Podría ser
parte de un videoclip en Enrique Villarroel para su tema frío, pero solo es una
muestra del uniforme habitual estos días en Rusia. Una imagen que está
inundando Europa y que ha dejado estampas como la plaza de San Pedro del
Vaticano pintada de un hermoso manto blanco. Pero la pregunta que hoy nos hemos
hecho en hablineses no es tanto porque hace frio, si no porque el archipiélago de
las Svalvard, en la zona septentrional del ártico tiene, al mismo tiempo que
los demás mortales nos helamos, trece grados sobre cero. ¿Qué esta ocurriendo?.
La pregunta
tiene su importancia porque esta paradójica situación está siendo usada por los
negacionistas para justificar sus teorías sobre el calentamiento actual del
planeta. Y es que según los “trampistas” la única variable de la temperatura
terrestre es el nivel de insolación, o lo que es lo mismo la energía que nos
manda ese gigantesco reactor nuclear de fusión que llamamos Sol.
Y es que ,
eso es cierto, el sol funciona con arreglo a ciclos de 11 años, que forman
parte de los mínimos de Maunder (400 años según los Mayas), estos de ciclo largo de 5200 años y estos de
otros más largos denominados glaciares e interglaciares que ya fueron medidos
por los mayas. Según este complejo sistema de funcionamiento solarnos encontraríamos
en el punto máximo de un ciclo y por tanto en un momento de inflexión climática,
que nos llevaría a nueva era glaciar. Pero esta teoría de la conspiración galáctica
contra los pobres humanos tendría, según estos científicos y políticos del
lobby petrolero un segundo componente. El calor en la superficie de la tierra
depende también de la posición relativa del Sol y la Tierra , siendo en este
momento esta posición muy horizontal con respecto a la eclíptica terrestre, el
plano imaginario sobre el que se mueve la tierra.
Negar estos
argumentos puede resultar necio, pero convertirlos en la única explicación de
los cambios climáticos que estamos viviendo es una estupidez tan grande como
pensar que el CO2 que está enterrando la vida en este planeta no es de origen
humano.
La realidad
es que, soles al margen, nuestro sistema climático funciona de una manera osmótica,
como esas centrales de procesamiento de agua marina que a través de una
membrana permite que el agua sea cada vez más dulce y la salmuera cada vez más
salada.
El
calentamiento global producido por la contaminación humana está haciendo que la
mayor fábrica de hielos del planeta (El Polo) se encuentre cada vez más
caliente, lo que impide la formación de hielo. Sin él, no hay barrera para
evitar que las corrientes marinas (como la del Golfo) inyecten agua caliente
cada vez más al norte. Ellas son las responsables de flujos de aire caliente que
van hacia el norte calentando las aguas que crean, alo tras año, un Polo libre
de hielo.
El
argumento está avalado por La Organización
Meteorológica Mundial (WMO) que ha explicado estos días que
el profundo enfriamiento en Europa ha sido causado por “un calentamiento
repentino de la estratosfera sobre el Polo Norte”, tal y como adelanto en 2004
el cineasta Roland Emmerich en su película “El día de mañana”. Una película que
acaba de ser sacada del género de ciencia ficción.
“La
corriente en chorro se vuelve más ondulada, lo que significa que el aire más
frío puede penetrar hacia el sur mientras que el cálido va hacia el norte”, era
la pavorosa explicación que esta semana daba al Times Nalan Koc, director de
investigación del Instituto Polar de Noruega.
Para
corroborarlo solo hace falta fijarse en las costas septentrionales de Canada,
Alaska o Groenlandia, donde la presencia de agua líquida es muy superior a
otros años
Solo queda,
ante tanto dato, bajar la cabeza, reconocer la culpa y poner en marcha
iniciativas universales para frenar esta dinámica. Y eso no es solo objeto de
debate y acción en cumbres climáticas y entre países, si no de cada uno de
nosotros.
Es necesario
que cada uno hagamos lo necesario para que los edificios no consuman tanta
energía en generar calor porque lo pierden por paredes y ventanas. Es preciso que
las mercancías de nuestro comercio global se muevan en contenedores a través de
túneles con impulsión eléctrica, con la electricidad producida mediante
centrales termosolares. Es preciso que los
transportes colectivos sean eléctricos y tan eficientes que las personas
abandonen su transporte privado por este, más atractivo. Es preciso cambiar,
generar un cambio profundo en nuestra cultura, nuestras costumbres y nuestra
conciencia de que si nada cambia , nuestra vida cambiará mucho, y a peor
Imagen Gleb
Garanich (Reuters)
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