domingo, 18 de febrero de 2007

No se puede ser reina y madre


Dicen que soy en mis comentarios muy feminista, y que suelo resultar monotemática en mis artículos. Pero convendréis conmigo que la realidad parece empeñada en empujarme a una actitud hostil y desafiante hacia una parte del mundo, absurdo hasta el agotamiento.

La empresa Propulsora Montañesa SA, organizadora en la Comunidad de Cantabria de la fase regional de Mis España, elige en su gala a la señorita Ángela Bustillo hace dos semanas como la más bella entre las cantabras. Quince días después descubre que es madre y la descalifica. La nueva mis es su dama de honor Elena Outeiriño Elizalde. La empresa organizadora invoca el articulo 7.4 de las bases del citado concurso, tanto en su ámbito regional como nacional (no es esta una tropelía única de Cantabria), que establece que no podrán optar al triunfo en este laudable torneo, “las mujeres embarazadas o que hayan pasado por el deleznable trago de la maternidad, pues ello les supone cambios físicos sustanciales que impiden el desempeño de las funciones habituales de una miss o un mister, tales como viajes, pasarelas o desfiles". Pero el articulo excluye de esta norma a los hombres, por que a ellos lo de ser padres solo les dura 5 minutos (bueno algunos aguantan hasta los 10, depende de su autocontrol).Partamos de la base de que la norma existe. Es cierto que Ángela Bustillo la conocía, y aun así desafió a la varonil sabiduría que la estableció. Es cierto que este es en suma un concurso de ganado (se valoran las quijadas, las ubres, la osamenta… y la belleza interior, ya), y que por tanto una señora con barriga y seis kilos de mas, o con un churumbel colgado del omóplato no es plan para la alta responsabilidad que estas mujeres asumen. Consideremos que dicen las malas lenguas que en el mundo de las mises los favores sexuales son “no excepcionales”, y claro, hay gente a la que una embarazada o una madre no le da morbo. Admitamos incluso que estas cosas son normales dentro de la lógica de un certamen mercantil, que maneja a las mujeres de una forma infame y zafia, convirtiéndolas en mercancía, con la aquiescencia de aquellas otras mujeres con cuya connivencia sobrevive este lamentable espectáculo, y la colaboración de otras que ven en este circo (en el sentido romano de la palabra) la salvación de su vida, promocionándolas a un olimpo de barro que les dará tele y pan.Pero con eso y con todo. Que pena, que vergüenza, que asco considerar la maternidad como una desgracia, un criterio de descalificación, una limitación. Aunque sea como en este caso, una limitación que libra a una mujer de ser “mis” (hasta el britanizado nombre es una horterada).Como es lógico, Ángela no esta dispuesta a perder esta gran oportunidad de ser famosa y vivir del “candelabro”, así que ha puesto el asunto en manos de su abogada, Beatriz Bermejo. La defensa se basara en argumentar que la organización ya sabía que Ángela era madre, cuando formalizo su inscripción, y que aun así permitió su participación, como en los cuatro certámenes anteriores en los que ya había participado. Una aportación más al teatro del absurdo. Lo único razonable es el último argumento de la abogada. Según el código civil, las partes de un contrato, y las bases del certamen lo son, pueden pactar las condiciones que quieran, siempre que no contravengan las leyes, la moral, o el orden público. Y no parece que esta norma sea muy respetuosa con una constitución que proclama que no puede existir en la ley y la vida españolas “discriminación alguna por razón de nacimiento, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".Lo mas preocupante es esta frase lapidaria de Ángela: "Para mí esta era una oportunidad, y me la han quitado". Hasta el punto que promete combatir a la organización "hasta el final o hasta donde pueda económicamente".Sinceramente no me parece correcto entrar a jugar a una partida con tus reglas, y no con las de los demás jugadores y la banca. Y sinceramente, creo que estas situaciones de discriminación incalificable, las alimentamos nosotras prestándonos a un divertimento de cuatro “vendecarnes”, en el que lo único que tenemos es que perder. Quizás la cuestión no sea modificar las reglas de ciertos juegos (mises, Cibeles, tele basura…), sino eliminar el juego. Anteponer la dignidad de las personas a todo interés mercantil y favorecer una educación que ensalce la igualdad y la formación como base de la libertad. Aun recuerdo a mi profesor de matemáticas en COU, el padre Luís Maria Arbizu, que nos recalcaba incansablemente aquel principio jacobino de “lee, aprende, medita, ergo se libre”.

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