Han tenido
que pasar 66 años para que la obra más esencial del escritor norteamericano
Woody Guthrie vea la luz y ediciones Anagrama nos traiga a los estantes de las
librerías una obra a la altura de maravillas como “las uvas de la ira” de John
Steinbeck. En ambos casos un retrato doloroso de personajes atrapados entre sus
naturalezas y un contexto social violento, desangrado y deshumanizado.
La obra
había pasado desapercibida hasta que despertó, hace bien poco, el interés de
Johnny Depp, que vio en la obra una joya digna de una película, justo lo que
Guthrie quería cuando concibió la historia.
“Una casa
de tierra” es una historia de desgracias, las de las vidas de Tikke y Ella Mae,
lánguidas en una destartalada cabaña del rincón más árido de Texas, entre dos
momentos críticos de la vida de cualquier pareja, el éxtasis del amor y el
dolor de un parto. Dos instantes tan brutales y directos, que historiadores
como Douglas Brinkley consideran que ese carácter tan explícito es el que nos
ha arrebatado la historia en estos años.
Una
historia sobre el Apocalipsis personal en mitad de una carretera al paraíso, la
ruta 66, que atravesaron los soñadores de de los 50 y los 60, camino de la
soñada California.
Tikke y
Ella Mae vivirán con la locura del amor intenso, de la soledad amarga, de la
dependencia el uno del otro de los abandonados por la sociedad, el miedo de
quienes sufren la miseria y la aflicción del olvido de los poderes y los abusos
de malos tiempos creados por los poderosos. Con todo ello se forma el dialogo
inquietante de dos personas que luchan contra un destino injusto, y que
sobreviven, se divierten, se enfadan, se duelen y se maldicen, casi a partes
iguales y todo ello en el marco de la lucha por construir una casa, una casa de
tierra, de adobe y polvo, sobre cuyos endebles cimientos deambulan sus miserias
y sus sueños. Todo un retrato de la gente que le rodeo, la gente que aun hoy
solo nace para un papel secundario en este mundo de tarjetas en negro y
comisiones.
El autor,
Woody Guthrie, fue un hombre desconcertante y polifacético, rondando lo
renacentista. Músico country, pintor ambulante de carteles, escritor,
vagabundo, actor ocasional y soñador impulsivo. Con esos rasgos, no es difícil
comprender que Woody se convirtiera en aquellos años de la gran depresión de
los gritos de sus conciudadanos, y que intentará dar a su gente, con sus
palabras, unos cimientos sólidos, para una casa en la que no se colasen el
frío, el calor y el viento seco.
Pero no
todo es dolor. Como en sus canciones, la obra de Woody busca la justicia, y nos
muestra personajes que no cejan en el propósito de vivir, a pesar de que todo
lo externo les empuja a lo contrario.
Una casa de
tierra es un grito de desesperanza con pequeños atisbos de belleza: el amor, el
sexo, la vida y la risa siguen presentes en todo momento. Un mensaje final que
debe marcar nuestra reacción ante el destino agrio que los poderes nos pretenden
imponer.
imagen
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