Hoy se
cumplen tres años de ausencia de Doris Lessing, en un día en que la abordaba la
muerte, de forma tan sorpresiva a como ella recibió el Nóbel en 2007. Aquella
sorpresa no vino por su calidad, indudable, y valores sociales, bastantes, sino
por el hecho de que el comité, o alguno de sus miembros, ya había manifestado
hace tiempo su negativa a concedérsele, amparándose en la polémica obra de la
autora, plagada de arrebatos feministas y teorías disparatadas, como aquella
que expone que la raza humana procede de mujeres (solo) subacuaticas. Con todo,
la frase de los medios, en la que se justificaba el Nóbel por la “épica
femenina de Lessing”, es de nota. Pero ¿quien era Doris Lessing?.
Nacida en
Irán en 1919, aunque y criada en Zimbabwe, Lessing era una autodidacta que
abandonó sus estudios con tan solo 14 años. Diecisiete años después, un nuevo
abandono la llevó a dejar a dos maridos, dos hijos y una vida estable, para, en
compañía de un tercer hijo, dirigirse a Londres para cumplir su sueño de ser
escritora y, sobre todo, una mujer comprometida con sus ideas políticas y la defensa
de los derechos de la mujer.
Miembro del
partido comunista británico, dirigió en su día las campañas internacionales que
ayudaron a derribar los regimenes segregacionistas de Rhodesia y Sudáfrica y
lideró con carácter, desde su obra, el movimiento feminista de la década de los
sesenta. Hoy, sin embargo, ofrecia el perfil de una mujer desencantada de ambos
movimientos, que afrontaba este tramo de su vida con firmeza en sus ideas, pero
sin radicalismos.
Pero en
esos cambios se ha mantenido fiel a esas pequeñas cosas que definen nuestro carácter.
Siempre entre los ladrillos de su casita londinense, siempre escribiendo entre
las mismas tazas de los mismos cafés, siempre ambientando sus historias en el
marco del brumoso Londres, siempre colaborando con la gente de su barrio,
siempre pasajera de West End Lane Books, la librería de su barrio. Sus
convecinos la definen como una mujer amable, tenaz, de convicciones, ávida
lectora y obsesionada por situarse en el umbral de la última hora de la
información y el arte.
Junto a su
carácter rebelde y crítico, su obra esta marcada por su interés por la
psicología, lo que lleva a sus obras a ser una aventura continúa en el campo de
la locura y el auto análisis.
Sus obras
han tenido siempre el denominador común de narrar y estudiar la vida diaria de
mujeres sencillas, pero fundamentales. Todas ellas sensibles, inteligentes,
maduras y receptivas.
Aquel Nóbel
fue justificado por el comité por retratar “la épica de la experiencia
femenina”, un argumento sobre el que la autora no pudo evitar “No sé a lo que
se refieren con eso, los hombres y las mujeres no son tan diferentes”.
Y ese fue
sin duda uno de los mayores obstáculos entre el Nóbel y la autora, entre la
comunidad bienpensante y la inquietante Leassing. Un ejemplo “El cuaderno
dorado” (1962), un árido libro en el que para exaltar el feminismo, la autora
se atrevió a defender (igual que en “The Cleft”) el origen de la especie humana
(figuradamente), en una raza de hembras semi-acuáticas. Lessing ha sostenido
siempre que el libro se inspira en un artículo científico en el que se afirma
que el motor primigenio de la raza humana era “femenino”, lo que viene a
completar la teoría de Lessing que sostiene que los varones serían una
“variación menor y ulterior”. Puestos a empeorar la situación, la autora ha defendido
siempre que los hombres parecen carecer de la solidez de las mujeres, dotadas
de una armonía natural con el mundo, siendo aquellos poco responsables,
inestables y variables.
La historia
y el hilo argumental se repiten, con otras formas, en “The Cleft”, la
descripción de un mundo simple y femenino habitado por seres pasivos entregados
a la vida en comunidad, y de aspecto similar a una marsopa. Un buen día, ese
mundo sencillo e idílico se enfrenta a un grave problema. La hendidura de esos
seres femeninos (una alusión vaginal) trae al mundo un varón. Un ser con
protuberancia genital, en lugar de una hendidura. Abandonado en una roca, el
niño morirá. Pero tras él vendrán otros. Ese cambio físico es para ellas el
signo de un monstruo, un símbolo del caos y el desorden que esos nuevos seres
traerán al mundo. Desde aquí el relato se transforma en un análisis de la
complementariedad y la convivencia entre sexos. Ambos géneros se ven obligados,
según Lessing, a convivir, ante la desazón de las mujeres por su mutua
dependencia, y a la vez la desesperación por ser incompatibles en muchos
aspectos. Frente a la responsabilidad y el compromiso de la mujer, el desden
familiar, el afán de aventura, el riesgo innecesario y la frugalidad de su
espíritu anidan en el hombre, marcando el triste destino de la realidad.
En fin, que
nos pone a caer de un burro. Si quieres saber más de ella, te recomendamos su
pentalogía “Hijos de la violencia” (1952-1969), una obra de rasgos
autobiográficos que gira en torno al personaje de Martha Quest, o su ya famosa
“El cuaderno dorado” (1962), un referente de la literatura feminista, que se ha
hecho famoso, solo por eso, sino por su estilo experimental, y su estudio de la
personalidad, la creatividad y la identidad femenina.
También son
importantes “Canta la hierba” (1950), su primera novela, ambientada en el
África que la crió, la larga serie “Cuentos africanos” (1951), “Instrucciones
para un descenso al infierno” (1971), “El verano antes de la noche” (1973),
“Los matrimonios entre las zonas tres, cuatro y cinco” (1980), “El experimento
sirio” (1981), “La buena terrorista” (1985), “El quinto hijo” (1988), y “En
busca de un inglés” (1960), que no es una novela, sino un libro de experiencias
y recuerdos de la autora.
Imagen The
Times
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