Hubo un tiempo en que el arte y la comunicación fueron un camino intenso de ahondamiento del ser humano. Un esfuerzo doloroso, pero gratificante por abrir dudas constantes, plantear interrogantes y colocar frente al ser humano un inmenso espejo, continuamente tapado por el poder, para que el hombre y la mujer vieran allí el reflejo de su alma, o como se llame eso que nos hace pervivir en la memoria, más allá de la efímera vida de la materia.
Hoy no. El arte y la comunicación son un juego efectista, y no pocas veces dañino, en búsqueda constante del más difícil todavía, de encontrar la manera de sorprender, pero por el mero afán de sorprender, de excitar los sentidos, de soltar adrenalina. Sin ninguna mira puesta en el intento de mejorarnos, de indagar en quienes somos. O al menos eso ocurre con esa parte del mundo creativo prostituido hace tiempo a los mercados.
Esta semana The Huffington Post colocaba en primera plana un anuncio publicitario de la firma holandesa de lencería Hema, en la que se promocionaba un super push up, un sujetador capaz de aumentar con toda sencillez la talla de pecho de cualquier mujer. Tanto, que el modelo elegido era un hombre. Y claro, si le podemos poner tetas a un hombre, que podremos hacer con una mujer, me imagino que habrán pensado.
No es de mi devoción la forma en la que la industria afronta el tema de la feminidad. Considerar que una mujer es atractiva, llamativa o valiosa, solo por el tamaño de sus pechos me resulta una penosa vulgaridad. Es lógico pensar que una marca de sujetadores quiera venderlos, pero anunciarlos con un hombre disfrazado de mujer es tanto como transmitir que eso, las tetas, es el elemento diferencial. Y no creo, o me resisto a creerlo.
De todos es conocida la pujanza en el mercado del andrógino Andrej Pejic, el modelo disfrazado de chica que protagoniza el anuncio, y cuya fama ha venido de la mano, desde que la famosa agencia Stern le saco al mercado, de su capacidad para desfilar con la ropa de cualquier sexo, y hacerlo de manera que, y manda narices, la revista FHM, una autentica especialista en traficar con carne de mujer, le ha considerado una de las 10 mujeres más sexys y deseables del mundo, a él.
Me parece fenomenal que un chico se vista de chica. O bien porque la naturaleza se ha equivocado, y estamos hablando de un proceso de reasignación de sexo, o bien porque le da la gana. Pero no vamos por ahí. Es este caso, y en general en la forma en que Pejic es utilizado por el mundo de la moda, se trata de una disposición del mercado hacia el mundo femenino.
Según los gurus de la moda, se es mujer por llevar escote, enseñar los muslos y tener unos labios seductores. Da igual cualquier otra cualidad que atribuyamos a las mujeres, al mundo femenino, todo es una cuestión física. Porque al fin, una parte del mercado solo ve en nosotras una cuestión física. Un ser atractivo, seductor, atrayente, capaz de satisfacer nuestros sentidos, agradar, ser mona, solicita, sumisa y modelable. Tanto que si cogemos a un hombre estrecho de hombros, delgado y con labios carnosos, podemos hacer de él un ideal de mujer. Una chica desvaída, desnaturalizada y modelable. Podemos construir con cualquier cosa el tipo de mujer que nos guste, y ponerle pechos, y melena y una mirada insinuante. Lo demás, cualquier otra cualidad relacionada con la sensibilidad, la creación o la cordura son indiferentes.
Y esta diatriba no es por un sujetador. Estamos viendo como se puede manipular y moldear el cuerpo de un hombre hasta hacer de él la mujer que queremos y nos interesa. Una parte significativa de la humanidad hace lo mismo con su espíritu, a falta de dinero para esculpir su cuerpo. Y cuando el hombre no consigue hacer de la mujer el objeto que anhela ¿que hace?, la humilla, la pega, la lapida o la mata. Pensémoslo.
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