sábado, 23 de agosto de 2008

Crespones ciegos

Somos humanos, y como tales imperfectos. Por lo que la parca siempre nos encuentra, sobre todo cuando alguien nos la envía. Y eso ha ocurrido en Madrid hace unos días. Solo quienes hemos sufrido la muerte de un ser querido de manera tan súbita y evitable sabemos bien el inmenso dolor que nos lacera. Pero en la vida llorar no lo es todo, y no podemos abandonarnos a nuestros sentimientos más primarios, por muy comprensibles que sean. Los que han perdido deben llorar, el resto debemos trabajar para protegerles y evitar su soledad el resto de sus días, que la muerte es un instante, pero el llanto por ella es eterno, aun cuando sus lamentos se oigan cada vez más bajos.

Sin embargo en esta sociedad en la que todo es inmediatez y premura, no entendemos que cualquier proceso de la vida lleva su tiempo. Decenas de personas, entre sanitarios, forenses, policías o bomberos, en servicio o voluntarios, españoles o extranjeros trabajan sin descanso desde el día del accidente. Cuarenta y ocho horas después la gente, y es humano, exige la identificación de los cadáveres, la justicia sobre los culpables y la clarificación de todo el sistema aeroportuario. Y no es posible. Incluso las pruebas de adn soportan grandes dificultades, como el una niña adoptada, fallecida en el accidente. Y nadie creo que quiera otro Yak42. Averiguar las causas llevará meses. Y aclarar todas las dudas y sospechas vertidas sobre el sistema menos ruido. Pero el bombardeo de comentarios y la presión mediática, ávida de llenar titulares, ejercen una presión y una ansiedad que llevan a la desesperación de las familias, a la eclosión de impulsos primarios, y hasta a la venta de exclusivas por uno de los supervivientes.
A pocos días de suceder los hechos resultó terrible (aun más que las imágenes de cuerpos calcinados y ensangrentados saliendo de las ambulancias, que en el colmo de la sordidez y la deshumanización han servido televisiones y periódicos) el ver como un hombre, que había perdido a sus hijos y a su nieta, se encaraba a la prensa para usarla de altavoz, y entre la reclamación y el desahogo criticar al gobierno, a la compañía y a quien se pusiese por delante. Normal. Es una tensión que o se alivia o te hace estallar. Pero los medios tienen unas obligaciones para con la comunidad, en cuanto defender la verdad, sembrar sentido común y formas opiniones sensatas, no instintos y pasiones. No voy a criticar los detalles del accidente o sus causas, porque, al igual que todos, los desconozco, y si critico la especulación de los medios no voy a hacer yo lo mismo. Y no voy a criticar a los medios de comunicación porque no merece la pena, y hay cosas más importantes. Pero no puedo evitar hacer ciertas reflexiones, desde el respeto a las victimas y a sus familias.
Es habitual en los medios que estos llamen a especialistas o a enterados, para ante estos hechos comentar en programas e informativos, todos los aspectos del suceso. En unos casos para echar luz sobre el hecho, y en otros porquería. Lo que no entiendo es la reiterada presencia estos días, en ciertas cadenas (de la mañana a la noche), de José Maria Vázquez, piloto de Spanair y presidente del SEPLA y Felipe Laorden, técnico de seguridad del Colegio de Pilotos comerciales. En estos momentos tan difíciles, Vázquez ha explicado a Antena3 (en varios programas) y a El País, que yo sepa, cosas realmente inquietantes, sembrando grandes dudas no solo sobre su compañía, sino sobre todo el sector aéreo. Justo en estos momentos en los que las familias sienten ansiedad ante la falta de respuestas, y no precisan aun más preguntas. Según estos señores la presión de las low cost, y la mala situación del mercado, ha hecho que todas las compañías bajen presupuesto. Y como hay ciertas cuestiones que están al límite y ya no se puede bajar más (el handling, el combustible, en caso de usar el sistema de hedging o aseguramiento o los equipos), solo queda para ahorrar unas monedas el recortar personal y mantenimiento. Hasta el punto de que, según ellos, en muchas bases operativas no hay mantenimiento ni mecánicos, por lo que las revisiones obligatorias antes de cada vuelo se reducen a lo que en el argot se llama “line Check”, esto es, una revisión ocular de los pilotos al perímetro del aparato (presión de ruedas, alturas de amortiguadores, grietas y fugas..) y todo a ojo. Son afirmaciones muy serias que abonan la teoría de ex empleados y pilotos que han hablado estos días de las condiciones en las que se vuela, y en las que entraban salidas de emergencia bloqueadas, mala limpieza y reparaciones con silicona y cinta adhesiva. Terrible. Terrible que esto este ocurriendo. Terrible que se diga en medio de estas circunstancias y en medios de masas, para abrir más aun, si cabe, las heridas de los que sufren. Terrible si es mentira, por manchar el buen nombre de mecánicos y directivos, al menos de forma generalizada. Y terrible por lo que le toca al gobierno.
Todo lo que nos rodea se guia por criterios económicos, y quizá sean ellos en parte culpables de lo que ha ocurrido, pero solo quizá. Y ni la administración pública se libra de esa lacra. Unos días antes de irme de Madrid, Álvaro Diez Recio, un buen amigo, me contaba las dificultades con que se encontraba en su puesto de trabajo como médico de familia, dado que la inspección le había abierto un expediente por, según ella, enviar demasiados pacientes a especialistas. ¿Cuántos son demasiados?, le pregunte. Demasiados es más de lo que marquen los límites establecidos por la gerencia, en base a un criterio económico. Es más, en ciertas autonomías, usar muchas ambulancias, recetar ciertos medicamentos (que para ciertos pacientes, dado su historial, pueden ser mas recomendables) o dar traslado a especialistas a sus pacientes, puede ser motivo de amonestación o de sanción económica. Pues bien, si el estado tiene ese planteamiento en sus propias empresas, no me extraña que las aerolineas apuesten por esa solución, aun con los riesgos que eso implica.
Y es que somos muy contradictorios. Por un lado nos lamentamos cuando ocurren estas catástrofes, pero poco hacemos antes para evitarlas. Y por no revolver más, no recordemos como aviación civil y la comunidad de Madrid quedaron con el trasero al aire en el caso Air Madrid, empresa cuyas irregularidades llegaban al cielo, nunca mejor dicho. Pues de poco sirvió, a la luz de lo que ahora se pretende usar como causa de este drama. Y somos contradictorios cuando el gobierno, no se si para distraer, acusa al movimiento olímpico de insensible, dando cancha a los medios de comunicación para tirar de orgullo y encender aun más velas al diablo. Que yo sepa, D. Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico español, fue el primero que, para agradar al amigo chino, reunió a sus huestes y las leyó la cartilla a base de bien sobre que no dijeran ni esta boca es mía durante los juegos sobre nada que no fuera deporte. Sabido es que el espíritu olímpico griego, el de verdad, y no esta pantomima de profesionales, era un momento de paz que paraba el mundo y sus conflictos. Hoy hemos pasado del espíritu olímpico al espíritu burbuja, aquel que dice que los juegos deben aislarse del mundo, dado que poco influyen sobre él, véase Georgia. Pues si España había advertido eso a sus atletas, había asentido en la prohibición a georgianos y estadounidenses de portar crespones ante la guerra de unos y el drama en la selección femenina de voley en otros, ¿a que viene pedir minutos de silencio, banderas a media asta y crespones ahora?. ¿Es que nuestro dolor es distinto?. ¿Es que no hemos asentido en meternos en esa burbuja?. Pero es que más que contradictorios somos ciegos. Y se que voy a escribir algo políticamente incorrecto, pero así lo siento. Siento como propio el dolor de esa gente, que tan lejos, en mi patria, sufre ante la muerte de los que más querían. Tanto como sufro y lamento el dolor de quienes quedan en desamparo al morir su padre en una obra, por falta de inspecciones de trabajo o escrúpulos de un promotor. Como lamento la muerte de quienes mueren en nuestras carreteras, muchas de ellas llenas de deficiencias criminales. Como lamento quien muere en la espera de una lista que nunca acaba, esperando ser sanado en un hospital público. Pero para ellos no hay minutos de televisión, ni periodistas justicieros, ni siquiera un presidente Zapatero que lloroso y compungido prometa justicia y una investigación a fondo, no ya en una compañía privada (que AENA, por cierto, no lo es), sino en sus tercermundistas carreteras, en sus obras o en sus listas medicas. No quiero pensar que el dolor o el drama se mida por el número de ataúdes. Que la muerte de ciento cincuenta y tres personas es peor que la de una. Que morir en grupo hace el drama más intenso y el dolor más desgarrado que morir solo. Que morir en un instante es más horrendo que morir semana a semana, en una cuneta. No quiero pensar, que solo debo sentir, pena.

5 comentarios:

El hidalgo caballero dijo...

Me rindo ante las evidencias de tu reflexión, el número de víctimas puede influir en el sentimiento colectivo a la hora de verse sobrecogido por la tragedia. Y eso nos lleva a establecer reacciones y duelos diferentes, haciendo diferencias entre unos y otros, cuando todas las pérdidas son igual de lamentables y dolorosas.

Marty dijo...

De nuevo por aqui, y complacido por tus reflexiónes, gracias por tus deseos, mis vacaciones fueron felices, con descanso pero también con ajetreo, del bueno.

El día que ocurrió la catástrofe de Barajas estaba sólo en casa, y ahi me di cuenta de como reacciono ante estos sucesos. Quizás por mi forma de ser o por desconocer a las victimas hace que no me conmueva, me emocione o me haga llorar.
Es duro, ver como tu familia siente algo que tu no puedes apreciar, y es que me cuesta asimilar estas cosas.

Hablar con mis amigos, escuchar sus pareceres y sacar conclusiones me ayuda mucho. Te das cuenta de como es la sociedad, y como ciertamente a veces preferimos llorar antes que ayudar.

Encantado de leerte de nuevo.

Marty dijo...

De nuevo por aqui, y complacido por tus reflexiónes, gracias por tus deseos, mis vacaciones fueron felices, con descanso pero también con ajetreo, del bueno.

El día que ocurrió la catástrofe de Barajas estaba sólo en casa, y ahi me di cuenta de como reacciono ante estos sucesos. Quizás por mi forma de ser o por desconocer a las victimas hace que no me conmueva, me emocione o me haga llorar.
Es duro, ver como tu familia siente algo que tu no puedes apreciar, y es que me cuesta asimilar estas cosas.

Hablar con mis amigos, escuchar sus pareceres y sacar conclusiones me ayuda mucho. Te das cuenta de como es la sociedad, y como ciertamente a veces preferimos llorar antes que ayudar.

Encantado de leerte de nuevo.

Toño dijo...

Con este desastre también recordaba aquello del Yak42, como indicas en tu artículo, que aun colea por cierto. Es vergonzoso el papel que tienen algunos medios, solo interesados en vender exclusivas.

Respecto a lo que indicas de las recetas médicas, yo había oido algo, pero creía que eran leyendas urbanas... veo que no es así.También tengo entendido que los docentes no pueden poner todos las matrículas de honor que quisieran, porque esto también puede ser motivo de sanción. Realmente irónico.

Saludos.

PD: te enlazo desde mi blog ;)

Papreiro dijo...

Hola Aine.
Me alegro de volver a leerte. Acabo de llegar de vacaciones hace un momento, así que ya te comentaré que me parece lo que has escrito.

Gracias por tu comentario, me hace reflexionar mucho aunque todo ya está decidido. Lo que ganas a pulso es lo que te mereces, y ese es mi caso. Ahora toca disfrutar de esas personas que, por mucho que pase, nunca las dejas de tener a tu lado. Esos son los amigos. Y aunque algunas personas hayan desaparecido de mi vida como ha ocurrido, siempre quedan como amigos. Y eso es lo importante cuando algo acaba, no perder la confianza.
Las decisiones de este tipo si son inquebrantables, los sentimientos los que tu corazón te dicta. Y la estupidez del contrario es la que te hace ver la realidad.

Muchas gracias, de verdad. Un abrazo

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