Nadie puede
nunca saber cuales serán las palabras que nos regale Ida Vitale (Montevideo,
Uruguay, 1923), por más que siempre sea previsible su contenido, un homenaje a
la erudición, al saber, al sentimiento, a la vida y a la cultura que une a
tantas naciones. Y eso, envuelto en una tímida espontaneidad y una humildad de
la que todos deberíamos aprender, es lo que mostró esta mujer de apariencia frágil,
mirada cautivadora y esencia de hierro en la entrega de los premios Cervantes,
que este año ha reconocido (y ya era hora) los méritos de esta poetisa
esencialista de la generación del 45 y una de las mejores voces de la poesía en
castellano.
Decía hace
tiempo el crítico José Ramón Ripoll en "A través de los otros” que tres
son las características que han convertido a esta mente privilegiada en
esencial para nuestras letras: vida, ética y verbo. Vida, a la que ella exalta
en cada frase, ética, por la forma en que mira al mundo y su gente, ensalzando
su dignidad y su propia existencia y verbo por el dominio de la lengua, la
humildad y el cuidado al usarla, y la manera en que cada palabra une, que no
ata, al ser humano y al mundo.
A la
altura, al menos, de la obra de Octavio Paz o Juan Carlos Onetti, Vitale es,
quizá, la literata más coherente de la actual poesía latinoamericana gracias a
una doble actitud crítica que cuestiona al lenguaje y al mundo.
La obra de
Vitale penetra en ese abismo que el hombre ha creado entre él y la naturaleza denunciando
la nuda irracionalidad de una humanidad que cree se ha encontrado a si misma en
la tecnología y el progreso, desatando el fino lazo que une la humanidad y el
lenguaje, dos mitades dos bordes del estrecho desfiladero de la vida.
Para
Vitale, no reparar en esta ruptura desnaturaliza la poesía moderna convirtiéndola
en reina de la insignificancia. De ahí la lucha de Vitale por ser la vanguardia
de quienes partiendo de esta realidad llevará hasta los límites últimos de la
experimentación sus dos grandes preocupaciones: por el cuerpo que conforma el
poema y por el cuerpo del mundo constantemente deformado.
Su exacerbada
percepción sensorial y capacidad simbólica, unido a uno de los usos del
lenguaje más reconocidos del ámbito del castellano, han llevado a Vitale a
recibir numerosos premios antes del Cervantes, como el Premio Octavio Paz (2009)
el Premio Alfonso Reyes (2014) el Premio Reina Sofía (2015), el Premio
Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016) o el Premio Max Jacob (2017)
y el Premio Cervantes.
Seguro que
si leéis uno de sus poemas reconoceréis en ellos a Juan Ramón Jiménez o a
Bergamín, sus inspiradores. Como por ejemplo
Alguien
abre una puerta
y recibe el
amor
en carne
viva.
Alguien
dormido a ciegas,
a sordas, a
sabiendas,
encuentra
entre su sueño,
centelleante,
un signo
rastreado en vano
en la
vigilia.
Entre
desconocidas calles iba,
bajo cielos
de luz inesperada.
Miró, vio
el mar
y tuvo a
quién mostrarlo.
Esperábamos
algo:
y bajó la
alegría,
como una
escala prevenida.
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