Es indudable que son tiempos inciertos, y ellos son propios
para el surgimiento de héroes y de farsantes. De hombres y mujeres que desde su
conciencia pretenden despertar la de los que les rodean, o que desde su
ambición pretenden beneficiarse de la falta de aquella en sus semejantes. Para
algunos, hoy, Federico Jiménez Losantos es de, los primeros, para los azotados
por su verbo, claramente lo segundo.
Hace poco mas de tres años, la Cadena de Ondas Populares
(COPE), la emisora que representa el órgano de expresión y difusión de la Conferencia Episcopal
Española, estaba comercialmente moribunda. Sus ratios de audiencia y su curva
evolutiva no presagiaban nada bueno, y su presencia en el panorama informativo
era marginal. Alguien puede tener la tentación de pensar que esta es una cadena
no pensada para triunfar en el mercado, y que las cuotas de oyentes no son su
objetivo. Quizás no, pero extender sus valores y ser cauce de expresión de los
cristianos, o de su jerarquía si. ¿Como hacer proselitismo sobre quien no te
oye? .
En esas circunstancia un nuevo grupo de periodistas
desembarco en el medio. Gente como Cesar Vidal, y su persistente recurso a la
historia y a la pedagogía, como el incisivo y agresivo Nacho Villa, o como el
inclasificable Federico Jiménez Losantos. Losantos llegó a la cadena de la
iglesia, precedido de su fama de critico incorregible, de cierto sesgo
conservador, pero tañido por años de combate en múltiples medios, donde había
dejado claro su cariz ideológico, pero con una cierta contención en las formas,
especialmente en el medio televisivo (sus comentarios cotidianos con Carlos
Carnicero en Tele 5, por ejemplo).
Tras su llegada, la
COPE resucito. Con sus añadidos en los centros locales y
regionales, el nuevo equipo de informativos comenzó a conectar con un sector
del publico, partidario del “a Dios rogando, pero con el mazo dando”. Sin
embargo, seria desde marzo de 2004 cuando la cadena y sus nuevas voces
alcanzarían el protagonismo nacional. Losantos y sus compañeros han sabido
aglutinar y exponer públicamente y con el envoltorio adecuado, la opinión y el
descontento de un sector de la población española desconcertada por al derrota
del 14M y preocupada o escandalizada por
una serie de medidas tomadas por el gobierno socialista que ponen en cuestión
un status social y político incuestionado en el primer cuarto de siglo de la
reciente democracia.
Losantos ha disparado sin compasión contra medidas
discutibles, para quien las propone y para quien las rechaza, como los
matrimonios entre personas del mismo sexo, el alineamiento internacional con
las orillas del imperio americano, el servilismo en Europa o el tratamiento
fiscal del ahorro, por no ser exhaustiva. Pero esto lo podría hacer en este o
en otro momento, cualquier medio de comunicación. Son temas de sensibilidad, de
orientación doctrinal política o de raíz moral, por tanto sujetos a polémica.
El peligro del comando Losantos no esta ahí, sino en temas de fondo, y en el
panorama que le rodea.
La raíz del problema, lo que alimenta al fenómeno Losantos
no esta en los fantasmas del pasado español, aunque tanto nombrarlos acabaran
por resucitar, pese a que las jóvenes generaciones ni los conocen, sino en los
nuevos. Desde julio de 2005 han pasado diez y ocho meses, y los ingleses tienen
ya una idea muy aproximada de lo que ocurrió con los atentados de aquel verano.
Nosotros en 36 solo hemos averiguado que un sector de nuestra propia policía ha
tomado el pelo a un juez, totalmente despistado y superado por una situación en
la que a la luz del día, se ha manipulado, ocultado o deformado una parte
esencial del mas atroz crimen colectivo de la historia española.
Y como ese crimen fue empleado, dicen, por ciertos sectores
políticos para conseguir un cambio de gobierno inesperado y por tanto
frustrante para los que lo padecieron, ha exaltado los ánimos y ha provocado el
beneficio sectario subsiguiente.
Si hoy supiéramos la verdad, si hoy nuestros muertos
estuvieran ya en paz, Losantos seria una voz más, y posiblememente secundaria.
Y decía antes que le alimenta el panorama, por que estamos ante uno de los
pocos periodos de nuestra historia, en los que todos los partidos son del
gobierno, menos uno, y todos los medios de comunicación callan o aplauden, menos
dos. Y eso exacerba aun más a las voces que quedan, sin competencia en la crítica,
y que concentran mas oídos ante su voz, sabiendo que es la única que representa
sus inquietudes.
Algo le pasa a España, cuando un ministro es criticado por
besar su bandera. Cuando la purga se esconde bajo el buen talante y el rollito
(Díaz, Redondo Terreros, Pagazaurtundua, Mora, Bono...). Cuando se mira (y con
razón) el escándalo urbanístico de Alicante, Murcia y Castellón. Cuando el
gobierno se pone de parte de unas compañías privadas y en contra de otras en
las opas energéticas. Cuando la calle (tan legitimadora en otros tiempos) es
desoída cuando clama contra algo que perjudica a la educación de sus hijos.
Cuando las obras de Madrid causan mas indignación que los socavones que tragan
los barrios de Barcelona. Cuando las palabras de un diputado, causan más
escándalo que las cartas de extorsión que envía otro a los funcionarios de
Cataluña. Cuando Jiménez Losantos y sus diatribas atraen a tantos españoles.
Losantos es un resultado de los tiempos, es el máximo
exponente de un radicalismo y una intransigencia ya olvidados y al que
contribuimos todos. Pero eso no le exime de su responsabilidad. Denunciar,
levantar conciencias, inquietar al poder o defender valores es una cosa,
deformar la realidad, ofrecer interpretaciones sesgadas o provocar conclusiones
simplistas, pero peligrosas, sin fundamento, es otra muy distinta.
Que un católico promueva el odio, recuerde la guerra civil,
insulte o provoque la división es muy grave. Por que va contra nuestros
valores, y porque acaba deshonrando a los que comparten esas ideas, pero no por
ellas, sino por como se difunden. Además Losantos y su equipo son gentes
tocadas de la suficiente ciencia, dialéctica e ingenio para no recurrir a
semejantes bajezas, para no ser tan torpes de colgar su cabeza de un guindo por
una incontinencia verbal más propia de adolescentes o de gentes sin criterio ni
argumentos que de quien cree que lucha por la verdad.
Un gran cambio se avecina, incierto y amenazante.
Periódicos como el ABC abandonan su tradicional conservadurismo, para
entregarse al gobierno, las depuraciones en el aparato judicial y policial
presagian movimientos políticos de calado, el mundo empresarial y la
intelectualidad callan ante barbaridades manifiestas. Es como si la cúpula
dirigente del país, la influencia supiera algo que al pueblo se nos escapa, que
prepararan un plato en lo recóndito de las cocinas, al margen del comedor, que
deberemos degustar y tragar sin mueca. Hasta los obispos miran de reojo a
Losantos, y afilan sus cuchillos, o así él lo intuye, y lo avisa desde su
pulpito matutino. ¿Por que todos asienten y callan, que se nos oculta?. Quizás,
solo quizás, sean precisas voces como la de la COPE (y el Mundo), para mantener despierta a una
España dormida o adormecida, pero así no, así no Federico.
Imagen El confidencial
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