domingo, 8 de octubre de 2017

El suicida ímpetu de la doctrina



Fieles a sus más férreas convicciones, y a las de los ideales que les sirven, los gobiernos de aquí, y de allende el Ebro nos dan estos días una impagable lección de cómo meterse en un jardín, cuando el barro recomienda salir de la cuneta, y centrarse en el asfalto, en nuestro caso, los problemas centrales de los ciudadanos.


Pero lo triste, lo que más desazón produce el estéril y apasionado debate político de estos días es constatar, una vez más, que la educación ya no importa. Que estudiantes y aprendices de ciudadanos siguen obligados a sufrir a sus próceres, y que, en ocasiones, ya no somos más que carnaza para escaramuzas y tanteos, ni siquiera para grandes batallas políticas.

Hubo un tiempo en que la educación era, al menos para algunos, una santa bendición y un objetivo sagrado. Un tiempo en que, al menos algunos, y aunque solo fuera en teoría, buscaban la formación de los jóvenes, despertar en ellos los valores de ciudadanos libres y comprometidos y cultivar hombres y mujeres amantes de la creatividad, el progreso y el libre pensamiento.
Poco queda ya de aquel espíritu revolucionario de Campomanes y Jovellanos, de aquellos lejanos años del krausismo, de los tiempos idealistas de Fernando de los Rios o de la Institución Libre de Enseñanza.
Hoy todo es doctrina. Mires a Madrid, a Barcelona o a Guadalajara, educar ha caído a la categoría de un servicio público rutinario y mecánico, como la grúa municipal o la recogida de basuras. Su actividad ha pasado a medirse en términos de eficiencia económica, imagen publica de sus dirigentes, productividad, excelencia técnica y sonrojo de sus trabajadores y usuarios, siempre acusados de vagos, improductivos y maleantes. Gente ácrata y demasiado crítica, tendente a algaradas e ideas progresistas, que molestan con su afán desmedido y vicioso a criticar la sociedad que les amamanta y poner en cuestión el desorden establecido. Eso opinan estos días algunos padres y dignatarios, sobre algunos profesores y maestros, acusados de equidistantes o poco comprometidos con la causa (esta o aquella), que buscan en sus clases explicar lo que ocurre, abriendo en las miradas de sus niños y niñas, un poco de espíritu crítico (con esto o aquello), y algo más de mirada racional, alérgica a tanta víscera.

Porque educar no es instruir, y mucho menos adoctrinar. Con todo lo grave que subyace en las palabras de los políticos y líderes de turno lo más terrible y descorazonador es constatar, que al dedicar tanto tiempo y esfuerzo a las banderas, cuan poco valor conceden unos y otros a las  cuestiones de futuro, a la educación, para muchos, poco más que un arma y un vivero de doctrina.
Es el valor que han concedido, desde hace años, las autoridades educativas de las diversas autonomías y el estado de todas ellas con sus ikastolas, sus inmersiones lingüísticas y sus manipulaciones y tergiversaciones de la realidad que rodea a los alumnos.
Una manipulación que se ha hecho, tampoco lo olvidemos, con el silencio cómplice de los gobiernos centrales y la sociedad en pleno, que han permitido la continua perversión del sistema educativo en interés de cada gobierno local. Porque esos gobiernos, en manos de minorías nacionalistas, servían en el congreso de Madrid al mantenimiento de mayorías parlamentarias, recibiendo como pago libertad de acción en sus territorios para imponer por la fuerza, lo que la razón no les daba, creando así ciudadanos clientes a sus intereses de poder. No lo olvidemos.
Hoy esos mismos socios de gobierno se enfrentan (caso de Cataluña) en una disputa nacional. Y en lugar de apelar a la razón, el sentido común y la eficiencia probada del gobernante (si esta existiese) todos apelan a los instintos.
Los catalanistas al sentimiento añejo de las afrentas de Felipe V, y los populares al más rancio miedo al separatismo y la destrucción de la patria.
¿Dónde estaba el ministerio de educación, por ejemplo cuando lo dirigía el actual primer ministro, cuando se violaba el derecho de los alumnos a educarse en su lengua materna, fuese cual fuese, imponiendo una sola en algunas zonas de España, en lugar de defender un bilingüismo real?. ¿Dónde estaba el ministerio cuando se impedía la movilidad de los alumnos de enseñanzas medias o universitarias a lo largo del territorio español, porque los programas y sistemas de evaluación no estaban homologados?. ¿Dónde estaba el ministerio cuando se mantenían diferencias sangrantes entre españoles en cuanto a becas, ayudas y asistencia social?. ¿Dónde estaban los gobiernos nacionalistas cuando en sus comunidades se marginaba y se pisoteaban los derechos de las minorías culturales?. ¿Dónde estaba el ministro cuando se conculcaban los acuerdos y leyes que protegen el patrimonio lingüístico de muchos territorios?.    
Esta semana, tras ese nuevo paso en el afán de auto inmolación que sacude a nuestro país,  Standard and Poors avanzaba la posibilidad de rebajar la calificación de nuestra deuda, en una muestra más de a donde nos está conduciendo esta política suicida de enfrentamiento y reanimación de viejos fantasmas.
Me quedo, de entre las necedades de estos tristes días con la sensatez de un amigo maestro cuando twiteaba que el objetivo de un sistema educativo no es servir a nadie sino formar ciudadanos, libres y críticos, para que nunca sirvan a nadie
Que pena que tan poca gente le haga caso y que hoy nos encontremos con tantos alumnos con necesidades educativas sin asistencia, con tantos que dan clase en barracones, con tantos saborean el paro tras acabar sus estudios, con tantos investigadores despedidos, con becarios explotados, con jóvenes que se topen con tantas carencias materiales y tecnológicas en sus aulas, con tantos sin acceso a becas, con tantos que se queden sin plaza en las escuelas de idiomas por la falta de dinero para contratar profesores, con tantos que no tienen maestros por falta de interinos y amortización de plazas, con tantos que pierdan comedor y autobús escolar por falta de ayudas, con tantos que se han quedado sin prácticas en sus módulos, con tantos que tienen que comprar de su bolsillo hasta las bombillas para los proyectores de su universidad, con tantos que ya no sean libres porque han sido bien adoctrinados y carecen de opinión y voz propia.
Que pena que tanto maestro no sea escuchado y que tanto líder grite tanto, para no decir nada.



Imagen EuropaPress


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