jueves, 29 de junio de 2017

Mi familia dice adios



Ha sido una conversación breve, una charla intensa, un dialogo triste, un adiós entrecortado. He intentado poner en mis palabras su mirada. He intentado traducir a tinta sus recuerdos escritos en agua. Ana dice adiós a su mundo, yo hoy me he despedido de ella, no se hasta cuando.
 
Mañana cumplo 17 y hoy mis padres se han rendido. Les he escuchado, sin dar crédito, como explicaban, con toda corrección, que ya no se querían, que su vida, monótona, tediosa y previsible, ya no tenía pasión ni amor, y que han decidido separarse.

Yo he quedado al margen, lejos de sus intereses, sola, y con poco valor, tan poco que mi vida ya no es motivo suficiente para evitar una traición, para forzar hablar, y para seguir sintiendo juntos, jugar juntos, reír juntos.

Hoy han sido tristes hasta mis sueños. He pasado la noche con los ojos bien abiertos, para no perder ni un detalle, entre la oscuridad, de la última noche entre ellos. He buscado atesorar un recuerdo de lo que nos unía, y como ellos, tampoco le he encontrado. Tanta pena he sentido que cuando la luz del día ha entrado por mi ventana, me he asustado, al fin y al cabo era la bandera a cuadros que ponía fin a esta carrera.

Y yo también he fallado. Yo también soy culpable, pues he vivido estos últimos años embelesada en mí misma, pendiente de un espejo y de espaldas a mi familia, y ahora comprendo el desgaste que ha ayudado a hundir un poquito más sus vidas. He colocado a uno contra otro por mis asuntos, facilitando disputas entre las que yo colaba mi interés.

Les he suplicado que me amparen, les he mostrado aquellas fotos en que abrazados jurábamos nunca separarnos y querernos más que al aire. He dado promesas, cariños, quejas, reproches, olvidos y besos. Muchos besos y caricias. Ha dado igual. La cuerda se ha roto y no he podido atrapar el último cabo. Ahora debo decidir con quien comparto mí tiempo, a quien inundo con mis cachivaches y en que aventura me presento como una intrusa. Ellos lo tienen fácil, es coger la puerta y soltar el dinero a un abogado. Muy civilizado todo, claro. Ni siquiera se han gritado. Ni un minuto tan solo han peleado o discutido por mí. Su vida ha sido al parecer tan rutinaria, que hasta yo he caído a la categoría del mobiliario. Ni por mí su pasión se ha despertado.

¿Y que hace una cuando su mundo se derrumba?. ¿Qué hago al descubrir que no soy motivo para que alguien se ame por mi, se sacrifique por mi, viva por mi?.

He descubierto de pronto la inutilidad de mi vida. Nací como fruto de dos personas que se amaban. Y era mentira. Crecí como resultado de dos personas que legaban al mundo su amor en un corazón nuevo. Y era mentira.

Pasaré el tiempo marcada por su compás, de casa en casa, en una competición de regalos y de “hoy te toca con tu madre, que yo he quedado”. Un tiempo en que ellos arrancan de nuevo su vida, sin importar lo que queda atrás. Un tiempo para mí de espera hasta que pueda volar sola. Lo justo para decir adiós, a quien ya se ha despedido.

Ana Herran

Estudiante de bachillerato (Valencia)

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