jueves, 29 de marzo de 2018

El aula de la vida




Todos tenemos en la cabeza aquel curso, aquella clase, aquellos compañeros, aquellos profesores... Profesores, que nos seguían en el día a día y, a pesar de darnos su ayuda siempre que lo necesitábamos, son con los que más hemos discutido. Muchos de ellos nos han visto crecer, madurar y formarnos como personas, nos han soportado en los malos momentos y en los buenos, disfrutaban con nosotros. Algunos, incluso, han llegado a influirnos y marcarnos de una manera especial, diferente al resto. Todo esto nos ha pasado en algún momento y, creo decir con seguridad, que a esta redacción también le ha sucedido.

Todos recordamos aquel primer día de clase de Tercero de la ESO. Llegamos ansiosos, nerviosos y con ganas de comernos el mundo. Era una nueva etapa. Aunque los compañeros siguiesen siendo los mismos, los profesores cambiaban. Los mayores siempre nos decían con el objetivo de meternos miedo: “ese profesor es muy estricto, con este otro  nunca aprobarás, con esta otra no tendrás tiempo para respirar...” Pero hubo uno en concreto que, al hablar de él, la voz de nuestros compañeros cambiaba y empezaba a enternecerse, todos coincidían en que "este es algo serio y bastante irónico, suele hacer bromas sin que te des cuenta y puede que en algún momento no estéis de acuerdo, pero es un gran profesor, aprenderás mucho y con el simple hecho de atender en clase conseguirás aprenderte todos los temas". Esto nos chocó y nos llamó la atención, teníamos ganas de conocerle y poder valorar si era tal y como decían.

Estábamos en clase de Matemáticas cuando sonó el timbre. La profesora se dispuso a salir por la puerta y todavía no habíamos acabado de recoger nuestras calculadoras cuando él entró. Fue ahí cuando recordamos que también nos dijeron: "es muy puntual, no te dará tiempo ni a levantarte de la silla". Sin decir ni una sola palabra, ni un "buenos días" o un simple "hola", entró, sacó del bolsillo un papelito arrugado, le miró y empezó a escribir un esquema, ocupando toda la pizarra. Era la hora de Historia. ¿No se va a presentar? ¿No querrá saber cómo nos llamamos? ¿Acaso no le importamos? Pasado un rato, interrumpió el discurso sobre la Revolución Rusa y se presentó.
                                                                                         
Pasaron los años y él seguía viéndonos tras los pupitres, salvo a algunos, a quienes nos veía también reflejados en las pantallas de unos ordenadores. ¿Y eso? Un día llegó a clase y, en vez de continuar hablando de Napoleón Bonaparte, decidió presentarnos el periódico, del que apenas habíamos oído hablar pero algunos nos sentimos atraídos por la idea y probamos suerte.

Pasábamos más tiempo transcribiendo, redactando o maquetando que haciendo la tarea, pero era algo que nos gustaba y que de verdad disfrutábamos. Hacíamos nuevos amigos y nos poníamos al tanto de la actualidad, siempre bajo la protección y la guía de aquel profesor de Historia. Año tras año, entrevista tras entrevista… siempre detrás nuestro, apoyándonos, sin poner una mala cara.

Por todo esto, y más, queremos dar las gracias.

Primero, a "El País de los Estudiantes" por darnos la oportunidad de embarcarnos en esta aventura de hacernos sentir periodistas por un tiempo, pero, sobre todo, por hacer posible que hayamos podido conocer más de cerca a ese profesor, al que veíamos tan lejano, pero ha acabado siendo uno de los más cercanos.

Pero gracias a ti, por haber sido nuestro mentor y otro padre para nosotros, por hacer todo lo posible por conseguir vernos felices y tranquilos luchando y defendiéndonos siempre que era posible, por darnos esperanzas y enseñarnos a no rendirnos nunca, por ser un gran ejemplo como persona y por ser el único que nos ha hecho ver que hay trenes que solo pasan una vez, pero, que si les pierdes, siempre puedes coger un autobús... Solo nosotros sabemos por lo que hemos pasado y solo nosotros sabemos que, al final, la unión hace la fuerza y como siempre decimos: "sin ti, esto no sería lo mismo".

Por último, en nombre, no sólo de la redacción de este año sino de todas las anteriores, gracias por enredarnos en esta experiencia que guardaremos siempre como un bonito recuerdo porque nos iremos pero, al fin y al cabo, todos tenemos en la cabeza aquel curso, aquella clase, aquellos compañeros y aquel profesor.

Firmado: quince años de alumnos comprometidos por una causa, por un motivo que nos une, por un profesor, por un amante de su trabajo, por un amigo.


Por ti, Eusebio.

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