El mundo es diverso, que duda cabe, tanto que la justicia, en su concepto mismo, se difumina en cada esquina del planeta. Mientras en lugares como Francia la cruzada contra la droga en el deporte se convierte en una obsesión enfermiza y, a menudo, cual piquete frutero, en una persecución indecente contra los deportistas españoles, aquí, en España hacemos el paripe de luchar contra el dopaje, contra la trampa institucionalizada, mediante cuatro requisas, y alguna que otra campaña publicitaria. Hasta el punto que la chapuza se salda, en muchas ocasiones, con la vejación pública de algún inocente y la reincidencia de algún sinverguenza, cazado y suelto cada seis meses.
Es un tema serio, pues al final permite, a nivel internacional la impunidad de los tramposos. De gente que puede ganar, obtener mérito, renombre y ayudas, gracias a pisotear el esfuerzo sincero de quienes empelan como único trampolín de sus gestas, su esfuerzo. Y no solo es una trampa en toda regla, que deja en la cuneta de la gloria a muchos esforzados, sino que transmite a toda la sociedad, y especialmente a los jóvenes, deportistas o no, el aliento a destruirse entre drogas y ganar sin honor.
El rizo de este caos que reina en el deporte internacional lo ha hecho la Federación Brasileña de natación. En fechas recientes, Cesar Cielo, campeón olímpico y mundial de natación, había dado positivo en Furosemida, un potente diurético que permite a los que lo utilizan borrar toda traza de consumo de anabolizantes, esteroides, EPO y demás mierda. Ante el hecho, la Federación internacional y la Corte de Arbitraje en el Deporte habían solicitado la suspensión del nadador, impidiéndole competir, así, en los recientes campeonatos mundiales de Shangai. La sorpresa ha sido que la Federación Brasileña ha desoído las recomendaciones y se ha contentado con una mera advertencia verbal, aduciendo que el deportista se ha defendido diciendo que había consumido la sustancia en un suplemento alimenticio contaminado que regularmente suele consumir. Yo había oído que en cualquier producto pueden crecer hongos y bacterias, pero lo de crecer drogas por ciencia infusa, es un logro.
No contentos, los cariocas decidieron también absolver a otros dos nadadores brasileños (Nicholas Santos y Henrique Barbosa), porque la Federación les había mirado a los ojos (a lo Revilla) y había visto en ellos su inocencia.
El asunto puede traer cola, ante el desagrado del resto de la profesión, teniendo en cuenta que finalmente Cielo ha revalidado su título en los 50 y 100 metros libres y también en los 50 metros estilo mariposa.
Si a eso unimos la laxitud en los controles anti dopaje en deportes como el fútbol, es fácil concluir la escasa voluntad de la familia olímpica por erradicar este problema, y convertir el deporte en un ejemplo de valores y actitudes para toda la sociedad. Posiblemente la cuestión sea muy sencilla, hay muchos intereses económicos y de poder que hacen odiosa una lucha real contra el problema, y muchos intereses en contra de algunos deportistas y países que alimentan su persecución. Tan sencillo como que el deporte dejará, a no tardar, en ser tal, mientras siga gobernado por ejecutivos orondos y trepadores que poco tienen que ver con su práctica, que solo emplean esta actividad para medrar y que, desde los niveles más bajos de cualquier disciplina explotan y manipulan a niños y jóvenes en su propio beneficio. Un ejemplo de esta actitud, el reportaje que emitió la pasada semana televisión española, en el que se retrataba, con la cámara de testigo, el trato violento y despreciativo de diversos entrenadores y directivos hacia niñas, de menos de doce años, que practicaban gimnasia rítmica, y sobre las cuales, toda esta caterva que pulula en torno al deporte, había depositado unas ansias de triunfo personal, que ellos mismo serían incapaces de conseguir por sus mérito.
En todo caso, y siendo prácticos, la conclusión es sencilla, Contador, hazte brasileño.
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