Hoy, a un día
de que empiece la cuesta de septiembre, el diario ElPaís, a través de la pluma
de Gabriela Ferluga, se hace la misma pregunta que miles de familias españolas,
como afrontar los gastos de la formación o del acceso al mercado de sus hijos. Y
es que en España (ese país del que dicen tiene generaciones sobre formadas)
educarse, formarse y acceder a un conocimiento o capacitación profesional, es
caro. Y una vez acabados los estudios aprender a desempeñarlos, ser visible
para una empresa o convertir tu título generalista en algo más específico y útil
al mercado, es caro.
Si, la
frase anterior es correcta. Cuando un joven acaba sus estudios universitarios,
estos de poco valen si no paga un master, si no paga a una academia para
afrontar oposiciones o acceso al MIR, si no paga el seguro de autónomos para
hacer prácticas en una empresa. Si no paga.
Como
explicaba, en el artículo citado, Gabriela Ferluga el problema entra en una
espiral sangrante cuando estudiantes de zonas con rentas buscan formarse fuera
de sus comunidades para salir de esa situación para lo cual, previamente, deben
destinar una parte importante de su renta familiar para salir de casa y obtener
una capacitación.
Eso es lo
que está ocurriendo, según estadísticas del INE con jóvenes de Baleares,
canarias, Extremadura, Andalucía o Castilla la Mancha. Una fuente, por tanto,
de incremento de las diferencias sociales y territoriales en nuestro país.
Esos gastos
que deben afrontar las familias para dar una oportunidad a sus vástagos choca,
rozando ya lo esperpéntico, con que sus hijos, tras muchos sacrificios, obtendrán
un título que poco o nada tiene que ver con las demandas del mercado laboral, convirtiéndose
ese titulo en, solo, la antesala de un posgrado o en un obstáculo para acceder
empleos de remuneración media o baja que rechazan a jóvenes sobradamente
preparados.
¿Y cuales
son esos gastos de los que estamos hablando.
El primero
y principal es el alojamiento. Ante el dilema residencia o piso, es difícil dar
una respuesta clara y contundente. En las ciudades más grandes (Barcelona,
Madrid, Bilbao) parece que es más barato compartir un piso, dados los precios
prohibitivos de algunas residencias y colegios mayores, que prácticamente absorben
un salario completo de uno de los progenitores. Pero este criterio no siempre
se cumple, por lo que es necesario estudiar cada caso.
En algunas
ciudades de territorios teóricamente “baratos” para residencia, contratar esta
es casi imposible al ser muy pocas las plazas (Santander por ejemplo), por lo
que la elección es sencilla. En los demás casos hay que valorar que el piso es
más asequible si se comparte, si los gastos están incluidos o no, si la fianza
(que al final los propietarios se las ingenian para no devolver) es alta o no,
cuanto cobra la inmobiliaria o cuan lejos de la civilización está el piso, que
ya se han dado casos de alumnos que acceden cada día a clase con jet lag.
Al margen,
la residencia ofrece comodidad (aunque no tenga servicios como comedor todos
los días y aunque la limpieza de ropa y otros extras sean aparte, como lo que
se iguala a los pisos) y los pisos libertad, pero hay que valorar todo, en cada
caso.
Pero elijas
un sistema u otro lo que está claro es que hay que buscarse la vida para poder
estudiar fuera y no fenecer en el intento.
Un medio es
dejarse explotar en algún bareto o negocio que contrate al margen de la ley. En
el momento de hacer la matrícula es preciso solicitar las becas MECD en todas
sus modalidades. Pero hay que tener en cuenta que estas no son las únicas. En
un vistazo a los portales de educación de cada comunidad autónoma verás ayudas
y becas de estudio para lugareños y foráneos. Muchos ayuntamientos ofrecen ayudas
para sus vecinos emigrantes y las propias universidades ofrecen becas de
colaboración y ayuda interesantes. Pero claro, no esperes cubrir el 100% de tus
gastos con estas becas, en ocasiones ni el 1%, como es el caso de programas muy
extendidos como erasmus o sicue.
Junto a
ello, las tarjetas universitarias y los carnets joven son una manera de obtener
descuentos en tiendas y servicios.
Otra vía de
ahorro está en las empresas, algunas de las cuales, como señalaba ElPaís en su
artículo “también ofrecen buenas ventajas. En telefonía, por ejemplo, se
encuentran tarifas ligadas a la edad del usuario”, destaca, “así como grandes
empresas como Microsoft y Apple conceden descuentos a quienes justifiquen el
estatus de estudiante universitario a través de la matrícula o del carnet”.
Lo último
que te recomendamos es el acceso a una línea de crédito. Hay préstamos específicos
para estudios de postgrado y grado, y no precisamente baratos, además de que
necesitarás un avalista.
Algunos “no
solo se cubren los gastos de matrícula, sino también la manutención, el
desplazamiento o el alojamiento”, pero cuanto más pidas y más tardes en
devolverlo, más sobrecoste habrás de devolver.
Aunque
estén de moda, otro mecanismo financiero a usar con precaución son las cuentas
asociadas a tarjetas. Te permiten tener una cuenta bancaria sin comisiones de
administración y de las operaciones más básicas, como las transferencias, así
como aplazar mensualmente los pagos. Pero ojo, te obligan a domiciliar recibos
y mantener un saldo mínimo. Un incumplimiento de los requisitos puede convertir
tu cuenta en una fuente infinita de gestos.
Otro gasto
a vigilar es el sanitario. Si te trasladas al extranjero puedes encontrarte con
sistemas de copago que reducen las coberturas de tu tarjeta europea. Y sin
salir de España, en ciertas autonomías primero deberás pagar y luego la SS te lo reembolsara
(suponemos).
En resumen,
hazte un presupuesto, valora las ventajas de una formación determinada y no te
dejes arrastrar por las promesas de la publicidad universitaria, ni por el afán
de aventura fuera de casa que todos hemos tenido con 20 años. Medita, planifica,
se prudente, pero lucha por tus sueños.
Te
recomiendo la lectura del artículo comentado en
@gabrieleferluga
Imagen
alumnos de 2º de bachillerato de La
Paz en una actividad de orientación.
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