sábado, 23 de agosto de 2008

Inesperadamente la muerte

Hay momentos en la vida para llorar, y otros más adecuados para apretar los dientes y gritar de rabia. Hoy es más propio hacer lo primero, apagando todos los sonidos que hay alrededor, para que el llanto reine, y así la pena se expanda, y el alma se alivie, aunque solo sea un poquito. Pero en nuestra sociedad, ese silencio que permite oír a los muertos, es imposible, para eso están los medios de comunicación.

Habrá quien piense que tengo una cierta fijación con ellos, y que critico de manera inconsciente y sin mediar provocación, pero es que me lo ponen a huevo quienes, junto a profesionales sin tacha, hacen caja del dolor ajeno sin misericordia, sin escrúpulos, y sin ética.
El miércoles, en medio de la conmoción producida por el accidente aéreo de Barajas, cuando algunos medios mantenían su ración diaria de mierda televisiva, y la cadena pública rellenaba la noche con un intrascendente partido de fútbol amistoso, las cadenas y los demás medios que decidieron volcarse en la tragedia, lo hicieron como solo ellos saben, esparciendo estiércol a paladas y con la sensibilidad prendida del orto.
La confirmación llegaba aquella misma noche, cuando una nube de ¿periodistas?, cerraba el paso a un coche que se disponía a entrar en el recinto del IFEMA. Cuando los micrófonos y las cámaras cercaron el coche, de este, con las ventanillas bajadas, salio una larga frase formada por la reiteración de tres palabras “Hijos de puta”. Una mujer, desencajada por el dolor y bañada en llanto, aclaraba desde el asiento trasero lo que el conductor proclamaba. “Sabían que el avión estaba mal y les obligaron a salir, quiero justicia”. ¿Y como había llegado esa mujer a tamaña conclusión?. Pues gracias a las especulaciones, invenciones y suposiciones de los medios que llevaban horas cubriendo la noticia. Porque claro, rellenar horas de emisión sin apenas imágenes (dado que la zona estaba acordonada) y sin apenas información (pues la administración, creo que es lógico, da prioridad al rescate y a restablecer el trafico aéreo), solo se puede hacer inventando y especulando.
Todos somos lo suficientemente sensatos como para comprender que se ha producido un fallo, un error. Porque las maquinas, al cien por cien de capacidad no fallan, y los hombres, en procedimientos de trabajo tan rutinarios, y con tanta experiencia, tampoco. Luego, o el piloto erró, o la maquina presentaba algún fallo no detectado que inició una cadena de errores que hecho el avión al suelo. Eso es tan cierto y de sentido común como recordar que hay un procedimiento de vuelo y seguridad que el piloto no va a incumplir, por la sencilla razón de que el también va en el aparato. Y aquí no se toman decisiones como en un autobús, en el que el conductor puede decidir por un impulso hacer un mal adelantamiento. Aquí mucha gente esta implicada, luego hay muchos filtros de seguridad, y aquí hay un protocolo de trabajo muy rígido y muy rutinario. Pero ha habido un error. La fatalidad no mata, el destino tampoco, la física si.
Pero como no sabemos cual, y además tardaremos en saberlo, disparar indiscriminadamente solo lleva al error, a crear confusión y a provocar más daño. Al margen de los daños económicos, y recordemos que se están diciendo cosas gravísimas contra una compañía y un sector, en los que trabajan cientos de personas, que ya antes de esto tenían un pie en la calle, están los humanos. Cuando fuerzas que no controlamos, como las naturales, nos alejan de nuestros seres queridos, el dolor es muy grande, pero cuando la negligencia, la ambición o la irresponsabilidad están detrás de la muerte de uno de los nuestros, el dolor es insoportable, porque podemos comprender la muerte, como un hecho natural, pero no el asesinato. Y eso se esta dando a entender, agrandando el inmenso dolor de quien habiendo perdido a un ser querido, descubre ahora, o eso le dicen, que el drama se puedo evitar, que incluso su ser querido se quiso bajar y esa gente le ato a la muerte, que un atajo de sinvergüenzas cambió el destino, para que un bautizo, unas vacaciones o el comienzo de un sueño, iniciara un infierno. Y eso significa poner en cuestión el honor, la fama y la dedicación de muchas personas, sin pruebas. Cuando la investigación acabe, con pruebas en la mano, habrá que soltar el látigo sin contemplaciones contra quien haya metido la pata. Pero antes, opinar sin pruebas en asuntos tan graves, y con tantas familias destrozadas, es difamar. Y eso también es una forma de asesinato, aunque más lento
La misma tarde del suceso, y sin ningún pudor, dos periodistas de dos cadenas privadas abordaban a una pobre mujer, inerme por el drama que la había dejado sin familia, cosiéndola literalmente a preguntas. ¿Ha perdido a alguien en el accidente?, ¿Cómo se siente?, ¿que opina de que la compañía permitiera salir el avión cuando había un fallo que ponía en riesgo la vida de los pasajeros?, ¿Piensa tomar medidas contra la compañía?... ¡Pero como se puede ser tan cabron!. ¿Cómo alguien con una mínima ética puede soliviantar así a una persona, que lo único que precisa es amor y consuelo, despertando en ella esa ira y ese rencor, creándola aun más ansiedad?. Pese a que la mujer, con un hilo de voz, imploraba que la dejasen llorar en paz, los dos canallas la empotraban el micrófono, hasta que un chaqueta verde se interpuso, pidiéndoles un poco de humanidad y un psicólogo del SAMUR se la llevó. Todavía tuvieron tiempo de protestar, ¡estamos trabajando!. Esto no es la bárbara América, donde los jueces imparten venganza mediante una inyección letal. Esto es Europa, estamos en un país civilizado, en España, y el linchamiento no esta permitido.
Todavía setenta y dos horas después, y en una tensa conversación, una presentadora de Antena 3 entrevistaba en un informativo de la mañana a José Mª Vázquez, presidente del SEPLA y piloto de Spanair. La intención de la periodista pronto se vio que no era averiguar, sino acusar. Más aun, ciertos periodistas tienen tendencia a arrogarse la representación de la sociedad, erigirse en voz de los débiles y convertirse en adalides de la justicia, porque como el poder público no defiende, ni informa, ni …En fin, volviendo al asunto. La presentadora blandía ante Vázquez la portada de “El Mundo” del pasado viernes, en la que el diario, famoso por sus especulaciones sobre el 11M, entresacaba una frase de una carta enviada por el sindicato de pilotos a la compañía sueca dueña de Spanair “Lars, el caos operativo esta poniendo en riesgo el pasaje”. De nada valió que Vázquez, autor de la carta, aclarase que la frase, sacada de su contexto, se refería a poner en riesgo el tener pasajeros, vamos el tener negocio, clientes, y en ningún caso la seguridad. La señora insistió e insistió hasta que le pillo en un renuncio cuando el dijo que había mucha presión por parte de las compañías, que todo se hacia deprisa para no perder los slot (pasillos y horas de vuelo), y que, claro, todo con más calma y tiempo se hace mejor. La otra ya tenía titular. “me quedo muy intranquila, lo que dice es muy grave, o sea que las revisiones y mantenimiento se hacen de forma precipitada”. Tampoco tranquilizó el que el piloto explicara que el fallo que había detectado el comandante, y que le había llevado a paralizar el primer intento de despegue, era un fallo en un calefactor que evitaba que un sensor se bloquease por hielo, no un fallo que afectase a la operatividad del avión, y que las normas del fabricante permiten volar aislando ese problema, hasta una revisión exhaustiva posterior. Nada, ella tenia su idea ya formada antes de que él pisara el plató. El motor fallaba, y lo despacharon sin revisar en apenas quince minutos. Menos mal que un juez con un poco de humanidad ha prohibido la emisión de imágenes del accidente, lo que no ha evitado que los periódicos se llenen de imágenes gratuitas de hombres y mujeres destrozados, tendidos en el campo o languideciendo en las camillas que entraban en las urgencias de Madrid. En un horror evitable, por imaginable, salvo para quien hace del dolor ajeno un negocio, y del morbo un lema.
Algo ha fallado en ese avión que ha costado un drama, y algo falla entre los periodistas, que nos va a costar alguno más.

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