domingo, 22 de diciembre de 2019

Mi vecina de la tres



Hay algo fascinante en las mujeres. Un universo pergeñado de vida, a la que marcan con el diapasón de su alma.

En la foto hay dos buenos ejemplos de mujeres especiales y admirables. Parece que miran a puntos opuestos, pero no, es que la mirada de una mujer es muy amplia, ve más allá de lo cercano y siente hasta lo recóndito.
La mujer de la izquierda se llama Diana. Un nombre latino que define a quien lo porta como la princesa que es capaz de iluminar. Y así es mi vecina del aula 3, elegante y noble como una princesa, enemiga de la oscuridad, como un candil.
Mi vecina de la 3 es una mujer que esconde tras su aparentemente frágil perfil, a una mujer llena de energía, firmeza, cariño y compasión. Por que eso que hoy llamamos empatia en realidad es compasión, si lo entendemos como actuar de forma apasionada e intensa con todo lo que emprende, con todo lo que toca, con todo lo que la reta, con todos los que dependemos de ella.
Mi vecina de la 3 tiene como lema esa palabra que pende tras ella, compromiso, una vinculación intensa con sus niños, a los que escucha, aconseja, mima y hasta sufre junto a ellos, haciendo propio todo cuanto les anima o les desarma el alma.
Mi vecina de la 3 es bella. Por fuera es evidente, por dentro atesora todo lo que provoca la envidia de quienes no lo poseemos. Sabe escuchar, sabe decir, sabe reñir, sabe llorar, sabe defender a sus niños y hasta ser firme con ellos.
Mi vecina de la 3 sabe acariciar solo con su mirada, sabe mostrar su talento en cada decisión que toma, sabe erguir un cuerpo quebrado, sabe frenar un corazón desbocado, sabe iluminar donde aparece, con voz que transmite calma y cura cualquier desconsuelo.

Mi vecina de la 3 se llama Diana y es una mujer maravillosa, como su compañera de imagen.

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