jueves, 15 de febrero de 2007

La responsabilidad de tener un micrófono



Es indudable que son tiempos inciertos, y ellos son propios para el surgimiento de héroes y de farsantes. De hombres y mujeres que desde su conciencia pretenden despertar la de los que les rodean, o que desde su ambición pretenden beneficiarse de la falta de aquella en sus semejantes. Para algunos, hoy, Federico Jiménez Losantos es de, los primeros, para los azotados por su verbo, claramente lo segundo.


Hace poco mas de tres años, la Cadena de Ondas Populares (COPE), la emisora que representa el órgano de expresión y difusión de la Conferencia Episcopal Española, estaba comercialmente moribunda. Sus ratios de audiencia y su curva evolutiva no presagiaban nada bueno, y su presencia en el panorama informativo era marginal. Alguien puede tener la tentación de pensar que esta es una cadena no pensada para triunfar en el mercado, y que las cuotas de oyentes no son su objetivo. Quizás no, pero extender sus valores y ser cauce de expresión de los cristianos, o de su jerarquía si. ¿Como hacer proselitismo sobre quien no te oye? .
En esas circunstancia un nuevo grupo de periodistas desembarco en el medio. Gente como Cesar Vidal, y su persistente recurso a la historia y a la pedagogía, como el incisivo y agresivo Nacho Villa, o como el inclasificable Federico Jiménez Losantos. Losantos llegó a la cadena de la iglesia, precedido de su fama de critico incorregible, de cierto sesgo conservador, pero tañido por años de combate en múltiples medios, donde había dejado claro su cariz ideológico, pero con una cierta contención en las formas, especialmente en el medio televisivo (sus comentarios cotidianos con Carlos Carnicero en Tele 5, por ejemplo).
Tras su llegada, la COPE resucito. Con sus añadidos en los centros locales y regionales, el nuevo equipo de informativos comenzó a conectar con un sector del publico, partidario del “a Dios rogando, pero con el mazo dando”. Sin embargo, seria desde marzo de 2004 cuando la cadena y sus nuevas voces alcanzarían el protagonismo nacional. Losantos y sus compañeros han sabido aglutinar y exponer públicamente y con el envoltorio adecuado, la opinión y el descontento de un sector de la población española desconcertada por al derrota del 14M y  preocupada o escandalizada por una serie de medidas tomadas por el gobierno socialista que ponen en cuestión un status social y político incuestionado en el primer cuarto de siglo de la reciente democracia.

Losantos ha disparado sin compasión contra medidas discutibles, para quien las propone y para quien las rechaza, como los matrimonios entre personas del mismo sexo, el alineamiento internacional con las orillas del imperio americano, el servilismo en Europa o el tratamiento fiscal del ahorro, por no ser exhaustiva. Pero esto lo podría hacer en este o en otro momento, cualquier medio de comunicación. Son temas de sensibilidad, de orientación doctrinal política o de raíz moral, por tanto sujetos a polémica. El peligro del comando Losantos no esta ahí, sino en temas de fondo, y en el panorama que le rodea.

La raíz del problema, lo que alimenta al fenómeno Losantos no esta en los fantasmas del pasado español, aunque tanto nombrarlos acabaran por resucitar, pese a que las jóvenes generaciones ni los conocen, sino en los nuevos. Desde julio de 2005 han pasado diez y ocho meses, y los ingleses tienen ya una idea muy aproximada de lo que ocurrió con los atentados de aquel verano. Nosotros en 36 solo hemos averiguado que un sector de nuestra propia policía ha tomado el pelo a un juez, totalmente despistado y superado por una situación en la que a la luz del día, se ha manipulado, ocultado o deformado una parte esencial del mas atroz crimen colectivo de la historia española.
Y como ese crimen fue empleado, dicen, por ciertos sectores políticos para conseguir un cambio de gobierno inesperado y por tanto frustrante para los que lo padecieron, ha exaltado los ánimos y ha provocado el beneficio sectario subsiguiente.
Si hoy supiéramos la verdad, si hoy nuestros muertos estuvieran ya en paz, Losantos seria una voz más, y posiblememente secundaria. Y decía antes que le alimenta el panorama, por que estamos ante uno de los pocos periodos de nuestra historia, en los que todos los partidos son del gobierno, menos uno, y todos los medios de comunicación callan o aplauden, menos dos. Y eso exacerba aun más a las voces que quedan, sin competencia en la crítica, y que concentran mas oídos ante su voz, sabiendo que es la única que representa sus inquietudes.

Algo le pasa a España, cuando un ministro es criticado por besar su bandera. Cuando la purga se esconde bajo el buen talante y el rollito (Díaz, Redondo Terreros, Pagazaurtundua, Mora, Bono...). Cuando se mira (y con razón) el escándalo urbanístico de Alicante, Murcia y Castellón. Cuando el gobierno se pone de parte de unas compañías privadas y en contra de otras en las opas energéticas. Cuando la calle (tan legitimadora en otros tiempos) es desoída cuando clama contra algo que perjudica a la educación de sus hijos. Cuando las obras de Madrid causan mas indignación que los socavones que tragan los barrios de Barcelona. Cuando las palabras de un diputado, causan más escándalo que las cartas de extorsión que envía otro a los funcionarios de Cataluña. Cuando Jiménez Losantos y sus diatribas atraen a tantos españoles.

Losantos es un resultado de los tiempos, es el máximo exponente de un radicalismo y una intransigencia ya olvidados y al que contribuimos todos. Pero eso no le exime de su responsabilidad. Denunciar, levantar conciencias, inquietar al poder o defender valores es una cosa, deformar la realidad, ofrecer interpretaciones sesgadas o provocar conclusiones simplistas, pero peligrosas, sin fundamento, es otra muy distinta.
Que un católico promueva el odio, recuerde la guerra civil, insulte o provoque la división es muy grave. Por que va contra nuestros valores, y porque acaba deshonrando a los que comparten esas ideas, pero no por ellas, sino por como se difunden. Además Losantos y su equipo son gentes tocadas de la suficiente ciencia, dialéctica e ingenio para no recurrir a semejantes bajezas, para no ser tan torpes de colgar su cabeza de un guindo por una incontinencia verbal más propia de adolescentes o de gentes sin criterio ni argumentos que de quien cree que lucha por la verdad.

Un gran cambio se avecina, incierto y amenazante. Periódicos como el ABC abandonan su tradicional conservadurismo, para entregarse al gobierno, las depuraciones en el aparato judicial y policial presagian movimientos políticos de calado, el mundo empresarial y la intelectualidad callan ante barbaridades manifiestas. Es como si la cúpula dirigente del país, la influencia supiera algo que al pueblo se nos escapa, que prepararan un plato en lo recóndito de las cocinas, al margen del comedor, que deberemos degustar y tragar sin mueca. Hasta los obispos miran de reojo a Losantos, y afilan sus cuchillos, o así él lo intuye, y lo avisa desde su pulpito matutino. ¿Por que todos asienten y callan, que se nos oculta?. Quizás, solo quizás, sean precisas voces como la de la COPE (y el Mundo), para mantener despierta a una España dormida o adormecida, pero así no, así no Federico.



Imagen El confidencial

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