Hace unos
años tuve la oportunidad de asistir al estreno de “Mugaldekoak”, un filme de
Fernando Bernués y Mireia Gabilondo que afronta el tema histórico de la “Red
Cométe”, una organización hispano belga, formada por maquis y partisanos, que
entre 1940 y 1944 establecieron toda la infraestructura necesaria para evacuar
de la Europa
nazi a combatientes y pilotos aliados.
Es una película de bella factura,
ambientada en las profundidades pirenaicas de Navarra, Iparralde y Euskadi, y
con un trabajo de actores muy meritorio, que transmiten toda la fuerza
histórica y el drama humano de una historia, sabiamente contada por dos
creadores vascos, a los que vengo siguiendo con interés, desde su puesta de
largo en el Zabaltegi del Festival de Donostia de 2006, donde deslumbraron con
su “Kutsidazu bidea, Ixabel”.
Descubri “Mugaldekoak”
en el festival de Donostia, y tras un discreto peregrinaje por Euskadi y las asociaciones
vascas de hispano-americana intentó, en vano, abrirse camino en el mercado
español.
Hablamos de
un producto audiovisual de calidad, un poco más allá en sus valores que
Torrente, una herramienta cultural, en cuanto que rescata nuestro pasado y
aquellas raíces que han construido nuestro ideario colectivo, en este caso la
defensa de la libertad.
Y hablamos
de un producto que rescata un pasaje olvidado de nuestra memoria histórica,
pero imprescindible para que todos valoremos, en su justa medida, las virtudes
y motivaciones de aquellos a los que la historia oficial, la franquista y sus
herederas, ha tachado siempre de rebeldes, antipatriotas y aislados de las
corrientes internacionales. Un episodio necesario, diría yo que imprescindible,
para conocer, sin maniqueísmos, quienes son los buenos, y quienes fueron los
malos, quienes deben ser ejemplo, y quienes fruto del olvido. Sin embargo, no
solo su estreno, sino hasta su realización, han estado llenos de obstáculos y desdenes.
Un caso
parecido es Clara Campoamor, mujer y heroína, “culpable”, hoy hace 83 años, de
que las mujeres tuvieran derecho al sufragio activo.
La madre de
Aintze, una buena amiga, que es inglesa, siempre cuenta que la primera vez que
llegó a Euskadi, en pleno franquismo, una de sus prioridades era el cementerio
de Polloe, el lugar donde descansan los restos de la heroína del sufragismo
español, en la ciudad donde ella había proclamado la República , y a donde
había recalado su espíritu, a petición propia. Su sorpresa fue tomar conciencia
que para lo que ella era un lugar de santo peregrinaje, era una ración de
olvido y desconocida raíz para muchos donostiarras.
Quizá para
paliar ese desconocimiento, y tal como reza el título, Televisión española y la
televisión catalana crearon hace un tiempo un biopic sobre la política socialista,
bajo el revelador título de “Clara Campoamor. La Mujer olvidada”.
Al margen
de sus raíces, de su contexto familiar y social y de la evolución personal de
esta mujer, hecho que hubiera resultado muy enriquecedor, la película se centraba
en un hecho muy concreto de su vida, la discusión constitucional que en 1931
llevó a la aprobación por las cortes del derecho al voto de la mujer española,
superando con ello, al menos en el plano legal, los prejuicios de muchos
varones y de la iglesia, que nos consideraban un mueble más en el hogar, fruto
de ser seres inmaduros, superficiales e incapaces de tener opinión propia.
Al margen
del reduccionismo aplicado a su vida, vinculada solo a ese hecho, y a dirección
carente de un guión ágil y un desarrollo natural, lo más destacado, para mi,
fue la polémica surgida en torno a su realización.
Quizá
algunos no lo sepáis, pero el debate en torno al que gira la película esta
rodado en el Parlamento Catalán, no en el congreso de los diputados, como de
suyo habría sido.
La razón
estriba en que la Mesa
del Congreso denegó su permiso para el rodaje de la película en el hemiciclo,
cosa que si había hecho con la más mediática 23F . Al margen de demostrar muy
poca lucidez, muy poco criterio y muy poco respeto a los vitales hechos que en
la película se narran, los diputados españoles demostraron en la tan cacareada
semana de la mujer, la poca importancia que, en realidad, le dan a la vida de
una mujer que luchó por conseguir lo que los hombres negaban sistemáticamente.
Entre ellos el socialista Indalecio Prieto, que se opuso ferozmente al voto de
la mujer, bajo no se que argumentos de que eso ayudaría a la derecha (y aunque
así fuese).
Ese
desprecio, junto a errores históricos graves para una cadena pública, como el
ninguneo al papel de los diputados nacionalistas vascos en la victoria en esa
votación, o que ese voto femenino se ejerció por primera vez en Euskadi en el
referéndum sobre el estatuto vasco, no solo revelan un desprecio latente al
papel histórico de la mujer española, sino otro parejo a una historia viva,
reciente y clave para nuestra identidad, a la que se sigue ocultando y
deformando, como si su conocimiento, cual fosa del franquismo, resultara
pernicioso para nuestros jóvenes. ¿O la verdad amenaza a quienes les
gobiernan?.
Imagen de portada de la serie de Rtve. Imagen interior de ABC
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