Sin atención
ni gloria ha pasado por una de las cadenas españolas de cable la proyección de “Invisibles”.
"No
sabemos si las imágenes y las palabras salvan vidas, pero si sabemos que el
silencio mata". Así explicaba en su día Aitor Zabalgogeazkoa,
representante de Médicos sin Fronteras en España, el objetivo de esta gran película,
un sobrecogedor trabajo del español Javier Bardem, en esa ocasión como
productor.
El retrato
de nuestra ruina como sociedad lo compone Bardem a través de cinco historias,
que muestran otras tantas miserias, no por quien las padece, sino por quien las
provoca y permite con su mirada apartada. Bardem se rodeó para este experimento
de directores de solvencia, no solo en cuanto a su dominio técnico, sino en su
compromiso moral con la sociedad con la que viven. Isabel Coixet, Mariano
Barroso, Fernando Leon, Javier Corcuera y el alemán Wim Wenders.
Dijo la
crítica que la película adolecía de una cierta parsimonia y desigualdad en su
ritmo expositivo. Son cinco historias, cinco pequeñas películas, no una. Bien
está una pausa para coger aire, ante tanto dolor. Isabel Coixet abre el fuego
con "Cartas a Nora", una reflexión sobre una industria farmacéutica
tan preocupada por la calvicie y el acné, que olvida que el parasitismo o las
pandemias están haciendo tabla rasa de generaciones enteras en el llamado
tercer mundo. Ahonda en el tema Barroso en sus "Sueños de Blanca",
una historia que recorre el olvido de los fármacos contra la enfermedad del
sueño, hasta que los efectos secundarios de uno de ellos, se descubrieron
hádicos contra la calvicie. Pero quizás las tres partes que me parecen más
memorables sean "Buenas noches Ouma", "Crímenes invisibles"
y "La voz de las piedras". Tres miradas al universo imposible de los
niños soldados en Uganda, en Colombia y en Congo. Tres lugares donde el robo de
la infancia, y la siembra del odio se plasman en el secuestro, la violencia
genocida y la prostitución forzada de miles de niños y niñas.
Lejos de allí,
en Santander, el mismo objetivo fue perseguido en su día por la Fundación Botin ,
que cuenta entre sus éxitos actividades de sensibilización hacia este grave
problema.
Recuerdo
que entonces asistí a un coloquio con Nicole Nuyts, representante de la campaña
de la Coalición
Española para Acabar con la Utilización de Niños y
Niñas Soldados (Alboan, Amnistía Internacional, Entreculturas, Fundación El
Compromiso, Save the Children y Servicio Jesuita a Refugiados), que nos transmitió
la experiencia Destin Maliyamungu, un niño congoleño secuestrado y convertido
en soldado, que ha intentado reconstruir su vida y a través de su testimonio,
salvar las de aquellos, que padecieron su misma suerte. "Es doloroso
reconstruir una pesadilla cada día, pero la idea es despertar a quien no la
vive de sus sueños. Europa es un sueño, pero África No", relataba Destin a
preguntas sobre lo difícil de este viaje por varias ciudades españolas (Madrid,
Vitoria, San Sebastián, Santander, León y Toledo) para narrar su experiencia.
Nacido en
Uvira, una aldea oriental de Congo, contaba con catorce años, cuando una mañana
un grupo de guerrilleros Mai Mai ,
interrumpieron sus juegos. Les pidieron ayuda para llevar madera al bosque. Ahí
acabó su infancia. Durante dos años, y bajo un efecto casi continuo de las
drogas, fueron instruidos en el arte de las armas, el del odio y el del
asesinato. Recuerda como antes de cada combate los veteranos les abrían las muñecas
de un tajo para meterles entre las venas los alucinógenos que les mantenían en
actitud feroz y les empujaban a la muerte. Recuerda como vio morir a sus antaño
compañeros de juego, y recuerda como cada noche recordaba a su madre y a sus
hermanos, menores que él y dependientes de un trabajo y un salario que él ya no
podía añadir a su hogar.
Luchó entre
el año 2004 y el 2006, hasta que un día el Servicio Jesuita a Refugiados pudo
liberarle del pasado, devolverle a la vida y darle un oficio, el de mecánico de
motos. Hoy ha vuelto a sentir la ilusión fascinante de la vida y a admirar a
cada paso las motos que tanto ama. Un oficio que le ha devuelto su dignidad y
su libertad, pero que no le ha hecho olvidar a quien ha quedado atrás. ¿Y
nosotros?.
Imagen
cinéfagos.es
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