martes, 16 de mayo de 2017

Cuando amar es cosa de niños



He leído una entrevista de El País a Eva Rodríguez Armario, una médico que preside la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo. En ella me ha llamado la atención una frase: “Hemos dejado atrás la represión, pero no la hemos sustituido por la educación”. Una charla con cualquier grupo de alumnos te hace llegar a la misma conclusión, nadie te oculta que practicar sexo es muy divertido, pero nadie les ha enseñado sus riesgos. Como con cualquier otra parte de nuestro cuerpo, o con cualquier actividad que realicemos, asumimos un riesgo, pero también una responsabilidad en cuanto a las consecuencias que aquello puede traer para nosotros, o para terceros.

Las cifras, pese a ese razonamiento tan simple, son contundentes. En el último año, 15.000 adolescentes acabaron ese fantástico juego en un quirófano, abortando. Un tercio habían tenido un coito por primera vez, un 40% carecían de toda información sobre el tema. Y ello, porque en el último año, un 16% de chicas de 15 años han practicado sexo con penetración de forma no segura, y sin conocer los riesgos a los que se exponían. En conjunto, los abortos de chicas de menos de 18 años se han multiplicado por 4 en los últimos 20 años. Una prueba palpable de que la información y la educación, que sobre todo gira en torno a esas esporádicas y tediosas charlas de instituto, no sirve para nada. Mucha tele y mucho Internet, y aquí el personal cabalga como en el lejano oeste, a pelo.

Un reciente estudio desvelaba que casi el 60% de las chicas de entre 14 y 17 años mantienen relaciones sin preservativo por la presión, coacción, o como queramos llamarla, de sus novios, compañeros o lo que sean. Lo que revela, además del problema sexual, uno social más profundo y perverso, la falta de autonomía, carácter y autoafirmación de muchas jóvenes, incapaces de imponer su criterio en una relación “de iguales”, obligando a la pareja a jugar con sus reglas, con seguridad y hasta el límite que ellas impongan o consientan.

Junto a ese hecho indiscutible, la lista de tristezas es enorme. Hay a quien le sale mal la noche por que no sabe poner bien el preservativo, o que no le usan, aun queriendo y estando de acuerdo el pavo, porque a los dos les da palo ir a la farmacia.

Pero lo más preocupante, es todo aquello relacionado con las leyendas urbanas que giran sobre el sexo. Como por ejemplo, que con menos de 15 no te puedes quedar embarazada, que la primera vez es imposible, que….

Podríamos concluir que en una sociedad tan permisiva e insinuante en sus medios de comunicación, tan liberal, tan bien comunicada y en la cual el sexo es bandera para vender hasta colonias, coger por banda a una chica y poner las cosas claras es cosa fácil. Pues no. Resulta que donde se debe hablar del tema, en la escuela y la familia, a todo el mundo le da corte, o simplemente escurre el bulto, soltando el marrón al otro. Y en los sitios en los que no vas a sacar nada en claro, no te dicen la verdad porque no la saben, o porque no interesa.

A todo eso se unen elementos biológicos que complican mucho el problema, como el que las chicas inician antes la menstruación por factores ambientales y alimenticios propios de la nueva sociedad, lo que adelanta la posibilidad de embarazo, pero no así la madurez para administrar su cuerpo.

Las soluciones son obvias, pero chocan con circunstancias absurdas. Un plan general de información y educación sexual que ayude a todas las menores españolas seria una solución loable, pero imposible, si tenemos en cuenta que las competencias de educación están transferidas en España a las comunidades autónomas, las cuales tienen recursos diversos, intereses dispares y poblaciones muy distintas, que no es lo mismo Estella que Badajoz, vamos. Tan distinto que en una ciudad las jóvenes tendrán un gran amparo institucional y acceso a muchos medios, y en la segunda, esto será una aventura, en el amplio sentido de la expresión. Y no es una opinión, sino que así lo recoge el Libro Blanco de la Anticoncepción, elaborado por la SEC y la Federación de Planificación Familiar, que califica la situación de desigualdad vergonzosa e insultante.

Tampoco seria mala idea partir de la base de que las jóvenes españolas son un grupo muy variopinto, por motivo de la inmigración, lo que convierte el tema en espinoso, si tenemos en cuenta la influencia religiosa, especialmente en ciertas comunidades ibero americanas y, claro esta, las musulmanas. Ya puestos, explicar cuestiones como la manera de colocar un preservativo, la existencia de sexo mas allá del coito o una mínima formación en higiene sexual y mental no esta muy fuera del ámbito escolar. Pero claro, en una escuela española en la que hay más asignaturas que alumnos, con programas agotadores y áreas de una o dos horas semanales los profesores se agarran a aquello de que no pueden perder tiempo en tonterías, que tiene que dar la materia. Con lo que el sexo apenas se convierte en algo más que una TIC muy aséptica, aplicada a la anatomía.

Sin embargo los tiros van por otro sitio. La OMS, que ha declarado la píldora poscoital como un medicamento esencial, esta sentando doctrina entre las autoridades sanitarias de medio mundo, incluso entre la racional Europa, sentando así las bases de una estrategia no basada en la gestión adecuada de su cuerpo por parte de las mujeres, y el uso responsable del sexo por los hombres, sino en la creación de una barricada ante los embarazos no deseados soportada en dius, pastillas, gomas y espermicidas. Pero no podemos demonizar el sexo, ni asumir que existirá un creciente riesgo derivado de su perversión a manos de psicópatas, pederastas, violadores, niñatos y analfabetos sexuales. En algún momento tendremos que afrontar en la fría Europa que junto a la técnica y los medios existe el buen juicio. Lo que no parece razonable es convertir soluciones de emergencia o extremas, como la poscoital o el aborto, en una rutina de fin de semana, que si bien elimina de raíz el fruto del problema, no la raíz del mismo, ni las secuelas sobre quien lo padece. Y si no, valoremos si es normal que un tercio de las usuarias de píldora del día después sean menores de 18 años. O que el crecimiento de su uso en este segmento de población sea de 10.000 unidades anuales. O que todos los “males” derivados de la sexualidad adolescente recaigan solo, solo, sobre las mujeres.



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