Es el
hashtag que impulsa sin desánimo la genial periodista Ana Pastor. Lleva meses
desde su red social denunciando la situación límite de los habitantes del
cuerno de África, encerrados, como Mahdi, la mujer de la foto, en una cárcel de
hambre, indignidad y violencia.
Esta
semana, en una vuelta de tuerca más, dos mujeres comprometidas, las cooperantes
de MSF Montserrat Serra Ridao, profesora de instituto en Gerona, y la madrileña
Blanca Thiebaut han sido secuestradas cerca del campo de refugiados de Dadaab.
Es otra vuelta de tuerca porque la situación, además del riesgo para estas dos
mujeres, pone en riesgo a otros miles de inocentes. “Si la situación se
complica y las amenazas arrecian, la intensidad de nuestro trabajo, o este
mismo, estarían en peligro”, indicaba una voluntaria esta semana. O lo que es
lo mismo, si la situación empeorará para los blancos, estos se irán, y los
africanos también, pero de este mundo.
La noticia
se ha sabido al tiempo que los noticieros revelaban otro dato esclarecedor, las
necesidades estimadas por la FAO
para afrontar el invierno y asistir a los 3,7 millones de personas amenazadas
de muerte por hambre, solo es la mitad del dinero gastado por el grupo
Santander en Bonos o primas para sus directivos este años, por solo citar a una
gran empresa.
Darle
vueltas a las causas e insistir en los problemas de fondo no se si llevará a
algún sitio. Sabemos que esta gente, y otras millones desperdigados por el
mundo, mueren por un mercado especulativo que ha hecho disparar los precios de
los alimentos en destino, mientras se mal paga a los productores. Sabemos que
el crecimiento de economías emergentes, como China o Brasil, ha desorbitado la
demanda de carne, un bien alimenticio proporcional a la renta de la gente, por
lo que multinacionales y gobiernos sin escrúpulos están incrementando el uso de
tierras para la producción de carne y, sobre todo, piensos, en detrimento de
una producción agrícola, ya muy castigada por la falta de inversiones, de
tecnología y por el cambio climático.
Sabemos que
las potencias mundiales dejaron caer al infierno en 1991 al gobierno somalí, y
que poco han hecho desde entonces por crear un estado, capaz de imponer orden,
prestar servicios y ayudar a sus ciudadanos. Por menos se ha intervenido en
Libia o Irak. Aquí tan solo se ha mandado a un grupo mal nutrido de tropas
africanas, y se ha hecho la vista gorda con la intervención de los intereses
etíopes, que medio controlan medio país, en su propio interés. Sabemos que la
actitud de los países ricos es tan blanda y su incapacidad para reunirse y
tomar medidas efectivas, comprobables y reales es tan baja, que la única
esperanza para esa gente son los voluntarios, las ONG, y cuatro institutos
gubernamentales como FAO o ACNUR, que cada vez que se reúnen, se gastan una
pasta en meriendas y desayunos en Ginebra o Nueva York, en conferencias
diseñadas para la galería.
¿Y
nosotros?. Podemos colaborar dando donativos o haciéndonos socios de cualquier
ONG, y es un paso, y grande, pero no es suficiente dar una dádiva una vez al
año. Es preciso difundir lo que pasa, es preciso dar voz a los que sufren, es
preciso machacar día y noche las conciencias de nuestros compatriotas hasta
enervarlos. Es preciso asumir una responsabilidad social en las empresas, y
exigir, como cliente o como accionista, una actitud comprometida, especialmente
en las grandes empresas alimentarías y pesqueras que explotan los recursos de
esas zonas, para que nosotros tengamos café, algodón o gambas baratas. Y
debemos presionar a nuestros gobiernos, hasta la extenuación, para que sepan
que el contrato que firmamos con ellos cada vez que votamos, incluye, en letra
grande, una cláusula de buenas prácticas solidarias y de compromiso con el
planeta y su gente.
Y si no
estas dispuesto a hacer algo tan simple como que se oiga tu voz, y prescindir
de dos cafés, mira bien esta foto, porque será la última vez que veas a Mahdi,
cuando mires a otro lado, habrá muerto, y el sacrificio de Montse y Blanca, no
habrá valido para nada.
e a decimatio, y cada remodelación de gobierno, y
cada acto del vicepresidente, también. Como diría Apiano “duros tiempos en los
que la venganza sustituye a la inteligencia”.
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