Más que una
derrota militar y la pérdida de un imperio, el sistema de la Restuaración vivió
una profunda crisis en 1898, larvada, especialmente, con el crecimiento de la
oposición que hemos estudiado y en la
Guerra de Cuba que explicaremos en las próximas líneas.
Este básico
es un resumen del tema 29, donde puedes encontrar explicaciones complementarias
y ampliadas.
La isla de
Cuba era una de las pocas posesiones coloniales que aún conservaba España y
ocupaba el primer puesto mundial en producción de azúcar, era además una isla
moderna y muy desarrollada, pero dependiente políticamente de España. Esta
dependencia política económica generó la aparición de un movimiento guerrillero
independentista y el estallido de la 1ª guerra de Cuba (1868-78), un pronunciamiento
protagonizado por la burguesía criolla y por la guerrilla de mestizos y negros
liberados de la esclavitud por los sublevados. Ni la Constitución de 1876
ni la paz de Zanjón resolvieron el problema y en 1879 estalló la segunda guerra
de Cuba o “guerra chiquita”, dura y rápidamente reprimida por el ejército. En
los años siguientes hubo conatos revolucionarios. La solución pudo haberse
producido si hubiera prosperado el proyecto de reforma de autonomía política
para Cuba defendido por Antonio Maura, pero el proyecto, esperado por la
sociedad cubana no fue aprobado.
Las
tensiones entre la colonia y la metrópoli aumentaron a raíz de la oposición
cubana a los fuertes aranceles proteccionistas que España imponía para
dificultar el comercio con EE.UU, principal comprador de productos cubanos a
finales del siglo XIX.
La
condición de Cuba como espacio reservado para los productos españoles se
reforzó con el arancel de 1891, que daba lugar a un intercambio sumamente
desigual, lo que provocó un gran malestar tanto en la isla como en EE.UU. El
presidente McKinley, que ya había expresado su deseo expansionista en las islas
del Caribe y del Pacífico e incluso negoció la compra de Cuba, amenazó con
cerrar las puertas del mercado estadounidense a los principales productos
cubanos (azúcar y tabaco) si el gobierno español no modificaba la política
arancelaria de la isla. Al fundamentado temor a que se produjese una nueva
insurrección independentistas, se sumaba ahora el temor a que esta pudiese
contar con el apoyo de EE.UU.
El año
1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, protagonista de la
revuelta independentista iniciada en febrero de 1895 (el grito de Baire), es la
3ª guerra de Cuba. La insurrección comenzó en la parte oriental de la isla y
entre sus dirigentes contó con Antonio Maceo y Máximo Gómez, que consiguieron
extender la guerra a la parte occidental de la isla, tradicionalmente menos
rebelde. El gobierno, presidido por Cánovas, respondió enviando un ejército a
Cuba, al frente del cual se hallaba el general Martínez Campos, el militar más
adecuado para combinar la represión militar con la flexibilidad necesaria para
llegar a acuerdos que pusiesen fin al levantamiento.
La falta de
éxitos militares decidió el relevo de Martínez Campos por el general Weyler,
llegó a la isla con la voluntad de emplear métodos más contundentes que
acabasen con la insurrección por la fuerza. La ofensiva de Weyler fue
acompañada de la “concentración” de los campesinos en unas aldeas cerradas para
aislarlos de las tropas insurrectas. Pero la dificultad de proveer de alimentos
y de facilitar asistencia médica, tanto al ejército como a los campesinos,
trajo consigo una elevada mortalidad entre la población civil y los soldados.
Además, la guerra provocó la destrucción de plantaciones, vías férreas y la
economía cubana se resintió notablemente.
Tras el
asesinato de Cánovas (1897) un nuevo gobierno liberal decidió a la desesperada
probar la estrategia de la conciliación. Relevó a Weyler del mando y concedió
autonomía a Cuba (noviembre 1897), el sufragio universal, la igualdad de
derechos entre los insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Pero
las reformas llegaron demasiado tarde: los independentistas, que contaban con
el apoyo estadounidense, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades. Los
motivos del gobierno norteamericano para expulsar a España de Cuba eran de
carácter económico (apoderarse de los yacimientos mineros y las plantaciones de
azucar) y de tipo geo-estratégico para afianzar su dominio militar y naval en
el Caribe y Centroamérica.
En 1898
EE.UU se decidió a declarar la guerra a España. El pretexto fue el hundimiento
, tras una explosión de uno de sus buques de guerra, el Maine. En abril, los
americanos intervinieron en Cuba y en Filipinas, desarrollando una rápida
guerra que terminó con la derrota de la escuadra española en Cavite (Filipinas)
y Santiago (Cuba) y Puerto Rico. En diciembre de ese mismo año se firmó la Paz de París.
Por 20
millones de dólares, como indemnización, España cedió a USA Cuba, Puerto Rico,
Filipinas y la isla de Guam. En febrero de 1899 vendía a Alemania las últimas
islas que le quedaban en el Pacífico: Marianas, Carolinas y Palaos. USA y
Alemania impulsaban su política imperialista, mientras España puso fin a su
imperio en Ultramar. El desastre colonial del 98 culminaba el proceso de
emancipación que se había iniciado tras la Guerra de Independencia.
La derrota
de España en la guerra con USA de 1898 y la independencia de las últimas
colonias del “Imperio español” puso de manifiesto el problema de España: su
atraso y aislamiento con respecto a los países más desarrollados de Europa y
USA.
Las
consecuencias del “desastre del 98”
no se limitaron a las pérdidas territoriales. Este suceso afectó al conjunto
del sistema y las transformaciones más representativas fueron:
1º.-
Cambios políticos: el relevo de Cánovas y Sagasta. En los últimos años de la Regencia de Mª Cristina
se rompe la estabilidad creada por los líderes de los dos partidos dinásticos:
el partido liberal y su líder, Sagasta, tuvieron que sufrir la grave crisis de
1898 y asumir el desprestigio político ante la opinión pública producido por la
derrota. Tras la muerte de Sagasta en 1903, el partido se dividió en varias
tendencias y sus nuevos jefes (Moret, Canalejas, Romanones,…) no lograrán unir
nunca al partido. Por su parte, tras el asesinato de Cánovas (1897), el jefe
del partido conservador fue Silvela hasta 1902 y, en los primeros años del
reinado de Alfonso XIII, Antonio Maura, quienes manifiestan su deseo de
regenerar la vida política y modificar el sistema de la Restauración.
2º.- La
economía española, y especialmente la industria catalana, perdió un excelente
mercado para sus productos y unas materias primas baratas, pero lograron atraer
capitales de los indianos enriquecidos. Los enormes gastos de la guerra
ocasionaron una devaluación de la peseta, inflación de precios, aumento del
déficit del Estado y, al final, la necesidad de aumentar los impuestos y
reformar la Hacienda ,
obra realizada por el ministro Villaverde. Estos afectos apenas se paliaron por
el repatriamiento de capitales.
3º.- Frente
al fracaso del nacionalismo español en 1898, los republicanos federalistas se
hacen nacionalistas y crecerán con fuerza en el siglo XX los nacionalismos
catalán (Lliga Regionalista) y vasco (PNV) y, en menor medida, el gallego, andaluz
y valenciano.
4º.- El
sacrificio de los jóvenes “llamados a quintas” que lucharon en las colonias,
cuestionó el sistema de reclutamiento de tropas y las deserciones volverán a
producirse en futuros conflictos. Por su parte, el ejército exigirá a los
sucesivos gobiernos la necesidad de modernizar el armamento y de recuperar su
prestigio.
5º.- Los
intelectuales criticarán el sistema de la Restauración y exigen
la regeneración del sistema. Una regeneración que exigía una revolución “desde
arriba”, que limpiase el sistema electora, desarrollase una reforma educativa y
modernizase le economía y las infraestructura. Una generación de políticos se
irán apartando de los partidos dinásticos y defenderán las ideas de los
partidos de la oposición: Joaquín Costa, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y Pérez
Galdós las ideas republicanas; Giner de los Ríos o Besteiro las socialistas.
En
conclusión, la crisis del 98 planteó la necesidad de importantes cambios para
conocer y mejorar las condiciones de vida del pueblo (la “España real”),
modernizar la sociedad y la economía, reformar el sistema político y recuperar
el prestigio perdido en el 98. Todo ello se intentará en las diversas etapas
del siglo XX, empezando durante el reinado de Alfonso XIII.
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