Un estudio sobre el terreno de alumnos de formación profesional desvela un uso de transgénicos en Cantabria muy superior al conocido, en gran parte prohibidos
Hace unos meses el profesor torrelaveguense Fernando Portal planteó a sus alumnos del CFGS de alimentación y dietética del IES Gutiérrez Aragón, un trabajo práctico sobre análisis estadístico y de laboratorio de las variedades de maíz presentes en Cantabria, un cultivo muy extendido y orientado a la alimentación de la amplia cabaña ganadera de la región. Portal es uno de los profesores cántabros más reconocidos, por su iniciativa, rigor y capacidad de innovación. Premiado reiteradamente en certámenes como el de Jóvenes Investigadores de Mollina, los premios de Investigación de San Viator o los Santillana de innovación, Portal comenzó su trabajo sobre el maíz con el planteamiento de otros proyectos. Estudio riguroso de campo, minucioso trabajo de laboratorio, estricto compendió estadístico y conclusiones constructivas.
Cantabria es una región donde, en teoría, más se ha apostado en los últimos años por la defensa de una agricultura natural y sostenible. La consejería ha apoyado la introducción de cultivos comerciales (como el arroz negro o más reciente el arándano), pero siempre con estrictos controles y demarcación de las áreas cultivadas, aisladas por amplias franjas de terreno de otros cultivos “autóctonos”. Junto a ello, certificados de calidad, denominaciones de origen, mercados ecológicos, cooperativas agrarias como Arco, que difunden directamente productos de cultivo tradicional y sistemas de trazabilidad de productos son habituales.
Aunque Cantabria no es una comunidad declarada libre de transgénicos (como Asturias y País Vasco), los datos del ministerio de Medio Ambiente y de la consejería afirman que de las 67.626 hectareas que se cultivan con trasngénicos en España, solo 14 se encuentran en Cantabria (menos de un 1% del total cultivado en la región). En el caso del maíz, la única variedad transgénica permitida para su cultivo es el MON 810, que produce una toxina fabricada por una bacteria, el Bacillus thuringiensis, la cual codifica la proteína Cry1Ab, con lo que convierte al maíz en resistente a la plaga de un tipo de lepidópteros (insectos) muy dañinos. Otro transgénico existente en el mercado es el MON 863, una variedad transgénica no permitida en nuestro país, que protege al maíz contra las larvas del coleóptero Diabrotica, que dañan la planta alimentándose de las raíces, convirtiéndose en una plaga. Para ello, la semilla contiene un gen del Bacilus thuringiensis, que codifica la proteína Cry3Bb1, pero sus efectos colaterales son tan intensos que la UE lo mantiene fuera del mercado. Para determinar que semillas se empleaban en Cantabria, Portal propuso a sus alumnas un intenso estudio de campo tomando muestras de 98 explotaciones de diferentes municipios de Cantabria, representativos del mercado agrario. Las muestras tomadas con la colaboración de los propios ganaderos, fueron analizadas mediante la técnica de inmuno ensayo cromatográfico de flujo lateral, para detectar la presencia de las proteínas transgénicas Cry1Ab y Cry3Bb, que manifiestan los transgénicos MON 810 y MON 863, respectivamente.
De las 760 HA estudiadas por el grupo de Portal, 638 (84%, 45 veces más que las registradas en el ministerio y la consejería) contenían maíz transgénico. Pero lo más inquietante no era eso. Un 77,6% de las muestras dieron positivo al transgénico prohibido MON863. En el 46,9% de las muestras analizadas, los dos transgénicos estaban presentes a la vez.
El grupo de alumnos que preparaban el proyecto, no se creían los resultados. Portal pidió a sus alumno, como el mismo hizo, la revisión del procedimiento (reactivos, custodia, registros y procedimiento seguido). Tomando una nueva muestra almacenada se repitió el análisis. Y con él el resultado. Sin seguir un patrón, los transgénicos estaban presentes en la misma proporción en casi todas las áreas estudiadas.
Había que rastrear las fuentes y encontrar una explicación. Los ganaderos habían adquiridi las semillas, en igual proporción, en tiendas agrícolas os ganaderos (en un 98%) habían obtenido las semillas de cooperativas o de tiendas especializadas (al 50%), no eran semillas, como se denuncia ahora, de segunda cosecha o compradas en el mercado “negro”. Una encuesta entre los agricultores que habían dado las muestras reveló dos datos más de interés. Las semillas empleadas eran diferentes a las utilizadas por los productores en sus huertos particulares, orientados al autoconsumo. En estos, el 100% de las muestras eran naturales, no transgénicas. La respuesta a esta división era simple, “para el consumo de casa preferimos la de siempre, más natural”. ¿Qué ventaja tenia la otra?. Cuando los reporteros de “enredados” han seguido la noticia han comprobado que las cooperativas agrarias compran desde hace años estas semillas, porque las multinacionales las han introducido en el mercado, desplazando a las tradicionales dada su mayor resistencia y productividad. Sin embargo, estas semillas (transgénicas en su mayoría) protegen contra la plaga del taladro, inexistente en Cantabria.
Los alumnos de IES Gutiérrez Aragón no se arredraron. Un informe completo con todas las pruebas se entregó a la Consejería de medio ambiente, y otro a los grupos ecologistas regionales (ARCA). Pero, curiosamente, no hubo respuesta, ni alarma. Todos sabían que algún Monsanto prohibido circulaba por ahí, Tan seguro como que no en la cantidad revelada, “los chicos de Portal habrían cometido algún error”. Pero ese supuesto error de procedimiento ni se ha encontrado.
Han pasado unos meses. Fuentes de la consejería han confirmado la existencia de dicho informe, al igual que los ecologistas, hoy integrados en una amplia plataforma para defensa del medio ambiente en Cantabria (Cantabria no se vende). Pero nadie conoce que se ha hecho después. “Creo que se repitieron las pruebas, pero no consta que ocurrió con la denuncia de los alumnos”, señala portavoces de CNSV.
Desde 2009, diversos informes científicos han revelado el deterioro para la salud y el medio ambiente del Mon810, lo que llevó a la prohibición de uso por el gobierno alemán, al que han seguido siete gobiernos más. La razón la descubrió en 1999 la universidad americana de Cornell, que ofreció datos de que el polen de este transgénico afectaba a especies protegidas de insectos, muy especialmente la mariposa monarca, muy amenazada en nuestra región. Junto a ello, la permanencia de las toxinas en los suelos provoca resistencias de los cultivos a los plaguicidas, como demostraron en 2004 Andow y Hilbeck. Este estudio demostraba que estas resistencias, al ser selectivas, iban a permitir que ciertas especies de insectos desplazaran de su hábitat a otras, creando grandes desequilibrios entre especies, como planteó el 2010 el profesor G. Pérez Fariños y previamente lo había hecho un trabajo de Velimorov patrocinado en 2008 por el ministerio de Agricultura austriaco, que la propia comisión europea tomó en consideración. Lo más curioso es que todos estos riesgos se asumen para hacer frente a la plaga del insecto taladro, el cual no sta presente en las zonas de siembra de Cantabria, tal como ha reconocido en un informe la propia multinacional Monsanto.
En el caso del maíz Mon863, detectado en el estudio de las alumnas de Portal, su uso para alimento humano está permitido, pero no así su cultivo, pese a que los estudios de Seralini en 2011 han ofrecido la primera evidencia científica de efectos tóxicos de un transgénico en órganos internos.
La investigación de Portal también tenia un importante componente estadístico. Todos los ganaderos que aportaron muestras completaron una amplia encuesta que ofrecia datos relevantes sobre el problema. Solo un 12% mostraban tener conocimientos acertados sobre el tipo de maíz que estaban cultivando y su carácter transgénico. Un 70% no sabían realmente que tipo de maíz estaban cultivando o presentaba respuestas confusas y solo un 25% estaban a favor de este tipo de cultivos, fuese cual fuese el efecto, mientras un 13% estaban en contra, pese a que algunos poseían explotaciones donde se había detectado el maíz alterado.
Todo el maíz cultivado para usos ganaderos, el que se encontraron las muestras transgénicas prohibidas, se destina a la producción de alimentos animales, y su trascendencia en la alimentación humana no está confirmada. Lo que si es seguro, es que la presencia de este transgénico es devastador en especies de insectos contra la que no está pensada (es un arma contra el taladro). ¿Qué ocurrió con aquel informe?. ¿Qué efectos provoca en la cadena trófica de los campos de Cantabría?. Esa es la investigación pendiente
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