domingo, 4 de mayo de 2008

Hablando de dignidad

Esta visto que no tengo suerte con la televisión. Es sentarme delante de esa masa de plasma, y asistir a algún desaguisado, cuando no a una muestra de surrealismo de eso que llaman, el mundo de los adultos.

Regrese el viernes algo más pronto que de costumbre, y como encuentro mal sano acostarme a la una, decidí tumbarme en el sofá a sumergirme en el planeta del corazón. Ante mis ojos emergió la magna figura de Mari Cielo Pajares. Para los que no la conozcan, un putón verbenero, como dicen en mi barrio. El contexto de tamaña e incomprensible presencia os le ahorro. La muchacha lloro, gimió (que nadie piensa mal), despotricó … y cobro. ¿Qué porque?, pues por poner a caer de un burro a su padre. Y ya de paso a su hermano y a todos los que se pusieron a tiro. Vaya por delante mi reconocimiento al valor de esta muchacha. La pava vive en Estados Unidos, y vino a España solo para salir en ese programa de la tele. No para ver a su padre, internado en una clínica con un viaje de cuidado.
No, que va, venia solo a explicar como se sentía, que ella es la que sufre, claro. Me ha contado mi madre, que al día siguiente, en otro programa de la cadena rival (tele5), llamado “la noria”, salio su hermano, con idénticas pérfidas intenciones y monetarios motivos. De esa segunda intervención no puedo hablar. Vale que aguante un programa, pero ya dos me lo prohíbe mi ginecólogo.
Yo no voy a entrar en la cuestión aparente, la situación de Andrés Pajares. Por tres motivos. Uno, porque la desconozco. Dos porque es un asunto privado sobre el que los demás creo que no tenemos derecho a opinar, por más que su familia, y el sujeto pasivo nos lo pongan a huevo. Y tres porque no me da la gana. Cosa esta muy sana, y que no solemos practicar mucho, influidos por la creencia de que si no metemos la nariz en ciertos temas y espectáculos, somos gente rara. Pues no, saber decidir lo que no hay que ver, lo que no hay que mirar, y lo que hay que callar, me parece muy sano. Que conste que la idea no es mía, sino de mi profesor de filosofía. Un tío muy preocupado por eso del autocontrol. Una característica muy difícil de mantener en estos tiempos de tele y pasiones desatadas.
De lo que si puedo y quiero opinar es de las cuestiones públicas, de esas que nos atañen a todos, y nos influyen en todo.
Para mi, los actores, el único rasgo que me compete de Pajares, son gente excepcional e imprescindible, merecedores por ello de un respeto reverencial y creo que indiscutible. Ellos viven los sueños que no están a nuestro alcance. Cuando la fama y la admiración ganadas en sus itinerarios por la pantalla les mete en nuestra vidas, nos hacen capaces, a través de cada gesto, con cada cita, con cada prenda que portan, y con cada silencio, de comprender lo que esta más allá de nuestro corazón, más allá del alcance de nuestros brazos, y más allá de los muros de nuestro barrio. Sin ellos, seriamos incapaces de viajar allende los mares, llorar entre el barro con un soldado herido en alguna guerra inmunda, revelarnos ante el chantaje del poder sobre el débil, enamorarnos de un tipo vulgar pero gigante de tripas adentro, o acallar con un gesto al malvado que pretende hurtar la vida a una princesa. Ellos son parte del mito que inventaron los griegos, ese que nos permite comprender lo inexplicable, sentir lo insensible y amar lo oculto. Por eso somos mitómanos, por que los necesitamos para vivir todo aquello que siendo vida, no viviremos nunca, y que sin ellos estaría siempre presente, pero en el lado oscuro de la luna. Muchos viajes al fondo de lo humano no he hecho con Pajares. ¿Y que?, pero el también es parte de ese mito si lo ha sido para quienes han sentido, odiado y amado, junto a él. Gentes que se han enamorado, ofuscado o reído, en una oscura sala con él. ¿Quién se cree que es toda esa canalla, hijos (más bien de puta) y periodistas, para arrastrar por el lodo su nombre, su magia y su mito?. Mi profesor de filo siempre nos insiste en lo mismo. La dignidad es la cualidad humana por la que todos somos valiosos e importantes. Una cualidad que debe defenderse por encima de la capa del cielo, y aun en contra de la voluntad, o la falta de esta de su depositario. Pero cuando hablamos de un actor, de un artista, su dignidad ya no es solo suya, nos cobija a todos, y mancillarla, es arrancar a navajazos la nuestra.
En un mundo que navega a velocidad de vértigo, y cuyo combustible son billetes de cien euros, convendría educarse en el saber apagar un botón, el de la tele, y apagar los oídos, ante esta tribu de vagos que en ella habitan, cuando hablemos de dignidad.

1 comentario:

José Luis dijo...

Una cosa es informar, incluso en forma de crónica de sociedad, y otra muy diferente erigirse cual tribunal inquisidor en lapidador de aquel, que por el motivo que sea, se pone a tiro, inmiscuyendose sin cortapisas en las desgracias de la vida privada.

Me ha gustado mucho tu apreciación de los actores y de lo que representan en nuestro mundo. Como lo que ha representado Andrés Pajares para los españoles durante mucho tiempo, aunque ahora comience a quedar lejos, que no en la memoria del recuerdo.

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