejando huérfanos a los
que en una segunda oleada habían puesto en él su esperanza. Y un ejemplo es la
película “El cosmonauta”, pocos han podido repetir su éxito.
Pese a
todo, muchos emprendedores ven en este sistema la única salida para iniciar su
aventura. Bien sea creando una pasarela en su web (lo que implica una comisión
bancaria del 5%) o buscando la ayuda de portales como Verkami, una idea del
biólogo catalán Joan Sala y sus hijos Jonás y Adrián que estudian proyectos de
emprendimiento y si los aprueban difunden tu idea por blogs y redes para buscar
micro mecenas. Pero Joan viene del paro, y su militancia es sincera. Para la
mayoría de las plataformas de crowfounding, solo un negocio en el que el
emprendedor es un cliente más de la rueda del mercado, no el sujeto de una
nueva forma de economía. Eso si es lo que busca la 'discográfica social'
catalana “Apadrina Un Artista”, que capta inversores, pero garantizando que el
artista mantendrá sus derechos y sus beneficios. Una nueva forma de empresas,
que requiere una forma de sociedad.
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