jueves, 28 de septiembre de 2017

Tema 10. Reconquista y Repoblación



Estamos en el punto medio de la Edad Media, los reinos cristianos han madurado, Al Andalus se encuentra en crisis tras el hundimiento del califato. Amparados en el vigor cultural y económico de la iglesia, los reinos inician la reconquista.



Como en otras ocasiones comenzaremos la preparación del tema con el visionado de un vídeo (en esta ocasión de artehistoria), para entender brevemente el proceso general y los cambios que van apareciendo en el mapa de la Península. Tras ello, encontrarás las explicaciones del tema.



1. LA RECONQUISTA


Conocemos con este término al largo proceso histórico que conducirá a los estados cristianos a colocar bajo su dominio la Península Ibérica acabando con el dominio musulmán. Es al mismo tiempo de un proceso de crecimiento territorial, de crecimiento político, de madurez y consolidación de estos reinos. Pero hay que tener algunas ideas claras:

· - La ocupación musulmana en el siglo VIII había alejado a la Península Ibérica del discurrir histórico de Europa, y había barrido la herencia clásica romana. Desde ese punto de vista, la reconquista suponía y supuso reanudar la línea histórica interrumpida.
· - El ideal de reconquista, el objetivo de romper la división cristiana, unificar el territorio, hacer valer la legitimidad del reino visigodo y defender la verdadera fé. En realidad surge en el siglo XI, los cristianos, al tomar Toledo en 1085, empiezan a ser conscientes de la vulnerabilidad de la defensa islámica, abren una brecha psicológica y geográfica importante y comienzan a tomar conciencia de sus posibilidades. Es difícil creer que el ideal de reconquista se anterior, que pueda pertenecer a siglos en los cuales, el máximo objetivo fue sobrevivir.
· - La Reconquista aparece como una necesidad económica y política. Derrotar a los musulmanes significa sobrevivir como estado, mantener tu independencia. Derrotarlos, es la vía necesaria para conseguir las tierras y los pueblos que garantizaran la comida y el abastecimiento de poblaciones crecientes.
· - Hay por tanto que considerar que el ideal de cruzada esconde, en realidad otras motivaciones mas prosaicas. Pero dicho eso, también es cierto que la iglesia y su doctrina juega en esto un papel muy importante. La Iglesia, a través de sus ordenes de Cluny y Cister permitió la renovación agrícola y la mejora tecnológica de estos reinos, vital para sobrevivir, al amparo de que ese trabajo y esfuerzo era en alabanza a Dios. La Iglesia era considerada en aquella época como la heredera legitima del Imperio Romano, su apoyo a un estado o población, legitimaba su esfuerzo y su lucha como aquí ocurrió. La iglesia predico la cruzada en España, sobre todo desde el momento en que las invasiones norteafricanas suponen una amenaza contra todo occidente, lo que permite el apoyo económico de las iglesias españolas a sus reyes y el apoyo europeo a esta cruzada que los cristianos libran en nuestro país. El esfuerzo de guerra debemos entender que fue en algunos momentos sobrehumano, solo la justificación de realizarlo en aras de un ideal tan noble como la defensa de Dios explica la acción coordinada de todos los estados, de todos los estamentos, en tantos y tantos años.
· Pese a la posterior unificación en tiempos de los Reyes Católicos, se puede considerar que la diferente respuesta que cada estado va a dar a este problema y al de la repoblación, marca el comienzo de la diferenciación entre los diferentes territorios peninsulares.




2. REPOBLACION Y EXPANSION FEUDAL


La repoblación es el proceso complementario a la reconquista, por el cual los cristianos expulsaron a los musulmanes de los territorios reconquistados, pusieron en explotación sus tierras y sustituyeron los modelos de organización musulmana por la feudal. Ello implicaba grandes movimientos de población, cambios en el régimen de propiedad y explotación y solucionar serios problemas militares. La forma de afrontar este problema varió en cada zona geográfica, reino y siglo, proporcionando consecuencias muy serias y diferentes. He aquí algunas modelos.


2.1. FASE 1: HASTA LA LINEA DUERO-EBRO (HASTA EL SIGLO XI)

Se caracterizó por un modelo de repoblación basado en el asentamiento de pequeñas poblaciones o incluso familias, que obtenían, a cambio de su fidelidad a los señores encargados de la defensa, y a su compromiso con esta, tierras, y ciertas libertades contenidas en los derechos de jueces y behetria en el sur de Asturias y en Castilla. Esto creo una sociedad mas vigorosa que en el resto de España, con poblaciones de fuerte espíritu indómito, de frontera, y con libertades no conocidas en otros reinos (como los caballeros villanos). Esta es la base de la riqueza y el empuje castellano. Parte de la población se obtenía de campesinos libres encomendados en régimen de behetria, parte por la ocupación y defensa de un territorio por un monasterio, parte por comunidades campesinas libres en la modalidad de presura y parte por migraciones mozárabes.
En los demás estados cristianos, la ocupación fue mas lenta y no se establecieron regímenes campesinos como la behetria, salvo raras excepciones, siendo los encargados de la ocupación y defensa, siempre señores feudales y eclesiásticos.

2.2. FASE 2: HASTA EL TAJO (XI-XIII)

En Asturias, la ocupación de estas tierras exigía mas población, por ser mayor la extensión de la tierra y mas difícil la defensa por tratarse de tierras llanas y extensas. Ante ello la monarquía astur-leonesa-castellana optó por la repoblación a través de comunidades enteras, concejos, que vivían en una aldea semi-fortificada rodeada de un alfoz, sobre el se ejercía un fuero, concedido en compensación a los riesgos. Son sociedades más complejas en las que la artesanía y el comercio toman impulso, convirtiendo a estas comunidades en el germen de las futuras y vigorosas ciudades castellanas.
Un modelo parecido se vio en la Confederación, donde se impusieron las Cartas Pueblas en el valle del Ebro, frente a los usatges que se vivían en el interior de Cataluña y Aragón


2.3 FASE 3: (ANDALUCIA Y LA MANCHA (XIII)

La rápida caída de esta zona de España, la necesidad de explotar prontamente tanta tierra y la falta de mano de obra en cantidad suficiente, obligó a aplicar un sistema distinto, el repartimiento, que conllevó la desaparición de las comunidades de hombres libres y la sustitución de los regadíos por cultivos y ganaderías extensivas que requieren menos mano de obra. Papel muy destacado tendrían las órdenes militares, en la ocupación y defensa de estos vastos territorios.
En Aragón la solución fue parecida, salvo en la costa valenciana.






3. LA EVOLUCIÓN CRISTIANA (X-XIII)

3.1. CAUSAS

A partir del siglo XI, los cristianos tomarían la iniciativa en la campaña militar, y avanzarían sobre Al-Andalus por:
a- Su capacidad de coordinación, frente a la división interna musulmana
b- Un fuerte crecimiento económico basado en los monasterios y los avances técnicos
c- El aumento de población por motivos de mayor alimento y éxodo mozárabe
d- Los avances militares en organización y medios de combate

3.2. LA ETAPAS DE LA EXPANSION


a- Siglo XI. Tras la crisis del califato los cristianos amenazan las taifas, divididas y sin espíritu de lucha. La conquista de algunas cerca de otras, sus impuestos o parias las debilitan, y engordan la economía cristiana. La caída de Toledo abre una brecha psicológica y geográfica en la defensa musulmana
b- Siglo XII. Aragón entra en combate tomando Zaragoza. Se forma la confederación catalano-aragonesa. Castilla fracasa en su intento de crear un imperio europeo, y tras Alfonso VII, el reino se divide entre Castilla, León y Portugal.
c- Siglo XIII. Castilla se reunifica con León y rompe la defensa Almohade en las Navas de Tolosa. Aragón inicia su expansión por el Mediterráneo y sur de Francia en los tiempos de Jaime I y Ramón Berenguer IV y Pedro II, aunque en el territorio francés acumula graves problemas por el conflicto cátaro. Se suceden conflictos y alianzas entre los dos grandes territorios cristianos, jalonadas de tratados continuos (Tudilén y Cazorla). Es el siglo del reino valenciano del Cid.

3.3. LOS HECHOS DE LA EXPANSION

a. La crisis del califato.

Los dos primeros siglos de la Alta Edad Medial estuvieron caracterizados por un abrumador predominio musulmán bajo el mando de los primeros califas Omeyas, que, sin embargo, no pudieron convertir su hegemonía política, económica y cultural, en un dominio real de la Península Ibérica.
Poco después de la muerte de Almanzor (1002),la anarquía hizo presa de Al-Andalus. La aristocracia árabe y los distintos grupos étnicos que formaban parte del ejército cordobés (eslavos, beréberes),se enzarzaron en una agotadora lucha por el poder, elevando y derribando califas a su antojo, al tiempo que el nacionalismo mozárabe y las revueltas sociales muladíes desgarraban el país. Finalmente, la crisis desembocó, en el año 1031, en el fraccionamiento del califato en casi medio centenar de pequeños reinos o taifas, gobernados por dinastías locales.

b. El primer intento de unificación cristiana: Sancho III de Navarra.

A pesar de su inestabilidad política, los reinos de taifas mantuvieron el alto nivel cultural y económico de la época precedente. En esos momentos, Sancho III el Mayor de Navarra (1000-1035) se convirtió en el más poderoso soberano de la Península. A los reinos heredados de su padre (Navarra y Aragón), incorporó los condados de Sobrarbe, Ribagorza, Pallars y Castilla, así como las tierras situadas entre el Pisuerga y el Cea, arrebatadas al reino de León. Además, logró que los condes de Barcelona y Gascuña, y el rey de León le reconociesen una primacía honorífica. Fue, además, el primer rey cristiano que llegó a cobrar tributo a los musulmanes (parias), creando con el oro amonedado obtenido de esta manera, un poderoso estímulo para las economías de los reinos septentrionales. Pero la unidad política cristiana bajo la hegemonía Navarra, no fue duradera, en su testamento, el rey Sancho dividió sus dominios entre sus hijos, surgiendo así los reinos de Aragón y Castilla, que gracias a su mayor dinamismo no tardarían en eliminar las posibilidades de expansión de Navarra.


c. El siglo XI.

El primer rey castellano, Fernando I, conquistó el reino de León e hizo tributarias a las mas importantes taifas, esta política expansiva fue proseguida por su hijo Alfonso VI, quien con la ocupación de Toledo en 1085, llevó las fronteras castellano-leonesas hasta mas allá del Tajo, lo que permitió la repoblación de una extensa zona a caballo de la Cordillera Central.
En esa misma época, los monarcas de Navarra-Aragón (estados federados tras la muerte de Sancho el de Peñalén en 1076) se extendieron hasta la línea Barbastro-Ayerbe-Huesca, amenazando la importante ciudad de Zaragoza, mientras los catalanes ocupaban el campo de Tarragona y sus importantes huertas. Los progresos cristianos, sobre todo la toma de Toledo, alarmaron a los taifas, por lo que el importante rey Al-Motamid de Sevilla llamo en su auxilio a los almorávides norteafricanos. Al mando de Yusuf Ben Texufin, el Imperio Berebere envió a la Península un importante cuerpo expedicionario que derrotó a la coalición cristiana liderada por Alfonso VI en Zalaca, arrancó territorios a los reinos del Norte y unificó las taifas bajo el mando berebere de Fez.
El fanatismo y la intolerancia religiosa de los almorávides produjo una reacción del mismo signo entre los cristianos, que iniciarían ahora un gigantesco movimiento de cruzada, denominado Reconquista, en la que destacarían importantes lideres de la posterior mitología española, como el Cid Campeador, señor de Valencia. Cultural y económicamente, el siglo XI fue trascendental para los reinos cristianos. Sancho el Mayor, Fernando I y Alfonso VI fueron reyes europeizadores que introdujeron y difundieron la reforma cluniciense, instauraron el rito romano (hasta entonces se mantenía el visigodo), protegieron a los peregrinos que marchaban a Compostela, fomentaron los contactos con Europa y favorecieron el desarrollo artesanal y urbano.

d. El siglo XII.

Las primeras décadas del siglo XII fueron de intensa actividad en los estados pirenaicos. El conde de Barcelona Ramon Berenguer dirigió una expedición contra Baleares, al tiempo que por su matrimonio con la condesa Dulce incorporó Provenza a sus dominios.

El rey navarro-aragonés Alfonso I el Batallador tomo Zaragoza (1118) y ocupó el curso medio del Ebro con base en Calatayud y Tarazona, operación completada con una importante incursión sobre Al-Andalus (1125) en la que se obtendría un elevado número de mozárabes con los que repoblar parte de las nuevas zonas recuperadas. Al morir sin descendencia, Alfonso el Batallador dejó sus reinos a las Ordenes Militares, decisión que no aceptaron sus súbditos. Al elegir los navarros a García Ramírez y los aragoneses a Ramiro II el Monje, hermano del rey fallecido, la federación navarro-aragonesa acabaría definitivamente. El rey monje, deseoso de reintegrarse a la vida monástica, concertó en 1137 los esponsales de su hija Petronila con el conde barcelonés Ramón Berenguer IV, delegando en este el gobierno de Aragón.
El primogénito de este matrimonio, Alfonso II, pasaría a titularse rey de Aragón y conde de Barcelona, así como emperador de los Pirineos, al extenderse sus dominios a ambos lados de esta cordillera. Había nacido el segundo gran estado de la Península: la Confederación catalano-aragonesa. La unión se realizaría sin menoscabo de las leyes particulares, costumbres e instituciones de cada estado, es decir, sin ser una unión uniformizadora. Régimen confederal que se aplicaría a cada uno de los territorios conquistados con posterioridad.

Con esta tendencia integradora del NE peninsular contrastaría la actuación del rey castellano-leones Alfonso VII, en general poco afortunada. Indirectamente contribuyó a la separación de Navarra y Aragón en 1134, no supo impedir la independencia de Portugal y a su muerte separó a León de Castilla, que a partir de 1230 se unirían definitivamente. Esta dispersión de fuerzas impidió que castellanos y leoneses se aprovechasen del hundimiento almorávide tras la batalla de Cutanda, que sin embargo si seria aprovechado por portugueses (toma de Santarem y Lisboa) y catalanes (toma de Tortosa y Lerida). Esa misma desunión de la España noroccidental seria un factor decisivo a la hora de no poder impedir un nuevo asalto berebere a la Península, propiciado por la secta marroquí de los almohades, que unificarían la Península con su fanatismo religioso, tras la desastrosa derrota de los castellanos de Alfonso VIII (1195) en Alarcos. La gravedad de la situación llevaría a la formación de una coalición de portugueses, navarros, castellanos y aragoneses, con importantes refuerzos francos, alemanes e ingleses, que inflingirían una demoledora derrota a los almohades en las Navas de Tolosa (16 de Junio de 1212),tras la que el poder musulmán en la Península se derrumbaría de forma irreversible.



e. El siglo XIII.

Los terceros reinos de taifas apenas pudieron oponer resistencia a los monarcas cristianos.
Alfonso IX de León ocupó Extremadura empresa en la que tuvieron un papel destacado las Ordenes Militares de Santiago y Alcántara, nacidas en la segunda mitad del siglo XII; Sancho II de Portugal se adueñó del Algarve; y Fernando III el Santo de Castilla, tras unificar su reino con el leones en 1230, sometió toda Andalucia, tras la importante toma de Sevilla, excepto el reino nazarí de Granada, al tiempo que su primogénito Alfonso X el Sabio conquistaba Murcia, cerrando el frente sur aragonés.
También para la corona aragonesa el siglo XIII significó una total remodelación de fronteras. Después de la pérdida de los territorios ultrapirenaicos, tras la derrota de Pedro II en Muret, su hijo y sucesor Jaime I el Conquistador, obtuvo el sometimiento de las Baleares y la Reconquista de Valencia (1233-1253). A diferencia de lo acaecido en el valle del Duero, la repoblación de las cuencas del Guadiana y del Guadalquivir no hizo surgir una clase de modestos propietarios libres, sino que, realizada por el sistema de repartimientos, sentó las bases del actual latifundismo.
De este modo, los nobles castellanos obtuvieron un exagerado poder económico y político, motivo de las grandes agitaciones políticas de los siglos siguientes. Por el contrario, en la región valenciana, aunque también se dio el latifundio, predominó la pequeña propiedad y el censo enfiteútico. Concluida la Reconquista a mediados del siglo XIII (la pervivencia del reino de Granada no obedece a motivaciones militares, sino al interés castellano por mantener en su suelo una importante puerta comercial con Oriente, proveedora de importantes ingresos tributarios),los reinos cristianos obtuvieron nuevos campos para su actividad feudal.

La Confederación catalano-aragonesa prosiguió brillantemente su expansión por el Mediterráneo, mientras Portugal iniciaba la suya por el Atlántico.
Mientras, Castilla, dividida por guerras civiles, trataba de consolidar su dominio del Estrecho de Gibraltar (toma de Tarifa y Algeciras, con lo que se creaba una importante cabeza de puente en Marruecos), y hacia frente a la última invasión norteafricana, la de los Benimerines, derrotados en el Salado en 1340. Las luchas internas castellanas se iniciarían con la rebelión de Sancho IV el Bravo contra su padre Alfonso X el Sabio (1284), proseguirían durante las minorías de edad de Fernando IV y Alfonso XI, pese a la enérgica actitud anti-nobiliaria de la regente Maria de Molina, y culminarían en tiempos de Pedro I el Cruel, con una sangrienta guerra dinástica. Tras la lucha por su espacio vital (reconquista), en Castilla se desataría, durante el siglo XIII, la lucha por el modelo político.
Al otro lado del Sistema Ibérico, la burguesía mercantil de las ciudades litorales se convertiría en la gran protagonista de la expansión mediterránea de la corona aragonesa, bien secundada por los monarcas del territorio. Pedro III, haciendo valer los derechos de su esposa Constanza, incorporó la isla de Sicilia a la Confederación, a pesar de la oposición de Francia y la Santa Sede, que la quería para los Anjou. Hábil diplomático, Jaime II obtendría, posteriormente, el derecho feudal sobre Córcega y Cerdeña de manos del Papa, al tiempo que acordaba con Sancho IV de Castilla la división del Norte de África en zonas de Influencia, por el Tratado de Monteagudo (1291). Pedro IV el Ceremonioso completaría la obra de su predecesor incorporando el reino de Mallorca-Rosellón, independiente desde 1276, anexionándose los ducados de Atenas y Neopatria, nacidos en 1311 a raíz de la expedición de los almogávares al Imperio Bizantino, y poniendo fin a los privilegios de la nobleza.

Con todo, pese al creciente poderío de los reinos ibéricos, y a su incrementado papel internacional, el siglo XIV, la Baja Edad Media, nacía con síntomas evidentes de agotamiento del viejo sistema feudal, estaba comenzando una terrible crisis en España.



3.4. LOS CAMBIOS

a. La crisis del califato.

Todos estos avances territoriales tuvieron al mismo una correlación en la vida de aquellas comunidades. El esfuerzo de guerra se sostenía sobre el papel aglutinador del rey, y las aportaciones económicas de las ciudades incipientes, que enriquecidas con su comercio construían catedrales, aportaban tropas y pagaban grandes sumas de dinero a la corona para las campañas militares. El creciente poder territorial de la nobleza hizo ver a esos dos actores la necesidad de una alianza que organizase los nuevos territorios y protegiese sus intereses.
Los reyes, especialmente los castellanos, recuperaron el derecho romano, y amparándose en esa base jurídica y en el apoyo de la iglesia, partidaria de un poder fuerte que la protegiese frente a otras religiones o la ambición de los nobles, defendieron su monopolio legislativo y su autoridad suprema. Así se iría consolidando, no sin oposición nobiliaria, una incipiente estructura de gobierno central basada en tres pilares:

1. las cortes, organismo representativo de los tres estamentos, con poderes fiscales, que sirvió de escenario a la alianza entre corona y ciudades (que representaban al tercer estado)
2. la curia o gobierno y administración central del rey
3. los merinos castellanos y batlles catalanes, que representaban al rey en los territorios compitiendo con el poder jurisdiccional de los nobles

Gran importancia en este proceso tendría Alfonso X el sabio de Castilla, que en sus Partidas, o leyes, introdujo reformas legales que fortalecían su autoridad, o el fuero legal castellano, que a lo largo de la Alta Edad Media unificó fueros locales, normas y leyes, intentando integrar toda la legislación existente. Este mayor orden y legalidad mejoró la seguridad jurídica y civil, favoreciendo el comercio y la riqueza.
No fueron los únicos cambios provocados por reconquista y repoblación, en una sociedad que al amparo de su crecimiento era ahora más urbana, más cosmopolita y más urbana.




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