domingo, 11 de mayo de 2008

Tengo un vecino que es un ...


Tengo un vecino cuya ocupación es la política, el bien común. Alto, trigueño y amable, ha hecho de la cosa pública, la cosa suya. Aunque deambule, según el viento, en temas muy variados, parece ser que lo suyo son los temas sociales. Un hombre con sensibilidad vamos. De hecho, no hay manifestación feminista, acto saharaui, mercadillo peruano o reivindicación minusválida que no se vea honrada con su presencia. Como su partido no es de los chicos, es un hombre cimbreado en eso que llaman las lides políticas.
Vamos que tiene un cargo público. Una de sus últimas iniciativas ha sido una campaña, junto a otros colectivos sociales, a favor de la plena integración de las personas con alguna minusvalía dentro de la sociedad. Su campaña no solo hacia hincapié en aspectos considerados ya rutinarios, por desgracia, como las barreras arquitectónicas o la inserción laboral de personas tetrapléjicas o con minusvalías psíquicas. Su mensaje ha ido más allá, a un terreno, especialmente sensible. Y cuando leáis esta semana en eolapaz.com el artículo “En la oscuridad de la mente”, que os recomiendo, y mucho, me entenderéis mejor. Y digo sensible, por que la soledad de las familias en la ayuda y el tratamiento a personas que no se ajustan al canon de “normalidad” ,que, no se porque, esta establecido, es una deuda pendiente de la sociedad.
Hace unos meses, casi a principios de curso, mi vecino visitó nuestro instituto. Y es que los profes ya no saben como rellenar la hora de tutoría. Junto a un asistente social y un representante de la ONG “no se que sin fronteras”, mi vecino nos disertó con verdadera pasión sobre la igualdad y el compromiso que como futuros ciudadanos deberemos asumir en ella. Recuerdo especialmente una frase que me hizo reflexionar. “Nuestra obligación no es solo asistencial con las personas más desfavorecidas por la naturaleza (como si esto fuera un sorteo, y hubiera que poner bote para repartir), no podéis pensar que con dar una limosna o una cantidad para una ONG nos podemos desatender del problema”. Y mientras gesticulaba más aun, ante el pánico de la primera fila, y su voz adoptaba progresivamente el timbre (que digo timbre, la sirena) de un mitin, concluyó su arenga con un inflamado “No podemos permitir que una familia se sienta sola porque tenga un minusválido o un deficiente entre sus miembros. No podemos permitir que sienta vergüenza de que uno de los suyos sea así (así, como). Como tampoco podemos permitir que una familia piensa que puede desentenderse de un individúo por no atenerse a la perfección (toma ya) y soltarle el problema al estado. Las personas con necesidades son personas, ante todo, y es asunto de todos su felicidad”.
Con la última silaba, colgada en un tono más allá del Himalaya concluyo el mitin, mientras su mirada escrutaba el paisaje en busca de un disidente o una risita a la que tragarse en crudo. Ante tamaño estado de catarsis, nuestras miradas de acojono delataban una duda. ¿Aplaudimos o salimos corriendo?. Menos mal que mi tutor, siempre al quite, entro como un machote a rescatarnos.
Fue una experiencia mística, aunque hay una cosa que no recuerdo. Como los llamaba. Porque, para entendernos, yo les he llamado aquí minusválidos. Pero él no. Él empleaba un eufemismo, tan raro que no acierto a recordar.
Han pasado unos meses. La otra mañana comiendo en casa mi madre me ha dicho que mi vecino ha tenido un hijo. Mi vecino, el trigueño, el político, el de las soflamas a favor de las sillas de ruedas, ya sabéis. Pensé que mi madre me contaría el típico chisme de la escalera. Pero no, esta vez mi madre no me iba a aguar la sopa con su letanía de cotilleos. Esto era una bomba a la altura de las exclusivas de Peñafiel. Parece ser que mi vecino esperaba un hijo hace meses (obvio, el servicio Express aun no ha llegado a España). Bien sea por sus cualidades físicas o por la edad de su mujer, parece ser que ambos decidieron realizar pruebas que descartasen que el niño presentase alguna anormalidad (tiene guasa la cosa). Fieles al ritual que acompaña a estos casos a la mujer la hicieron todo tipo de ecografías, resonancias, perfiles genéticos y al final una amniocentesis, pese al riesgo que ello tiene. Todo sea para descartar tener a un deficiente o a un cojo en casa. Todo resulto negativo, disponiéndose la feliz pareja al, más feliz aun, alumbramiento. Pero resulto ser un apagón. El niño, pese a tener todo a su favor, nació con síndrome de Down. Y el padre ha montado un pollo fenomenal, demandando al hospital y a los galenos, por negligencia criminal (¿pero el niño nació con down o con pistola). Ya se, alguno dirá, “la bruta esta se lo toma a chufla porque no le ha pasado a ella”. O, “no es un tema para reírse y hacer burla”. No la hago. Me parece un tema muy serio e indigna la persona que se lo tome a cachondeo.
Yo no me río del niño, me cago en el padre. El miércoles al volver a las tres del instituto, mi vecino estaba en el portal, en una de esas conversaciones de vecindario en las que uno cuenta a sus colegas, con todo detalle, y alguno más, sus desgracias y males, haciéndose, ya de paso, el machote. Narraba su desdicha a la parroquia, describiendo el proceso como quien cuenta una jugada del Racing marrada por Tchite. “Me han destrozado la vida, estos desgraciados me han cargado con un deficiente. Haber ahora que hago yo. Porque claro, si yo se esto en las primeras semanas, que mira que insistí en hacer pruebas, lo soluciono por la via rápida. Ahora, estos no se van de rositas, voy a mover todos los hilos para que estos paguen. De todas formas ya he hablado yo con quien tenía que hablar para colocarle, que hay centros donde te los cogen desde los tres años, y así solo tengo que tirar de él por las noches, que a mi no me amarga este”. Y así describía mi vecino, en pocas palabras, su grave experiencia a sus amigos. Cerré el buzón, recogí el correo, y subí a mi casa, meditando sobre aquella maravillosa hora de tutoría, en la que tanto aprendí gracias a la sensibilidad de este gran hombre. Y es que tengo un vecino que es un …

1 comentario:

JP dijo...

Mucho que reflexionar con tu post. Te felicito por como expresas lo que has expresa, sin tapujos, para que lo entienda hasta quien no quiere entenderlo.

Saludos,
JP
http://historias-de-jp.blogspot.com

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