Fieles a
sus más férreas convicciones, y a las de los ideales que les sirven, los
gobiernos de aquí, y de allende el Ebro nos dan estos días una impagable
lección de cómo meterse en un jardín, cuando el barro recomienda salir de la
cuneta, y centrarse en el asfalto, en nuestro caso, los problemas centrales de
los ciudadanos.
Pero lo
triste, lo que más desazón produce el estéril y apasionado debate político de
estos días es constatar, una vez más, que la educación ya no importa. Que
estudiantes y aprendices de ciudadanos siguen obligados a sufrir a sus
próceres, y que, en ocasiones, ya no somos más que carnaza para escaramuzas y
tanteos, ni siquiera para grandes batallas políticas.
Hubo un
tiempo en que la educación era, al menos para algunos, una santa bendición y un
objetivo sagrado. Un tiempo en que, al menos algunos, y aunque solo fuera en teoría,
buscaban la formación de los jóvenes, despertar en ellos los valores de
ciudadanos libres y comprometidos y cultivar hombres y mujeres amantes de la
creatividad, el progreso y el libre pensamiento.
Poco queda
ya de aquel espíritu revolucionario de Campomanes y Jovellanos, de aquellos
lejanos años del krausismo, de los tiempos idealistas de Fernando de los Rios o
de la Institución
Libre de Enseñanza.
Hoy todo es
doctrina. Mires a Madrid, a Barcelona o a Guadalajara, educar ha caído a la
categoría de un servicio público rutinario y mecánico, como la grúa municipal o
la recogida de basuras. Su actividad ha pasado a medirse en términos de
eficiencia económica, imagen publica de sus dirigentes, productividad,
excelencia técnica y sonrojo de sus trabajadores y usuarios, siempre acusados
de vagos, improductivos y maleantes. Gente ácrata y demasiado crítica, tendente
a algaradas e ideas progresistas, que molestan con su afán desmedido y vicioso
a criticar la sociedad que les amamanta y poner en cuestión el desorden
establecido. Eso opinan estos días algunos padres y dignatarios, sobre algunos profesores
y maestros, acusados de equidistantes o poco comprometidos con la causa (esta o
aquella), que buscan en sus clases explicar lo que ocurre, abriendo en las
miradas de sus niños y niñas, un poco de espíritu crítico (con esto o aquello),
y algo más de mirada racional, alérgica a tanta víscera.
Porque educar
no es instruir, y mucho menos adoctrinar. Con todo lo grave que subyace en las
palabras de los políticos y líderes de turno lo más terrible y descorazonador
es constatar, que al dedicar tanto tiempo y esfuerzo a las banderas, cuan poco
valor conceden unos y otros a las cuestiones
de futuro, a la educación, para muchos, poco más que un arma y un vivero de
doctrina.
Es el valor
que han concedido, desde hace años, las autoridades educativas de las diversas
autonomías y el estado de todas ellas con sus ikastolas, sus inmersiones
lingüísticas y sus manipulaciones y tergiversaciones de la realidad que rodea a
los alumnos.
Una
manipulación que se ha hecho, tampoco lo olvidemos, con el silencio cómplice de
los gobiernos centrales y la sociedad en pleno, que han permitido la continua
perversión del sistema educativo en interés de cada gobierno local. Porque esos
gobiernos, en manos de minorías nacionalistas, servían en el congreso de Madrid
al mantenimiento de mayorías parlamentarias, recibiendo como pago libertad de
acción en sus territorios para imponer por la fuerza, lo que la razón no les
daba, creando así ciudadanos clientes a sus intereses de poder. No lo
olvidemos.
Hoy esos
mismos socios de gobierno se enfrentan (caso de Cataluña) en una disputa nacional.
Y en lugar de apelar a la razón, el sentido común y la eficiencia probada del
gobernante (si esta existiese) todos apelan a los instintos.
Los
catalanistas al sentimiento añejo de las afrentas de Felipe V, y los populares
al más rancio miedo al separatismo y la destrucción de la patria.
¿Dónde
estaba el ministerio de educación, por ejemplo cuando lo dirigía el actual
primer ministro, cuando se violaba el derecho de los alumnos a educarse en su
lengua materna, fuese cual fuese, imponiendo una sola en algunas zonas de España,
en lugar de defender un bilingüismo real?. ¿Dónde estaba el ministerio cuando
se impedía la movilidad de los alumnos de enseñanzas medias o universitarias a
lo largo del territorio español, porque los programas y sistemas de evaluación
no estaban homologados?. ¿Dónde estaba el ministerio cuando se mantenían
diferencias sangrantes entre españoles en cuanto a becas, ayudas y asistencia
social?. ¿Dónde estaban los gobiernos nacionalistas cuando en sus comunidades
se marginaba y se pisoteaban los derechos de las minorías culturales?. ¿Dónde
estaba el ministro cuando se conculcaban los acuerdos y leyes que protegen el
patrimonio lingüístico de muchos territorios?.
Esta
semana, tras ese nuevo paso en el afán de auto inmolación que sacude a nuestro
país, Standard and Poors avanzaba la
posibilidad de rebajar la calificación de nuestra deuda, en una muestra más de
a donde nos está conduciendo esta política suicida de enfrentamiento y
reanimación de viejos fantasmas.
Me quedo,
de entre las necedades de estos tristes días con la sensatez de un amigo
maestro cuando twiteaba que el objetivo de un sistema educativo no es servir a
nadie sino formar ciudadanos, libres y críticos, para que nunca sirvan a nadie
Que pena
que tan poca gente le haga caso y que hoy nos encontremos con tantos alumnos
con necesidades educativas sin asistencia, con tantos que dan clase en
barracones, con tantos saborean el paro tras acabar sus estudios, con tantos
investigadores despedidos, con becarios explotados, con jóvenes que se topen
con tantas carencias materiales y tecnológicas en sus aulas, con tantos sin acceso
a becas, con tantos que se queden sin plaza en las escuelas de idiomas por la falta
de dinero para contratar profesores, con tantos que no tienen maestros por
falta de interinos y amortización de plazas, con tantos que pierdan comedor y
autobús escolar por falta de ayudas, con tantos que se han quedado sin
prácticas en sus módulos, con tantos que tienen que comprar de su bolsillo
hasta las bombillas para los proyectores de su universidad, con tantos que ya
no sean libres porque han sido bien adoctrinados y carecen de opinión y voz
propia.
Que pena
que tanto maestro no sea escuchado y que tanto líder grite tanto, para no decir nada.
Imagen
EuropaPress
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