No se puede
negar que España es un país divertido, casi diría que ingenuo, impregnado de
una ingenuidad rayana en la locura pero, a fin de cuentas, una ingenuidad
graciosa. Hasta el delito y el pecado toman su puntito de gracia, haciendo que
nos identifiquemos con el delincuente (presunto, claro), y le agradezcamos esa
dosis de necesaria gracia con que alegran nuestras vidas. Nos roban, si. Nos
chulean, pues si. Nos dejan sin casa, también. Pero con un arte que no se puede
aguantar.
Os cuento,
hoy se ha sabido, gracias al caso pokemon de corrupción en Galicia (no me
negaréis que hasta el nombre es simpático, pokemon) el catálogo de regalos que
las tramas de corrupción gallegas tenían establecido para agasajar a políticos
y funcionarios, en función del cargo y responsabilidad que ocupasen, y los
favores que pudieran hacer a cambio. Relojes y viajes consejeros, cheques para
directores y marrón glasse y vino barato para los funcionarios de poca monta.
En el caso “Pokemon” hemos visto el
sistema de regalos establecido en España, institucionalizado, perfectamente
estructurado. Un sistema que, pese a su perfección, no dejaba contento a todos.
Os pongo en
situación. Bormujos es un pueblecito sevillano en el que puso sus ojos Gurtel.
La proximidad a Sevilla hacía de él un lugar apetitoso, pero vedado, dado que
la izquierda que gobernaba el municipio y preparaba un plan general de
urbanismo que convertía esos planes en imposibles. Solución. Gurtel mueve ficha
a través del empresario Eusebio Gaviño, quien prepara todo para desalojar al
alcalde y promover a ese cargo a alguien de confianza, la popular Ana Hermoso.
Comprar voluntades es caro. Para esa labor esta un grupo de inversores
coordinados por el empresario madrileño Jesús Calvo Soria y por el oscuro papel
del presidente del Consejo español de Enfermería, Máximo González Jurado. La
labor de estos mecenas es comprar la voluntad de dos tránsfugas de la
izquierda, Baldomero Gaviño y Jose Sánchez, cuya traición a su partido
desbancaría al PSOE y le daría la alcaldía a populares y tránsfugas. El acuerdo
se firma en Madrid, a donde son llevados todos los protagonistas, y de ahí sale
el pacto para poner en marcha una moción de censura de la que nacerá un
ayuntamiento dócil. Pero llega el momento de cobrar, y frente a los cheques,
concesiones de terrenos y viajes a Francia de algunos de los confabulados, Ana
Hermoso solo obtiene un bolso de Loewe (y la alcaldía claro), y la mujer se
revela. Hermoso inicia entonces un movimiento de presión para reivindicar un
pago más acorde a lo importante de su papel. Y su ambición es tanta, su
soberbia es tanta y su ignorancia es tanta, que la mujer traslada sus
reivindicaciones a un indignado Eusebio Gaviño, vía telefónica. La policía, que
se encontraba al acecho, grabó todo, y se lo traslada ahora al juez Carlos
Mahón, que ya había investigado el caso en 2006, y que ahora lo reactiva, ante
la inculpación suicida de los corruptos, que declaman, con pelos y señales un
delito de cohecho, de libro.
No contenta
con su edificante actuación, la alcaldesa se encaraba hoy a los medios,
pertrechada tras su bolso de Loewe, y con el cabreo por escudo. Un cabreo
basado no en la indignación de ser manchada en su honor sin razón, si no en la
pataleta de un niño descubierto en su trastada tras haber obtenido muy magro
beneficio en el pecado.
Hemos dado
un salto importante en nuestra situación. Ya ni siquiera los presuntos
delincuentes muestran arrepentimiento. Ya el problema no está en que te
descubran, que parece que da igual. Ya no son esos tiempos en los que sentirte
descubierto te hacía desear que la tierra te tragase. Ahora el problema para
algunos ciudadanos es la injusticia de haber sido mal recompensados por un
delito, que no consideran tal. Como si el país fuera un autoservicio, donde
cada uno flagela al país, arrancándole hasta las entrañas. Y lo peor no es que
existan estas actitudes, si no su impunidad, la desvergüenza de estos a los que
elegimos para servir a la comunidad y se crean poseídos por una divinidad que
les abre las puertas del tesoro, con todo derecho. Mal futuro tiene un país con
una moral pública tan asquerosa, y unos medios para reprimirla tan pobres. Todo
esto no tiene nombre, y si lo tiene es muy feo. Lo que si tiene es solución,
formar ciudadanos comprometidos, éticamente intachables. ¿Te apuntas?
Imagen
blog.grupojoly.blogspot.com
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