Cuando un
administrador de las cosas de todos, un político, fracasa en sus obligaciones (algo
desgraciadamente usual en nuestros días) no hay nada como salirse por la
tangente. Aunque ello signifique poner una navaja en el cuello de sus
conciudadanos, o en la garganta propia.
La
situación creada por el pulso entre el gobierno catalán y el gobierno central
español (que no entre catalanes y españoles, si es que hay diferencia entre
estos) es un ejemplo del fracaso de uno de los rasgos más escasos en nuestros
tiempos, la capacidad de dialogar y acordar.
Hasta ahora
nos habíamos acostumbrado al dialogo de besugos de la UE , en la que los gobernantes
hablan y hablan sin llegar nunca a ninguna parte, mientras los pueblos se
hunden y hunden, en el fango del paro y la miseria para pagar las cenas de los
que deberían resolver sus problemas y no lo hacen. Pero lo de Cataluña es un
paso más, o tres si cabe.
El primero,
romper las reglas y desobedecer la ley cuando a uno no le conviene, que eso
pretende Arturo Mas.
El segundo
hacer dejación de las responsabilidades inherentes al gobernante. Eso hace
Rajoy, oír con cara de pingüino para luego decir “No, no y no”. Y se acabó la
discusión. Luego, ya lo se, se va por ahí y dice que por él no quedará el
dialogar y buscar soluciones. ¿Y por que no empezó en Moncloa las veces que ha
tenido enfrente a Mas?, allí le ha tenido, en Bruselas o China no.
No estaría
de más recordar como el gobierno republicano de Azaña afrontó el intento
secesionista de Macia en 1931, y como recondujo la situación hasta convertir la
independencia catalana en la autonomía del estatuto de Nuria, y sin violencia,
y hablando cara a cara, no a través de la prensa. Como podríamos recordar la
firmeza de Suárez en la época de Tarradellas, en la primera transición, o los
manejos de González y Pujol en los años 80 (ya lo se, es un mal ejemplo ético).
Y el
tercero dar ejemplo de incongruencia. El PP no quería el actual sistema de
financiación autonómico, y ahora le defiende. Y CiU si le voto, y ahora le
repudia. ¿O hay algo más?
Incapacidades
aparte, hay muchas cosas más. La clase política catalana se encuentra
desbordada por un caos financiero y una corrupción descubierta cuya hondura no
acertamos muy bien a conocer. Una crisis que obligará, si Dios no lo remedia, a
hacer trizas al estado del bienestar en esa comunidad. Y nadie se atreve a
asumir responsabilidades.
CiU porque
cuando el agujero se hizo gobernaba muchas diputaciones y alcaldías, y PSC, ERC
e IU porque controlaban el gobierno regional, quemando dinero sin conocimiento.
Resucitar ahora las viejas reivindicaciones nacionales, y agitar al viento un
trapo de colores, ahora, cuando las cosas se ponen feas, parece la única
salida, aunque sea imposible. Todos saben que Cataluña no podrá sobrevivir sin
España y sin la UE ,
y que los costes de crear un nuevo estado y cargar con aranceles son
inasumibles. Eso sin tener en cuenta que el artículo 4.2 del Tratado de la Unión hace imposible admitir
un estado surgido de la escisión no deseada de un miembro. Eso sin contar con
que el PP agitará a todos los gobiernos de la internacional conservadora contra
Mas. Eso sin contar con que la UE
no puede abrir la puerta a un separatismo en cadena que multiplique sus
miembros y la convierta en una multitud de mini estados ingobernable.
Pero dicho
todo eso hay algo que no debemos olvidar y que le debemos a Cataluña, y también
al País Vasco. En su momento, tras la muerte de Franco y el fin de su
dictadura, los padres de la patria crearon, a través de nuestra actual
constitución, una estructura de estado provisional, pactada, tendente a aliviar
las tensiones de aquel momento, pero reconozcámoslo, provisional.
El actual
sistema autonómico que rige España no solo es financieramente inviable y, junto
a grandes logros, un pozo de corrupción y dispendio, es además una estructura
injusta. No tiene sentido, a la luz de la historia de nuestro país, que
establezcamos, en pie de igualdad, la capacidad de autogobierno de Murcia, de
Extremadura y la de Cataluña.
No tiene
sentido que radicando uno de nuestros mayores conflictos históricos en la
existencia de diversas identidades nacionales, no hayamos dado ya los pasos
para crear un estado federal moderno y estable.
No tiene
sentido que aceptemos el concierto económico en algunas comunidades (la vasca y
la Navarra ) y
no en otras.
Y no tiene
sentido que admitamos que el sistema de financiación autonómica sea revisable
de manera quinquenal y que cada vez que toca su reformulación nos rasguemos las
vestiduras porque uno de los afectados pide que en esa revisión se tomen en
cuenta sus intereses.
Quizá
alguien debería ir al cárcel por llevar a la ruina a un pueblo, pero también
quizá alguien debería recordar que gobernar es escuchar, y pactar y resolver
problemas, no crearlos, y mucho menos taparlos, o dejar que se pudran.
Imagen
elpais
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