Después del
desastre del 98, el régimen de la Restauración quedó muy herido. Los dos grandes líderes
de los partidos del turno, Cánovas y Canalejas dejaron la escena política a una
nueva generación, encarnada por Maura y Canalejas. Ambos serían los últimos
reformadores, marcados por el espíritu regeneracionista que intentaron con sus
medidas evitar una revolución que los movimientos obreros ambicionaban o un
golpe militar que acabase con el sistema.
Todas estas tensiones se encuentran
detrás de la historia del colonialismo español en Marruecos, sin el que no es
posible entender la historia española de principios del XX. Allí encontró su
tumba el gobierno Maura. Allí aprendió el oficio el general Franco y allí murieron
miles de jóvenes, alimentando los procesos revolucionarios del periodo. Por eso
hoy lo estudiamos.
España
había iniciado la penetración colonial en Marruecos durante el reinado de
Isabel II, con la pretensión de proteger sus intereses en las ciudades de Ceuta
y Melilla y asegurar las zonas mineras que eran periódicamente asaltadas por
bandas marroquíes. Prim, uno de los héroes de estas guerras, sería,
posteriormente, uno de los líderes del Sexenio.
A
principios del siglo XX España, tras la pérdida de sus colonias en 1898,
intentó ampliar sus zonas de influencia en Marruecos buscando prestigio
internacional y nuevos mercados.
Las
tensiones coloniales previas a la Primera
Guerra Mundial, habían estado a punto de provocar una guerra
entre Alemania, Inglaterra y Francia debido a las reclamaciones territoriales
de Alemania en el norte de Marruecos. Para solucionar este conflicto de
intereses, en una de las pocas zonas no colonizadas del continente se convocó la Conferencia de
Algeciras (1906), tras la cual (y el posterior tratado de Fez de 1912) España
quedaba encargada de la tutela del norte de Marruecos y Francia de la zona sur
(más rica y amplia).
El
estallido de una guerra civil en el Marruecos español, produjo acciones
hostiles de las cabilas rifeñas sobre los obreros y compañías mineras que
construían el ferrocarril de Beni Fu Ifrur en torno a Melilla, lo que llevó al
entonces primer ministro Antonio Maura a una intervención militar masiva en el
protectorado, que desencadenaría la denominada “Guerra de Melilla” en 1909 y los
sucesos de la Semana
Trágica.
Maura decretó
el envío de las Brigadas Mixtas de Cataluña, Madrid y Campo de Gibraltar, y unidades
de reservistas, de las quintas de 1903 a 1907. Hombres que ya habían hecho el
servicio militar y quedaban a disposición del estado para situaciones de
emergencia. Posiblemente, ante la amenaza de un conflicto europeo, Maura
pretendía un ensayo de movilización,
pero la tensa situación social en la
España de la época y el mantenimiento de las injustas quintas
(ley de reclutamiento que permitía que un hombre no acudiera a filas y en su
lugar fuera otro, si podía pagar 6.000 reales, cantidad desmesurada para la
época, pues un obrero no ganaba más de 10 reales al día) provocaron un drama.
Mal preparadas y pertrechadas, la tropas fueron emboscadas en el llamado
Barranco del Lobo. Fue una matanza y un desastre militar que estuvo a punto de hacer perder las ciudades de Ceuta y Melilla.
Los hechos
desencadenaron un aluvión de protestas en contra de la guerra en forma de
artículos en la prensa, de mítines y manifestaciones, que degeneraron en
motines y revueltas, especialmente en Barcelona, que acabaron en una fuerte
represión.
En varias
ciudades como Cádiz, Madrid o Málaga y, especialmente, en Barcelona las
protestas contra el envío de tropas provocaron muchas víctimas, entre ellas
Ferrer y Guardia, un líder anarquista acusado en Barcelona de liderar las
revueltas y ejecutado.
Finalmente
el rey depondría a Maura de su cargo. La Semana Trágica (como se
denomina a este conjunto de acontecimientos) sería un paso más hacia la crisis
de la monarquía, el afianzamiento revolucionario y el fracaso del
regeneracionismo.
Militarmente
la situación se acabo controlando. Tras la entrada de tropas francesas en Fez
(1911), los españoles aceleran su penetración en la zona ocupando militarmente
las regiones de Yebala y Rif Oriental. Esta ocupación queda confirmada tras el
establecimiento de un protectorado franco-español en Marruecos (1912). La parte
norte, con capital en Tetuán, quedaba bajo protección española, mientras que el
centro y sur del país era para Francia y Tánger quedaba declarada como zona
internacional.
Las
tensiones internacionales de la Guerra Mundial y la rebeldía de los caudillos
rifeños impidieron a España hacer efectivo su protectorado entre 1912 y 1918,
más allá de los territorios que ya controlaba.
Concluida la Guerra Mundial en
1918, el alto comisario Dámaso Berenguer, amigo y protegido del rey Alfonso
XIII, inició una serie de operaciones en Yebala para, de una forma paulatina,
ir extendiendo el control español por todo el territorio. Pero el general
Fernández Silvestre, comandante de Melilla, inició por su cuenta una serie de
arriesgadas operaciones que, aunque tuvieron un éxito inicial, acabaron en el
desastre de Annual y Monte Arruit, una auténtica matanza que acabó con la vida
de 12.000 hombres y grandes pérdidas materiales. Las dudas sobre la actuación
de los comandantes españoles y las sospechas de abandono a los hombres y falta
de material por la corrupción reinante produjeron una crisis nacional y la
exigencia de una investigación por parte de las fuerzas de izquierda llevó a la
apertura de una comisión de investigación dirigida por el general Picaso, cuyas
conclusiones apuntaban a la corrupción del rey y sus militares y políticos
partidarios.
Se
considera a este hecho como uno de los detonantes de la intervención militar de
1923, en la el General Primo de Rivera, con el asentimiento del rey proclamaría
la dictadura.
Tras tomar
el poder, los militares iniciaron una serie de operaciones en Marruecos para
recuperar su prestigio y vengar Annual.
Con ayuda
francesa, los españoles reconquistaron el Rif Oriental haciendo retroceder a
Abd el Krim, líder de la revuelta. En 1925 una gran operación militar
(desembarco de Alhucemas) rompio las líneas rebeldes e inclinó la guerra de
parte de España que toma la capital rebelde (Axdir) y fuerza en 1927 la entrega
de Abd el Krim a las tropas francesas con lo que se completa el dominio sobre
todo el protectorado. Acabar con la guerra de Marruecos es la gran victoria de
la dictadura y lo que la hará popular hasta su caída en 1930.
Imagen ABC.es
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