Dicen que los cuarenta son los
nuevos treinta pero cuando se ha vivido intensamente, los cuarenta pueden ser
los ciento veinte, porque son como tres vidas de golpe más que una sola. Kate
Moss ha cumplido este mes 46, de los cuales casi una cuarta parte los ha vivido
elevados a la máxima potencia. Katherine Ann Moss, catorce años, y metro
sesenta y cuatro raspado, nacida y criada en Croydon, al sur de Londres, notas
mediocres tirando a malas, padres divorciados –madre camarera y padre agente de viajes - no parecía ser
destinada a convertirse una se las indiscutibles super modelos de los noventa y
dos mil. Ni a ser un icono de la moda de la talla de Diana Vreeland,
Verushka o Karl Lagerfeld himself.
Imposible imaginar que su retrato colgaría en la National Gallery
de Londres, o que su retrato embarazada y pintada por Lucian Freud, alcanzaría
una cifra record en el mercado del arte. O que habría exposiciones solo sobre
ella….
Un día, a sus catorce años, en el
aeropuerto de Nueva York, sería el primero de una nueva vida en la que
conocería (y amaría) a su ídolo Johnny
Depp, se convertiría en la musa de Calvin Klein, de Chanel, de Dior, de
Versace, de Dolce&Gabanna). Se vería alzada a los altares de la moda, para
ser denostada a continuación en los tabloides británicos por culpa de sus
excesos con las drogas y , sin que haya más constancia que muuuuchas fotos, su
afición a la juerga y las copas con muchos de sus sucesivos novios.
El mayor mérito de Moss no es solo haber sido la más bajita de las súper
modelos, si no mantenerse en la cresta de la ola hasta los mismísimos cuarenta,
y sigue, edad a la que allá por 1988,
cuando la descubrió en JFK Sarah Doukas, de la agencia Storm, jubilaron a la
gran Isabella Rosellini por demasiado vieja. Curiosamente, cinco días antes de
que Kate cumpla cuarenta, su medio hermana Lottie firma, con la misma edad (14)
y con la misma agencia con la que debutó Kate…¿Genética?, ¿Karma?,
¿Oportunismo? El tiempo lo dirá.
Lo ha hecho todo en moda sin ser ni la más alta, ni la más guapa, ni la
más lista. Pero tenía ese algo que no tienen las demás. Y por eso, porque lo
sigue teniendo, una vez que desaparecen las pecas, y se inflan ligeramente los
párpados, y el pelo aparece algo más reseco…ella sigue siendo Kate Moss. Y
podrá serlo hasta que los Directores de Arte quieran, porque ahora existe esa
fuente de la eterna juventud llamada Photoshop: algo así hubiera mantenido a la Rosellini una década más
en la cumbre…como ocurre con Andie MacDowell, inmutable en sus campañas de
publicidad.
Kate Moss, la indomable, la inimitable cumple cuarenta sin dar su brazo
a torcer, y facturando no menos de 10 millones dólares al año: ha perdido
contratazos de millones dólares sin inmutarse tras verse en los periódicos
consumiendo cocaína, ha apoyado, encargándole su traje de novia a su amigo John
Gallianno cuando todos huían de él como de la peste, sigue saliendo de marcha hasta las tantas, con copas y más
copas, y fotos y más fotos. Ella, que en todo, incluso en eso, sigue siendo la mejor.
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