Parece un
mar de niños pero es un mar de luces. Hoy son la dos y la uno, entonces era un
lugar mágico, donde se creaban aventuras extraordinarias, donde todas las asignaturas
se acababan y se abría un espacio nuevo donde compartir y creer en lo que ni
imaginábamos. Fueron tiempos en los que con tan solo pensar se construía. Tiempos
en los que apenas había diferencia entre asignaturas y el proyecto era empezar
cada día, sin importar como acabase, sin pensar en el fracaso, porque el
aprendizaje estaba en el intento. Eran tiempos en los que tu compañero cubría
tu flanco, cual pezhetairoi en una falange griega, usando su larga sarissa para
abrir en las mentes de esos niños todo un pequeño pero intenso universo.
Eran otros
tiempos, antes de que el dolor llegara, antes de que la traición pintara las
paredes. Pero en ambos ella estaba, y siempre de mi lado. En ese mar de luces,
ella es la que más brillaba. Al fondo, junto a la ventana, pendiente de todos,
imprescindible en cada paso que dábamos, pero semi escondida, ausente de
protagonismo, con la timidez y la discreción de quien sabe que su vida es tan
importante que no hace falta nada que la ilumine.
Ella también
ha tenido sus propias heridas. Ella también ha padecido discretamente esos
males con los que la vida nos flagela, aun sin merecerlo. Quizá por eso
entiende a los demás, y nunca los abandona. Hoy es una actitud que llamamos
empatia, pero en ella es algo más, es bondad.
Mi vida
estos años ha sido intermitente. A veces escucho el palpitar de mi corazón y a
veces oigo silencio. A veces estoy y a veces desaparezco. Pero ella perdura,
expectante, en actitud de espera, y cuando vuelvo a cruzar el umbral aparece. “¿Que
tal estás?”, y lo dice con su mirada más brillante, “¿Que tal estás?”, pregunta
con la sinceridad de quien le importa la respuesta, al tiempo que te acaricia
con sus ojos y te proporciona la paz que tanto anhelabas, y un nuevo aliento
para intentarlo de nuevo.
Dicen sus
alumnos que tiene carácter, que es diferente, que en pocas personas se puede
confiar como en ella. Que es leal, que es noble, que es sincera, que irradia la
belleza de la sinceridad y la ternura de la preocupación por sus niños.
Hace ya
mucho tiempo tuve la suerte de que fuera la tutora de mi hija. Pero no lo fue.
Fue algo más. Una persona tenaz y empeñada en hacerla feliz, en evolucionar, en
crecer, en definirse así misma. Todo eso que un padre a veces no es capaz de
hacer y por tanto tanto agradece a quien es capaz de hacerlo
Han pasado
muchas líneas, más de las que esta página soporta, y sigue ahí discretamente pendiente
de todo y de todos. Con la mirada en todas partes y los ojos escondidos para
evitar ser lo que es, la protagonista de muchas vidas.
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