Uno de los
episodios más fascinantes y desconocidos de la Primera Guerra
Mundial y, en general, de la historia política europea es el del papel de las
marinas de guerra de las que, para algunos, han sido las potencias secundarias
europeas. El Imperio Austriaco, el país que ha pasado a la historia por ser,
con su invasión de Serbia, el iniciador de la Gran Guerra , tiene
mucho que decir en esta historia.
Austria no
había sido, en las edades media y moderna, una potencia naval, al ser, como era
un país casi sin salidas al mar, dado el expansionismo otomano, y con poca
vocación marítima.
La posesión por los Habsburgo de la corona española había hecho que sus necesidades navales quedaran cubiertas por la marina española y sus aliados italianos.
Precisamente las divergencias, durante las alianzas y contralianzas del XIX, entre italianos y austriacos, y su rivalidad durante el proceso de la unificación italiana, que pasaba por la salida de los cisalpinos del Veneto yla Lombardia ,
hicieron ver a los monarcas austriacos la necesidad de una fuerza naval que
defendiese sus intereses en el Adriático, y la diera el caché de potencia
europea.
La posesión por los Habsburgo de la corona española había hecho que sus necesidades navales quedaran cubiertas por la marina española y sus aliados italianos.
Precisamente las divergencias, durante las alianzas y contralianzas del XIX, entre italianos y austriacos, y su rivalidad durante el proceso de la unificación italiana, que pasaba por la salida de los cisalpinos del Veneto y
Así, en
1867 la monarquía dual (Austro Hungría), decidió crear la fuerza naval del
Imperio austrohúngaro, con el nombre oficial en alemán era Kaiserliche und
Königliche Kriegsmarine, es decir, Marina de Guerra Imperial y Real (Imperial
de Austria y Real de Hungría), más conocida por KuK Kriegsmarine.
Sus
arsenales y bases principales se encintraban en Triste (actual Italia), Pola
(Croacia) y Cattaro. Buenos puertos, y diques (como el de Pola) de los más
grandes y mejores del Mediterráneo. Hasta la Gran Guerra , Austria
había intentado superar sus carencias (falta de tripulaciones y mandos bien
adiestrados, de vocación marinera y de buenos constructores, con dinero y
empeño, en una flota desigual en su concepción, construcción y organización.
En esos
años, la armada austriaca había participado, con cierto éxito en expediciones
al Ártico, en la lucha, junto a otras potencias, contra la rebelión china de
los Boxer, y en distintas operaciones estratégicas en el Mediterráneo, como en
la intervención aliada en Creta contra los intereses turcos y a favor de
Grecia.
En los
primeros años de guerra,, el mando imperial había intentado emplear la flota
con prudencia, a fin de mantener su potencial disuasoria, a la vez que
emplearla en operaciones de castigo contra los aliados en el frente italiano y
del Adriático, sirviendo como una primera línea de choque, o entretenimiento,
contra los aliados, más pendientes de la amenaza otomana.
Los
austriacos habían contado, para cumplir ese objetivo con la inestimable ayuda
de la ineptitud aliada, que mantenía en el Mediterráneo oriental una confusa
fuerza naval, mal coordinada y enfrentada por egos irreconciliables y barreras
lingüísticas que evitaron durante toda la guerra la cohesión de las armadas de la Entente.
Pese a
ello, el potencial humano de la armada imperial no dejaba margen para grandes
operaciones. Entre 1915 y 1917, la actividad naval imperial se limito a
operaciones de castigo contra las costas italianas, su antiguo aliado y el
hostigamiento de bases aliadas y convoyes mercantes. En esa línea se inscriben
los bombardeos de las ciudades italianas de Ancona, Rimini, Vieste,
Manfredonia, Barletta, y de las líneas de comunicación costeras de ese país
(puentes, carreteras, dársenas y ferrocarriles). La única batalla reseñable se
produciría en 1917, en el ataque de la flota imperial contra Durazzo, donde
italianos y franceses intentaban el Dunkerque del ejercito serbio. Pese al
inicio favorable a Austria de la operación, un campo minado hundió dos
destructores y dejado averiados a otros tantos, lo que provoco la reducción de
operaciones de la K.u .K.
Kriegsmarine.
Pese a que
la batalla hizo ver a los aliados la vulnerabilidad de sus contrincantes, la
escasa capacidad operativa italiana, y el carácter acomodaticio de franceses e
ingleses, que se resistían a llevar ellos solos el peso de las operaciones,
hizo que la situación bélica se estancara.
En esa
inactividad aparente también influía la construcción por los aliados, a
principios de la guerra, de la llamada barrera de Otranto, en el estrecho del
mismo nombre, que con mallas anti submarino y de superficie, barreras flotantes
y barcazas cañoneras y dotadas con cargas de profundidad impedía a
Austro-Hungría salir al Mediterráneo, a Alemania apoyar o actuar en el Adriático,
y confería a los aliados una fundada tranquilidad.
Con su
marina casi intacta y poco decisiva en la guerra, la posición del almirante
Horthy, máximo jefe de la flota imperial se había vuelto delicada, y al borde
de la caída en desgracia, algo fácil y peligroso en un sistema autoritario como
el imperial, al ser poco menos que acusado de inutilidad, sino de cobardía.
Ello impulsaría al almirante a diseñar una operación, arriesgada y mal
preparada para destruir la barrera. Una operación más para su mayor gloria, que
para la de Austria.
Junto al
interés político y militar de la operación, la barrera de Otranto suponía una
creciente asfixia para la economía austriaca, privada de suministros vitales
como combustibles. Para solventar esas dificultades, la armada imperial
realizaría, a lo largo de 1917, cuatro pequeños ataques contra la barrera. Su
fracaso abriría la necesidad de una operación de más envergadura, a instancia
de Horthy.
El primer
gran intento de ataque se produciría entre el 14 y el 15 de mayo de 1917. El
alto mando imperial diseño una operación amplia, que incluía el bloqueo con
submarinos del puerto de Brindisi, para impedir la llegada de refuerzos aliados
en medio del ataque. La
KuK Kriegsmarine consiguió destruir un convoy de municiones,
14 barcazas artilladas y dos destructores aliados. Pero la falta de combustible
y de reservas llevó a la flota, liderada por los destructores SMS Czepel, SMS
Balaton, SMS Novara, SMS Saida y SMS Helgoland, a poner rumbo al norte para
buscar abrigo y reponer. La falta de decisión del mando impidió culminar la
acción, al tiempo que los aliados se apresuraban a reconstruir la barrera.
Los planes
de ataque quedarían interrumpidos tras la rebelión de los casi cuarenta buques
imperiales de la flota de Bocas de Kotor, cuyos marineros clamaban por mejores
condiciones y por el final de la guerra.
La revuelta
se saldó con la ejecución del líder de la revuelta, el bohemio František Raš,
el hundimiento de algunos barcos por la artillería de costa, leal al monarca y
la muerte o encarcelamiento de casi un millar de marineros. Un golpe muy duro,
que obligó al almirante imperial, cada vez más debilitado, a impulsar un último
intento, ya en las postrimerías de la guerra de salvar el honor de la flota y
reconducir un conflicto que se veía ya desesperado.
Para ello
Horthy planeo una operación contundente, con lo más granado de la flota, sus
poderosos acorazados de la clase Tegethoff, que casi no había, en cuatro años,
entrado en combate. El origen de estos barcos se encontraba en las viejas
rivalidades con su vecino italiano, que habían impulsado, incluso desde antes
de la Gran Guerra ,
a un programa de rearme naval, más espectacular que operativo. Para ello,
Austria había construido en los astilleros húngaros Ganz&Company, el
acorazado Szent István, en honor al primer rey cristiano de Hungría, San
Esteban (en castellano), hermano de los poderosos Viribus Unitis, el Tegetthoff
(que daba nombre a la clase) y el Prinz Eugen.
Frente a
esos monstruos marinos, Italia había apostado por un arma más sencilla, pero
que a la postre se revelaría más eficaz, las lanchas torpederas MAS (Motoscafo
Armato Silurante), con motores con sistema silencioso para facilitar su sigilo.
Amparados
en la noche, la flota imperial saldría en dirección a Otranto en la madrugada
del 10 de junio de 1918, en dos grupos de combate, liderados el primero por el
acorazado Tegetthoff, y el segundo por el novísimo Szent Itsvan, recién salido
de astilleros tras algunos meses de reparación y modernización, las joyas, por
tanto, de la armada.
La
inminencia del final de la
Guerra , sino se remediaba, y la baja moral del país, habían
llevado a montar una operación apresurada, donde se había dado prioridad a
acomodar a la prensa, que filmaría la gran victoria, que a los preparativos
militares.
Los dos
grupos navales saldrían con 1 hora de diferencia, para evitar una flota tan
numerosa que fuera detectada. Pero tras el primer grupo, cuando la flotilla del
Szent Itsvan se disponía a salir, se topo con la barrera de su puerto cerrada.
El oficial de operaciones no se había coordinado con el capitán del puerto. La
flota salió con más de una hora de retraso, lo que impediría llegar al punto de
encuentro a la hora convenida y evitaría actuar de noche.
Cuando el
acorazado austriaco, que navegaba a toda maquina, se disponía a llegar al punto
de encuentro acordado, para iniciar el ataque a Otranto, con parte de la
tripulación dormida, una lancha torpedera italiana, capitaneada por el teniente
Luiggi Rizzo, consiguió colarse en medio de la formación austriaca, sin ser
detectada, y lanzar dos mortales torpedos contra el Szent Itsvan.
Ante la
mirada consternada del resto de la flota, y de su gemelo, el Tegetthoff, el
buque se hundía, y con el las posibilidades de ataque, y el destino de Austria
y de su almirante. Todo ello filmado por los periodistas embarcados. Murió un
centenar de hombres, el estado perdió millones con aquel barco y quedo
demostrada la inutilidad, en la guerra moderna, de aquellos gigantes del mar.
Junto a la
dirección de la campaña, muy errónea, el barco encontró su muerte en su diseño,
realizado en los astilleros húngaros de Ganz&Company, una empresa sin
experiencia en este tipo de buques, que había permitido las imposiciones
técnicas de los militares, que habían impuesto un buque de bajo desplazamiento,
para aumentar su velocidad, descompensado con un centro de gravedad muy alto,
agravado por el peso de sus gigantescos cañones de 305 mm . Y que carecía, para
ser más ligero y maniobrables, de redes anti torpedo
Tras el
incidente la flota no volvió a actuar, siendo entregada, casi intacta, al nuevo
reino de Yugoslavia, nacido de los tratados de Versalles, para que no cayese en
manos aliadas. La entrega incluía buques de guerra y mercantes, puertos,
arsenales y fortificaciones costeras. Pese a ello, la mayor parte de los buques
fueron apresados por las marinas italiana y francesa, acabando sus días la
gloriosa flota imperial, sirviendo como blanco en las prácticas de tiro de la
marina gala.
Imágenes de
wikipedia.org y wiribusunitis.ca
No hay comentarios:
Publicar un comentario