El 6 de noviembre de 1975 marcó un punto oscuro y determinante en la historia del Sáhara Occidental, cuando la gigantesca movilización conocida como Marcha Verde puso de manifiesto la doble traición: por parte del España que abandonaba de facto a un pueblo, y por parte del Marruecos que aprovechó la debilidad colonial para expandirse, suprimiendo cualquier posibilidad real de autodeterminación.
Durante décadas, España mantuvo el dominio colonial sobre el
Sáhara Occidental, aunque el mundo cambiaba. A mediados de los años setenta, la
presión internacional, la vía de la descolonización impulsada por las Naciones
Unidas y el desgaste del régimen de Francisco Franco lo hacían insostenible.
Por su parte, Marruecos, gobernado por Hassan II, no estaba
dispuesto a que los saharauis decidieran su futuro mediante un referéndum de
independencia, como el Frente Polisario reclamaba. De hecho, la corte de La
Haya dictaminó que, aunque existían “vínculos jurídicos y de pleitesía” entre
Marruecos y ciertos grupos del Sáhara, no había base legal para que Marruecos
se anexionase el territorio automáticamente.
En ese contexto, Marruecos urdió una estrategia de presión:
organizaría una marcha masiva —la Marcha Verde— para forzar a España a firmar
su retirada y dejar camino libre al reino alauí para ocupar el territorio.
El plan fue anunciado el 16 de octubre de 1975. Miles de
civiles marroquíes, sin armas —aunque con la complicidad de fuerzas armadas que
actuaban en paralelo— marcharon hacia el Sáhara Occidental llevando banderas,
ejemplares del Corán y retratos del rey.
El 6 de noviembre, unos 350.000 marroquíes —según la mayoría
de las fuentes— se adentraron en el territorio españolizado, donde las tropas
españolas habían recibido la orden implícita de no disparar. La presencia
militar marroquí ya había realizado movimientos antes incluso del paso masivo
de ciudadanos.
En paralelo, España, debilitada política y moralmente, cedió
ante el chantaje: el 14 de noviembre de 1975 firmó los llamados Acuerdos de
Madrid junto con Marruecos y Mauritania, transfiriendo la administración del
Sáhara Occidental sin que se hubiera consultado al pueblo saharaui. Finalmente,
España abandonó el territorio oficialmente el 26 o 28 de febrero de 1976.
La combinación de la presión marroquí y la retirada
tranquila —o más bien cobarde— de España permitió que Marruecos se instalase en
el Sáhara como ocupante efectivo, no como liberador. Los saharauis quedaron a
merced de los pactos entre Madrid y Rabat, que los ignoraron por completo.
La Marcha Verde no fue solo un espectáculo nacionalista. Fue
la base legal-fáctica de una ocupación prolongada. La población saharaui, que
había reclamado su derecho a un futuro propio, fue marginada o expulsada.
Muchos se vieron obligados al exilio en campamentos en Argelia bajo la órbita
de la Frente Polisario.
España renunció a cumplir sus obligaciones coloniales —al
menos en teoría— de garantizar la autodeterminación de la población saharaui.
En cambio, se plegó al chantaje diplomático de Marruecos, que impuso el hecho
consumado de la ocupación. Para muchos observadores, España “abandonó a los
saharauis”.
Marruecos, por su lado, interpretó la Marcha Verde como su
“recuperación histórica” del Sáhara, pero lo que en realidad configuró fue una
anexión respaldada por la pasividad de España y la complacencia internacional.
Lo que el régimen alauí presentó como éxito patriótico es visto por tantos
otros como una imposición ilegítima, un atropello al derecho de un pueblo a
decidir libremente.
Desde entonces, el conflicto permanece sin resolver. Pese a
la mediación de la Naciones Unidas, el referéndum de autodeterminación sigue
siendo una promesa incumplida. Marruecos controla buena parte del territorio,
instalando asentamientos y avanzando sus intereses económicos (como fosfatos y
pesca), mientras que la comunidad internacional, incluida España, mantiene una
postura contradictoria, a veces tibia.
Desde esta óptica, España actuó con una cobardía histórica:
en lugar de proteger los derechos de los saharauis, optó por entregarse a la
conveniencia diplomática, a la conveniencia estratégica y a la presión
inmediata de Marruecos. Un país que aspiraba a liderar la transición
democrática, actuó como colonia pasiva que entregaba un territorio sin
consultar a sus habitantes.
Por su parte, Marruecos se valió de una operación cuyo
carácter “pacífico” ocultaba una maniobra de ocupación. La Marcha Verde,
presentada como un acto popular de unidad, funciona también como instrumento
geopolítico, como un acto de fuerza. Y el hecho de que España se plegase sin
resistencia —cuando tenía capacidad para hacerlo— subraya la magnitud del
abandono saharaui.
En este triángulo (España, Marruecos, pueblo saharaui), los
grandes perdedores fueron los saharauis. Su futuro quedó condicionado por los
intereses de Madrid y Rabat, no por su voluntad. Las consecuencias siguen
vivas: desplazamientos, campamentos de refugiados, derechos humanos vulnerados,
y una causa sin cerrar.
La Marcha Verde no es una página cerrada de la historia: es
una herida abierta que denuncia cómo los Estados pueden pactar la vida y el
destino de un pueblo con una ligereza moral vergonzosa.
La Marcha Verde fue el instrumento con el que Marruecos
reclamó y ocupó el Sáhara Occidental, mientras España, al borde del cambio de
régimen y quizás carente de visión digna, permitió la entrega del territorio
sin garantía real para sus habitantes. Es una historia de poder, de traición y
de olvido: ni España ni Marruecos pueden escapar de la crítica. España por
rendición moral; Marruecos por la apropiación de lo ajeno. Y los saharauis, una
vez más, quedaron atrapados entre las maniobras de los más fuertes.
Fuentes:
“La Marcha Verde, 35 años de la pérdida del Sáhara español.”
RTVE. RTVE
“La verdad oculta tras la Marcha Verde.” Euronews. euronews
Encyclopaedia Britannica – Green March. Encyclopedia
Britannica
“La Marcha Verde” (es.wikipedia). Wikipedia
Chronology UNHCR – “6 November 1975: Morocco launches the…”
ACNUR
“Medio siglo de la Marcha Verde” (Segre.com). Segre.com
“Así abandonamos a los saharauis: la Marcha Verde…”
HuffingtonPost

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