La foto
está tomada en el verano de 2008, el verano en que ella entró en mi vida y en
la de muchos alumnos de La Paz.
Desde que
tuve la suerte de entrar en el Colegio Ntra. Sra. de La Paz - Torrelavega había
sentido una necesidad constante de agradecer creando cosas útiles para mis
compañeros y mis alumnos. Así nacieron “Tu que Pias”, aquella artesanal revista,
crítica y llena de humor ácido con la que quemamos dos fotocopiadoras. El
taller del teatro, la muestra de Teatro Joven de Torrelavega (embrión de lo que
hoy son las jornadas escolares), la radio...
Pero todo cambió en 2007. Desde 2001,
Casado, Martínez y yo habíamos empezado la locura de una revista digital. Una
noche de viernes, después de dos semanas programando html se la presentamos a
Rosario Cagigas Navarro y como siempre creyó en mí y nos dijo “seguir”. El paso
de cutre a aceptable le dimos en 2006. Era ya una actividad de clase, publicábamos
todo el trabajo de El País, noticias y muchos y buenos artículos. Era la
generación de Lucia Merino, Clara Puent, Ana Villarino, Alex Gøikoetxea , Abraham
Rodríguez Solar, Carolina Gómez o la gran Laura García . Las visitas aumentaron
la calidad fue mejorando y en noviembre llegó nuestro primer éxito, El premio
nacional TIC. El diario El Mundo en su suplemento educativo nos dedicó una
página entera, el Ministerio nos concedió el sello de buena práctica y en
algunos CEP de Cantabria me reclamaban para impartir cursos. ¿Un periódico de
jóvenes que se lee en toda España?, no podía ser. Al año siguiente, en verano
el colegio y el AMPA me concedieron el premio más importante de mi vida, el
Padre Damián, junto a un vídeo precioso hechos por mis compañeros y alumnos. Era
el más importante porque me sentía útil, sentí que servia, que estaba empezando
a pagar mi deuda de gratitud.
Y en medio
llegó ella. Era una joven vasca, exiliada en Madrid por la amenaza de ETA a su
padre, destacado dirigente del PNV. Se puso en contacto conmigo porque estaba
realizando la tesina sobre el nuevo periodismo y nosotros entonces, éramos lo
más. Solo quería información y descubrir que se escondía tras aquella locura. Tras
varios correos, nos conocimos el día de esta foto. Eolapaz entonces abría
muchas puertas, a mi las de la Universidad Internacional ,
donde impartí dos años un curso sobre “Las huellas de la hispanidad en EE.UU.”
en las aulas de la UNED
a alumnos americanos de los cursos de español y a universitarios españoles como
ella.
Pronto
descubrí que era una niña especial, marcada por los golpes que la había dado la
vida, pero positiva, alegre, generosa, empática y con un talento desbordante. Los
siguientes años fueron aun mejores y los premios se convirtieron en rutina. “A
Eusebio le han dado otro premio, Ah, vale” se decía en la sala de profesores. Eran
los años en que mostrábamos cada semana todo el talento de los jóvenes de La Paz y columnas de carácter
casi profesional, como las de Zina, Ramón Fernández Gómez Kevin Pacheco
Coterillo Jose Luis Urraca Casal y su blog de cine, Pablo Arce Alvaro Saenz
Garcia o ella, Aintze. Su pequeña tesina se había convertido en un vínculo con
nosotros, nos aportaba ideas para El País, corregía textos para ayudarme, publicaba
en nuestra web y se echaba unas risas en el viejo Messenger conmigo y otros
desconocidos de eolapaz. En su soledad de Madrid había encontrado una pequeña
familia en aquella revista escolar. Terminadas su carrera de Publicidad y de
Historia del arte su trabajo la comenzó a alejar de nosotros. Encontró a un
joven ingeniero que la quería, y tras él se fue a Uruguay, donde nacería su
hijo. Estaba lejos, pero nunca perdimos el contacto, nunca se olvido de
nosotros.
Eolapaz fue
decayendo, nuestras grandes firmas se hicieron mayores y se fueron a sus
asuntos y el interés del colegio se fue diluyendo, solo éramos un armazón hueco
lleno de medallas. Pero ella no me dejó. Hace un año mantuvimos una larga
charla por whatsapp. Mi pequeña niña rubia, alegre, incisiva, esperanzada por
el futuro y llena de ilusión tenía cáncer y tenía miedo y acudió a sus amigos, y
acudió a mi. “No sabes lo que me acuerdo de aquellos años, terminando mi
carrera y colaborando con vosotros. Lo que hubiera dado por estar en alguna de
vuestras reuniones de los viernes, o haber estado con vosotros en la rotativas
de El País, o haberte acompañado en uno de tus premios”. Fue su último mensaje
hace un mes, mientras la vida se la escapaba.
Hace una
semana mi pequeña niña rubita murió. Solo nos unía un hilo de cobre atravesando
un mar entre dos mundos. Pero como todos aquellos que un día pasaron por alguna
de mis locuras, era mi niña. Con ella cierro una más de mis carpetas, una de
las más bellas de mi vida. Te quiero Aintze, ahora Dios cuida de ti.
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