Llegó el
día. Ese en que hacemos un alto en la injusticia, hacemos fotos a las heroínas
anónimas, prometemos ante Zeus respetar a cada mujer que la vida nos ponga
delante, y hacer enmienda de nuestros errores. Llega un día propicio para la
reflexión, la toma de conciencia, y todo eso que nos decimos a nosotros mismos
y a los demás, muchas veces, tan solo, porque queda bien. Que para pegar
mujeres, marginarlas en el trabajo y fornicarlas por cuatro euros están los
otros 364.
Y es que
bien mirado, que seria de los progres de salón, de los políticos y de los
fabricantes de lazos, sin estos maravillosos días en los que nos enternecemos,
soltamos la lagrimita ante la desdicha ajena y visionamos esos crudos y
desgarradores vídeos sobre la violencia de género, el desprecio a lo femenino y
la desigualdad laboral. Seguro que hasta Gallardón hará hoy un alto en sus
agravios y participará en algún acto por los derechos femeninos. Algo con lo
que él mismo estaba muy identificado cuando era alcalde, antes de que la Moncloa le cambiara el
alma.
Son días
proclives a los sarpullidos de conciencia, a una dedicación esmerada de los
poderes públicos (que tienen de públicos lo mismo que las meretrices) a
solucionar los problemas a base de no hacer, que es normalmente lo que
practican ellos. Y para muestra un botón. Hoy es un día, una semana, llena de
anécdotas. Lacitos, colorines, discursos enardecidos, charangas, y hasta un
tuppersex en Serranillos del Valle, el alegre pueblo de Madrid en el que a la
concejala de servicios sociales, Silvia Monterrubio, no se le ha ocurrido nada
mejor para luchar por la igualdad que enseñar a sus vecinas el certero uso de
dildos, lubricantes y vibradores. Que es una idea, no cabe duda.
Como es
frecuente en España, todo un alarde festivo que rara vez sobrepasa la línea del
consuelo a las luchadores diarias, el enmascaramiento de los problemas y el
cumplimiento de un necesario trámite, como si en asuntos como la igualdad de
sexos, la conciliación familiar, el trato a la dependencia (soportado sobre el
esfuerzo de las mujeres), la igualdad laboral,
la prevención sanitaria, la educación, la creación de una sociedad
responsable y respetuosa con las diferencias de todo tipo no fuera importante
todos los días del año. Todos los días.
Cuando ayer
la secretaria de igualdad de UGT, Asunción Villalba hacia públicas las cifras
de la situación de la mujer en nuestra región, lo desolador no eran los datos,
si no comprobar como quienes debían luchar día y noche para mejorarlos, eran
los primeros que iban a gastar, al día siguiente, su tiempo, y nuestros
recursos, en carteles, banderolas, conciertos y medallas. Mientras, y tras los
festejos de hoy, las mujeres sufren un paro 3 puntos por encima de los hombres,
han perdido este último año un 10% más de puestos de trabajo, ocupan el 75% de
los empleos temporales o precarios y obtienen unas rentas de trabajo un 18% por
debajo de los hombres, a igual titulación y puesto de trabajo. Y muchas de
estas cifras siguen esperando una respuesta gubernamental. Eso sin contar las
mujeres de Cantabria que han superado los 50 años aun no han sido citadas para
pruebas preventivas de cáncer de mama y útero, que no han logrado ayudas para
guarderías, pese a sus bajas rentas o que han perdido su empleo al tener que
optar entre ayudar a un familiar dependiente o trabajar, pues carecen de ayuda
pública para afrontar ambos hechos. Y eso sin contar con que muchos de los
hombres a los que hoy se les llena la
boca con la palabra igualdad, dedican en sus hogares cinco veces menos tiempo
que nosotras en las tareas domésticas.
¿Un día de
la mujer?. Yo no comulgo con eso. Estoy totalmente en contra de los días
conmemorativos. Reconozco que tienen la utilidad de pegarnos un latigazo de vez
en cuando, que tan pronto se va como llega, todo hay que decirlo. Y reconozco
que cuentan con la virtud de poner en el escaparate la labor callada e inmensa
de quienes de verdad, no como la mayoría de la turba y sus centuriones, vuelcan
su vida en la esperanza de un mundo mejor, por justo. Poco más.
Yo estoy en
contra del día de la mujer, lo que estoy es a favor del año, de la década, del
siglo o del milenio contra la opresión a la mujer.
Decía mi
profesor de filosofía que los grandes océanos se forman de gotas de agua, y que
los grandes desiertos nacieron como un grano de arena. Esos granos, y esas
gotas deben ser nuestro objetivo. Precioso lo de dedicar hoy horas en todos los
medios a este tema, y hasta hacer una serie sobre mujeres generosas como Concha
Arenal. Más aun lo seria luego no hacer en la misma cadena chistes sexistas que
ridiculizan a lo femenino. Y no usar como reclamo publicitario y recurso
estético la sexualidad irresponsable, la reducción de la mujer a los valores
mercantiles de la vida y tantas actitudes que convierten al final estos días
tan bonitos en un ejercicio sublime de cinismo.
El mismo
cinismo que portan y blanden quienes predicando amor y solidaridad (y me consta
que la ejercen), luego se oponen fieramente a cualquier investigación
científica, que por el mero hecho de tocar el tema genético, es ya obra del
diablo. Los mismos políticos que ahora salen en los medios pregonando su
compromiso, etc, deberían contarnos que han hecho los otros 364 días del año
para cumplir sus compromisos sobre un mundo justo, que solo pedimos eso.
Deberían contarnos porque se han detraído recursos de los programas de
cooperación internacional o de las acciones previstas en zonas marginales de
nuestro país, donde la mujer sufre especialmente. Hace unos días Shaba Essen,
director de los programas de igualdad de Human Rights Watch explicaba que “Los
pocos casos de éxito en la lucha mundial contra la desigualdad de género son el
resultado de esfuerzos heroicos de individuos valientes, movilizando a las
mujeres oprimidas, marginadas y estigmatizadas”.
“Quizá
algún día seremos libre, pero ese día será este”, dicen que dijo Clara
Campoamor el primer día en que defendió en público, en España, el derecho a
voto de la mujer. Aunque al final lo logró.
Imagen
icndiario.com
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