Tal día
como hoy en 1837 nacía en Santiago de Compostela Rosalia de Castro, mujer
llamada a convertirse en pieza clave de la literatura española contemporánea y
bandera del feminismo.
Todo lo que
la rodea desde aquella fecha serían condicionantes de un talento y un carácter
osado, rebelde y comprometido.
Nacida del
amor entre un sacerdote y una joven hidalga gallega apenas conoció a sus
padres, criándose con dos tías paternas, Teresa y Josefa, en Ortoño y Padrón,
lejos del resto de una familia que consideraba aquel evento un suceso sacrílego
y tan solo al abrigo de su madre ya entrada la infancia.
Unas
circunstancias presentes en su obra, marcada en algunos de sus escritos por un cariño,
compasión y agradecimiento recibidos que dejaron un gran hueco a la muerte de
Teresa en 1862, tan solo cuatro años después de la boda de Rosalía.
En todo
caso, la presión social de estas circunstancias hace pensar a muchos estudiosos
de su obra, como Xesús Alonso Montero, que todo ello marcaría la personalidad de
Rosalía.
Y también
su formación. Ser la hija del cura no debió ser un condicionante favorable para
su socialización. Al margen de algunos estudios de dibujo y música en las aulas
de la Sociedad
Económica de Amigos del País no parece que Rosalía recibiera
una formación adecuada ni que su escolarización fuera como la de las niñas de
la época, circunstancias que son visibles, por ejemplo, en las numerosas faltas
de ortografía de sus escritos.
En todo
caso debemos agradecer estos hechos en cuanto formaron a una poetisa brillante
tanto en castellano como en gallego, y eso que no conocemos toda su obra, pues
parte de sus escritos serían destruidos tras su muerte por su esposo, Joaquín
Murguia, con quien mantuvo una relación un tanto artificial y, para algunos
biógrafos, tendente solo a evitar la soledad y la critica social.
Entrando en
su obra Rosalía es considerada una figura capital de Rexurdimento gallego, con
obras como “Cantares gallegos” que son la primera gran obra de la literatura
gallega y precursora de la poesía española moderna.
Y todo ello
en el contexto del siglo XIX en el que el papel de la mujer era muy secundario
y carente de protagonismo cultural o social y la lengua gallega menospreciada
como un habla vulgar de campesinos.
Su reino
fue el de la poesía, con dos obras clave: “Follas novas” y “En las orillas del
Sar” (un libro trágico, escrito en castellano y que refleja el penoso final de Rosalía),
y una sublime, “Cantares Gallegos” en la que ensalza a la sociedad gallega, a
su lengua y a sus tradiciones.
“Follas
novas” es, por su parte una obra profunda y simbólica que forma parte, junto a
las obras de Curros Enríquez y Valentín Lamas, de la gran década de los 80 para
las letras gallegas.
En todo
caso, hablamos de obras que transitan entre el costumbrismo, el intimismo, el
amor y la exaltación nacional gallega.
Pero si su
obra poética es fundamental su obra en prosa es merecedora de alabanzas. Su
primer escrito conocido, en este caso en castellano, es “Lieders” publicado en
El Álbum del Miño (Vigo) y, por lo que cuentan sus biógrafos, publicado con el
aliento de su marido.
La primera
de sus novelas sería “La hija del mar”, también en castellano, que aborda el
tema de la reivindicación de lo femenino y en el que Rosalía defiende
(especialmente en el prólogo) los derechos de la mujer en la vida intelectual.
Pero la más
destacada de sus novelas, a ojos de la crítica es “El caballero de las botas
azules”, escrito en castellano en 1867 y que resulta una enigmática fantasía
satírica en la que la escritora gallega narra diversos relatos que deambulan
entre lo onírico, los lírico y la fantasía más desbordante, con elementos costumbristas
con una intensión, posiblemente de sátira hacia la hipocresía y la ignorancia
de la sociedad madrileña, y donde son visibles las influencias de la escritora
alemana E. T. A. Hoffmann.
Pero su
obra no acaba aquí. Comparten el retrato social, la fantasía y el carácter feminista
obras también de gran altura como “El cadiceño (1866), “Ruinas” (1866), “El
primer loco” (1881), “El domingo de ramos” (1881) o “Padrón y las inundaciones”
(1881).
Centrada más
en la vivacidad y la reivindicación de su lengua, más que en su pureza, su obra
es importante por representar el momento más importante del Rexurdimento de las
letras gallegas y de la reivindicación del uso del gallego.
Su obra
denuncia y refleja, además, las difíciles condiciones de vida de la sociedad
rural gallega, reivindicando a Galicia en el conjunto de España. Pero todo ello
se hace en medio de un ambiente opresivo y pesimista, un universo angustiado por
las interrogantes que la vida presenta para la autora y la crisis de valores
que Rosalía cree ver en la sociedad de su época.
Su obra
dispuso de reconocimiento y aval, ya en su época por algunas de las más
importantes figuras de la generación del 98, como Azorín y Miguel de Unamuno,
quienes la dedicaron numerosos artículos en defensa de los valores de su obra.
En la misma línea destacan los apoyos recibidos de Valle Inclán o Juan Ramón
Jiménez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario