Contaba
Aristófanes, en una de sus más apreciadas tragedias, como el poder de las
mujeres en las sociedades antiguas, aunque oculto y discreto, era manifiesto.
Quizá inspirado en los ardides e intrigas de la reina macedonia, madre de
Alejandro, el dramaturgo griego inmortalizó en Lisistrata a la mujer que desde
el seno de la familia determina el mundo. Su huelga sexual, que conminó a su
marido, y al resto de sus guerreros griegos a cesar en una cruel guerra, no fue
en su momento la imposición del poder del placer, un aspecto de nuestra vida
como mujeres sobredimensionado en la sociedad actual, sino el triunfo de la
vida, porque eso somos las mujeres, la base de la vida.
Pero ese
papel tan decisivo, que Aristófanes las reconocía, ha quedado relegado al
ámbito de lo cultural. A una verdad reconocida en la intimidad, pero negada más
allá del felpudo de nuestras casas, en muchas de las cuales la mujer no pasa de
ser eso, un felpudo.
Ha pasado
un siglo desde que la comunista Clara Zetkin proclamará en Copenhague, en el
seno de la
Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, el día
internacional de la mujer trabajadora. Un siglo desde Finlandia aceptará en su
parlamento a mujeres. Un siglo desde que el asesinato de varias mujeres en los
barracones de la
Triangle Shirtwaist. Un siglo de reivindicaciones, con
resultados muy asimétricos. Este marzo de 2011 se nos presenta, con un nuevo
día internacional de la mujer trabajadora, una nueva oportunidad para
reflexionar sobre el estado de la convergencia mundial en este campo, en el de
los derechos de la mujer y su participación en la vida política y económica.
Para reflexionar sobre cuanto hemos avanzado.
Desde que
aquellas 146 mujeres trabajadoras de la fábrica textil Cotton de Nueva York
perecieron en un incendio provocado por los matones empresariales, para frenar
su protesta por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que
padecían, ¿cuanto en realidad hemos avanzado?. Si en una reciente foto, el
presidente del gobierno español, el primer ministro de un país avanzado, se
presenta rodeado de los más influyentes empresarios y dirigentes económicos
españoles, y en la foto solo aparecen dos mujeres, ¿como seria la foto en
Bangla Desh o en Yemen?.
Desde hace
meses, la Jatiyo Nari
Shramik Trade Union Kendra (Sindicato de unidad nacional de mujeres
trabajadoras), se manifiesta sin descanso en las calles de la capital
bangladeshí, Dacca, ante la mirada displicente de occidente, cuando no ante la
ausencia de miradas. Un síntoma de que la palabra internacional sobra en este
día, o es necesaria, por falta de uso.
Las
organizaciones internacionales han reclamado este día, como el punto de
inflexión en su lucha por los derechos de la mujer, a través de la educación y
la participación política, bajo un lema que lo dice todo «La igualdad de acceso
a la educación, la capacitación y la ciencia y la tecnología: el camino hacia
el trabajo decente para la mujer»..
Frente a
ello, las actividades previas a las celebraciones festivas y reivindicativas
del día 8, han estado salpicadas por polémicas históricas e inútiles. Un libro
de las historiadoras Liliane Kandel y François Picq afirma que las
reivindicaciones mundiales arrancan no de los hechos de 1911 en las fábricas de
Nueva York, sino de las manifestaciones obreras de 1857, convenientemente
manipuladas en 1955. Mientras, la historiadora Mari Jo Buhle en su obra Women
and American Socialism 1870-1920 (Las mujeres y el socialismo norteamericano
1870-1920), traslada el inicio de la conciencia trabajadora femenina a los disturbio
de 1908. ¿Y que?. ¿Que importancia tiene eso?.
En la
actualidad, la formación y la preparación de las mujeres es igual o superior a
la de los hombres, pero su grado de presencia en centros de decisión económica,
parlamentos, academias de la lengua o ámbitos deportivos es, aun hoy, exigua.
¿Os habéis dado cuenta que las mujeres ha aparecido en las revueltas de los
países musulmanes, formando parte de la masa, y para dar color, o quitarle más
bien, con sus burkas y mantos?. ¿Somos conscientes de como instituciones tan
importantes como la iglesia católica, y no digamos ya la ortodoxa o el islam,
no han aportado nada, o casi nada, en las últimas décadas a la integración de
la mujer y su valoración?. ¿Somos conscientes de los pocos pasos que se han dado
en temas como la flexibilidad laboral, la atención a madres solteras, la ayuda
a mujeres con familiares dependientes o las políticas de prevención de
maltrato?. ¿Tenemos claro que muchos medios de comunicación siguen irradiando
la imagen de una mujer solícita a los deseos del hombre, y valorada solo, en
cuanto objeto sexual y pieza instrumental de la sociedad, pero siempre
supeditada a los valores y prioridades masculinos?. Pues esas son las preguntas
que debemos responder en este día, y en los siguientes, y dejarnos de
discursos, globitos, debates históricos y sonrisitas impostadas. Porque
mientras una sola mujer este discriminada, por el simple hecho de ser mujer,
seguiremos fuera de la civilización.
Imagen
www.abuelohara.com
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