La historia
de la gestión de un administrador público no debería ser una losa que impidiera
su servicio a los ciudadanos, pero sí debiera de ser un buen indicador de áreas
administrativas (pese a su formación y sus cualidades humanas) que debieran
estar vedadas a ciertos políticos, cuya mala suerte, negligencia o
incapacidad no hacen recomendable que
persistan en sus vanos intentos por
hacer las cosas bien.Un caso de esta situación se ha vivido en Santander en los
últimos años.
Marzo de
2011, un grupo de amigas de los municipios de El Astillero (Cantabria) y
Chiclana (Cádiz), decidieron reunirse en la capital Cántabra. Tras una jornada
de paseos y comida, las cinco decidieron acudir a la popular playa del Camello
para hacerse una foto de recuerdo. Al apoyarse en una de las barandillas que
separan el paseo marítimo de la playa, aquella cedió debido al óxido que la
corroía y el mal estado de su instalación, cayendo las cinco mujeres de
espaldas a la arena, tras lo que la valla se precipito sobre ellas, produciéndolas roturas de vértebras y costillas, fracturas
de coxis y tórax, hematomas y problemas psicológicos durante los cinco años que
ha durado el proceso judicial para determinar las responsabilidades del hecho.
Tras los
juicios el Ayuntamiento de Santander ha
sido condenado a indemnizar a las víctimas 246.412,07 que caerán (como otra
valla) sobre las arcas municipales. Tras el varapalo judicial el Ayuntamiento
ha afrontado sus responsabilidades, aunque no ha “mostrado el más mínimo
interés en saber cómo estábamos, ni en el hospital ni después”, tal como relata
Ana García Badia, una de las más afectadas y en la actualidad concejala de Medio Ambiente de El Astillero,
y una de las más afectadas, que ha sufrido varias operaciones y que vive ahora
gracias a los antidepresivos y la morfina para los dolores que sigue tomando.La
oposición, encabezada por el socialista Pedro Casado, compañero de partido de
las víctimas ha pedido responsabilidades políticas al Ayuntamiento y un plan de
revisión y mejora de todas las infraestructuras de la ciudad. Y ello ante el
silencio del partido gobernante, el PP.
Este verano
Ana volvió al lugar de su desdicha, contemplando con sorpresa que las vallas
(cinco años después) continuaban generando un riesgo, “Los tornillos no tenían
cabeza, las juntas estaban selladas con silicona y la estructura se movía”,
relató a un medio regional. Y pese a que la sentencia era clarísima, indicando
que la titularidad y mantenimiento de este espacio no correspondía a la
demarcación de costas, si no al Ayuntamiento desde 2006. Para hacer más culpa
al ayuntamiento la Audiencia
recuerda que fue este quien en 2008 encargó a la empresa pública Tragsa la
reparación de las barandillas dañadas en esta playa y que, por tanto, es el
Consistorio santanderino el responsable patrimonial de la zona y no la Administración General
del Estado.
Hasta aquí
se puede entender que hubo un fallo concreto y aislado. Pero no.
Noviembre
de 2014, dos vecinas de Santander, de 72 años acuden al Cementerio Municipal de
Ciriego para honrar a sus muertos cuando una barandilla de la plataforma de los
nichos 50, 51 y 52, situados en el edificio 1 de la zona suroeste del
cementerio cede por la herrumbre que la ha dejado medio suelta y las dos caen
al vacío desde casi dos metros.
Ambas
mujeres son operadas inmediatamente en el hospital Valdecilla de las graves heridas sufridas y
permanecen varios días ingresados en la
UCI donde son visitadas por la consejera delegada de la Sociedad Cementerio
de Ciriego, Ana González Pescador.
Una de
ellas permanecería meses en Valdecilla por una hemorragia interna y traumatismo
craneoencefálico. Su amiga no corrió mejor suerte al tener una vértebra rota y
una lesión en el globo ocular, además de varias costillas fracturadas.
La falta de
acuerdo con el ayuntamiento derivo en un tortuoso camino judicial, aun abierto,
en el que las familias de las afectadas exigen una millonaria indemnización al
municipio por el mal mantenimiento de las barandillas.
Un año
después el hecho se repetía. Una familia de Torrelavega acudía al camposanto y
en un edificio de nichos próximo a donde había ocurrido el accidente anterior
una barandilla en mal estado provocaba la caída al vacío de un hombre y su
hijo. El primero sufriría la rotura de varios tendones del hombro y la pérdida
de movilidad en su brazo derecho. Hoy sigue inmerso en un proceso judicial
(otro más) para defender sus derechos ante la administración que, se supone,
juró protegerle.
¿Qué tienen
en común todos estos casos?. En todos ellos el alcalde y máximo responsable de
la administración municipal era Iñigo de la Serna. Meses después
del último accidente de la Serna
era nombrado ministro, pero no de una cartera cualquiera, sino de la de
infraestructuras.Saquen ustedes sus conclusiones.
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