¿Hacia
donde mira Barcina?. Es difícil saberlo, porque casos como el suyo son para no
saber a donde mirar, y más que para perder la mirada, perderse uno mismo, entre
las tinieblas y, a ser posible, lejos.
La historia
tiene ya un largo recorrido, tan largo como el pasillo de su casa en Loredo,
“la casa escondida”, una mansión de película que el público descubrió cuando el
insensato del marido de Barcina, el conocido arquitecto santanderino Pucho
Vallejo, se ofreció a un programa de a3media, tipo “¿Quién vive ahí?”, para
enseñarla, hacer ostentación y, ya de paso, ofrecerla por dos millones de
euros. El bueno de Pucho había diseñado y construido la casa con su compañero
Conrado Capilla y buscaba, poco antes de separarse de Barcina, hacer caja
vendiendo el inmueble. Además de la poca inteligencia de mostrar sin decoro los
lujos de la familia, la noticia, ampliamente difundida por los medios, levantó
la pista del cuantioso patrimonio de la, entonces, alcaldesa de Pamplona. Al
poco, Barcina dejó la alcaldía y al marido, dos buenas decisiones, dejando
atrás un reguero de obras a medio hacer, gastos sin justificar y relaciones
económicas poco recomendables. Como las obras ilegales realizadas en un duplex
de Pamplona, donde la edil había construido 188 metros cuadrados
sin permiso ni declaración alguna, convirtiendo en vivienda todos los trasteros
que pilló en su edificio.
Pero el
camino a la fama de la política Navarra no acabó ahí. Siendo presidenta foral,
su siguiente cargo, pronto se descubrió de donde salía, en parte, el capital
preciso para pagar tanto dispendio. En sus tiempos (hasta hace poco más de un
año), los políticos navarros (como me imagino los de la mitad de España)
tomaban con el cargo que tuvieran, derecho de pernada sobre empresas públicas y
cajas de ahorro (en este caso CajaNavarra). Un sueldo, de políticos, otro de
consejero de la sociedad regional de lo que sea y otro de la poltrona de la
caja. Muy poco para tanto ático, tanto chalé y tanto viaje y alhajas. Solución,
las dietas. Pagos interminables por
asistir a reuniones innecesarias que ella misma convocaba.
Salpicada
por la sospecha, y manchada en su prestigio, Barcina se ha mantenido en el
cargo, con una exigua mayoría relativa (24 diputados de 50) apuntalada por el
PP (la mujer pertenece, como no, a un partido regionalista, UPN), arrastrando a
su comunidad, saqueada como tantas, a una cada vez más complicada situación
financiera.
Hoy la
porquería ha vuelto a asomar. Hace pocos días, la directora de la hacienda
foral (la institución que controla los dineros de la comunidad), Idoia Nieves,
dimitía de su cargo, harta de presiones y olor a basura. ¿Presiones?, si las de
la vicepresidenta de la comunidad y número dos de Barcina, Lourdes Goicoechea.
La buena (es un decir) de Goicoechea, había sido asesora de varias importantes
empresas antes de su llegada al poder. Ahora, supuestamente, pretendía proteger
a sus antiguos clientes de inspecciones y, de paso, eximirles de ciertas
obligaciones fiscales. Lo sabemos por que la directora dimisionaria ha hecho un
estremecedor relato ante la prensa, aportando todo lujo de detalles sobre la
protección que Goicoechea prestaba a ciertos empresarios. Fechas, correos,
llamadas, datos, nombres. Un relato tan minucioso que, a expensas de lo que
digan los tribunales, siembra más dudas sobre la ética y los comportamientos
del gobierno navarro.
Hasta aquí
un peliculón, aunque poco novedoso. Sin embargo la discusión ya no está en
quien roba, quien intimida y quien corrompe. El PSOE navarro, ávido desde hace
años de recuperar el poder en la comunidad, ha visto su oportunidad y ha
amenazado con presentar una moción de censura contra Barcina si no se aclaran
los hechos. Pero para tal medida los socialistas precisan del apoyo de toda la
oposición, incluidos los radicales de Bildu. Y ese hecho es el que más repulsa
ha despertado entre algunos medios y políticos, que exigen el cierre de filas
ante los independentistas, y el bloqueo de su posible acceso al poder en el
delicado escenario navarro, pieza muy codiciada por los batasunos. Podría haber
pensado en esas consecuencias la derecha Navarra, antes de meternos en el
barro.
No
busquemos honradez y honestidad, esos
son ya valores escasos en cuya búsqueda quizá ya no merezca la pena perder el
tiempo. ¿Dónde está la medida ética de nuestras decisiones, actos y
valoraciones?. Como sociedad, incluidos los medios de comunicación, ¿Dónde está
la medida de nuestras vidas?. ¿Qué es escandaloso y reprochable?.
Nos vemos
envueltos en una catarata tal de barbaridades, que estamos perdiendo la
capacidad para valorar y establecer prioridades. No seré yo quien muestre un
solo gesto de simpatía por los independentistas vascos, esos mismos que cuando
se habla de violencia y coacción miran al empedrado, pero son un partido legal,
que forma parte del panorama democrático del país, que forman parte de las
instituciones, que representan, por mucho que nos duela, a miles de ciudadanos.
Y si no nos gusta que sean un partido es que estamos envueltos en una locura
inabarcable. ¿Cómo hemos permitido que los perversos batasunos estén en las
instituciones?. Convertir en un problema que un partido legal como Bildu,
presente en las instituciones, no pueda ejercer la autoridad que emana de su
representatividad, revela, lo primero que hemos perdido la perspectiva y
consideramos peor tener malas ideas que
cometer perversos actos. Revela, además, una preocupante esquizofrenia en
nuestra democracia, en la que elegimos a diputados como los de Bildu para
tenerlos guardados en el armario, porque pueden ser elegidos, pero no es
moralmente correctos darles los buenos días, mientras que elegimos a otros, con
licencia para el saqueo, dando a su pecado menos gravedad, perdonando según que
pecados antes que otros. Y revela una realidad democrática muy discutible, en
la que la representatividad de algunos es cuestionable, y la de otros, a la
vista de lo que roban, es discutible.
Explicaba
hace unas semanas en televisión Fernando Savater, que la corrupción, vinculada
a la naturaleza humana, es casi inevitable, pero que lo desolador, era la
impunidad, la falta de control, la perversión de un sistema donde hemos
convertido en normal un atentado a la razón y a la ética. En España un amigo de
asesinos o un cómplice de robo pueden perfectamente representar a un laborioso
y honesto anciano desahuciado de su casa. Y para echar al segundo nunca será
bien visto acudir al primero. Un tenebroso dilema, y muy oscuro.
Imagen
vozpopuli.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario