sábado, 2 de junio de 2007

Llamame Telesforo


El senador, y otrora dirigente político del PNV, Iñaki Anasagasti, hombre al que conozco, y por el que siento una gran admiración, dada su altura intelectual y humana, ha rescatado en estos días la figura de Telesforo Monzón, uno de los dirigentes históricos más significativos y menos recordados del nacionalismo vasco. “Llámame Telesforo”, es un libro laudatorio que recoge la trayectoria del que fuera significativo dirigente peneuvista durante la segunda republica, y que a su regreso del exilio se convertiría en referencia del nacionalismo y fundador de Herri Batasuna. “Todo político debe tener un discurso ético, y no atarse a la muerte, ni esconder un discurso vacio tras palabras huecas”, han sido las palabras del político vasco en la presentación de su libro. Nacido en 1904, Monzón y Ortiz de Urruela, fue uno de los hombres encargados de dirigir el partido de Arana en los difíciles momentos de la republica, aquellos en los que el gobierno ninguneaba a sus territorio, evitando impulsar una autonomía que no agradaba, proviniendo de un partido católico. Pero que a la vez debía convivir con una derecha católica que le despreciaba abiertamente como sentencio la famosa frase de Calvo Sotelo en 1935 “Antes España roja que rota”. Una premonición de las contradicciones de su tiempo, de su vida y de su partido. Fue consejero de gobernación en el primer gobierno autónomo de Aguirre, puesto desde el que creo la estructura de los cuerpos de seguridad vascos, y en el que su comportamiento quedo en tela de juicio al no haber sabido evitar el asalto a la cárcel de Bilbao que costaría la ejecución de decenas de presos franquistas. Busco proximidades con Pórtela Valladares, un republicano reflexivo, y tiro de su partido para no separarle de la legalidad republicana. Pero llegado el momento crítico de la guerra civil, asumió la defensa militar de Guipúzcoa a través de la junta de defensa del territorio, de la que dimitiría por negarse a aceptar la política de fusilamientos del organismo. Desde su exilio, tras perder la guerra, el hombre de la palabra hubo de aceptar la necesidad de la lucha armada contra Franco, siendo el creador de los batallones de gudaris. Pero la vida a mediados de siglo se torno muy agria. El PNV se comenzó a desgarrar en la disputa entre etistas y ejelkistas. La encrucijada era mantenerse en la defensa de las leyes viejas desde una línea política o conducir al nacionalismo a un discurso más radical y social, comprometido con la “liberación vasca” a cualquier precio. Telesforo nunca asumiría ese “a cualquier precio”, como tampoco aceptaría la política de alianzas de su partido. El precio de esa actitud seria el alejamiento progresivo del primer plano político. Desde sus escritos, sus poemas, y sus canciones, en su finca vasco francesa de Meandros Berri, Telesforo seguiría luchando por una postura ética ante la vida y la instrumentalización de la palabra y el dialogo para obtener las metas, que el otorgaba a la sociedad vasca. El autor de canciones tan simbólicas durante la transición como “Ixiarren semea”, solo, sin embargo consiguió hacer calar su mensaje en grupos como Aralar, tal como, curiosamente, reconoce Anasagasti. Hoy, el PNV inicia un discreto camino para recuperar la memoria de quien dice defendió el dialogo y la vía de la paz, hablando de un hombre que en los años 70 defendió públicamente la línea etista, impulso un frente amplio de la izquierda, y recibió la reprimenda de su partido, por su actitud. Y todo ello, mediante un libro ensalzador, a través de la editorial Chalaparta, curiosamente la misma que publica los “escritos” de De Juana Chaos, y promueve la obra ideológica del entorno abertzale mas radical. Son reflejos quizás de la imagen tierna del político que en sus últimos años consiguió el acta de diputado y arranco, solo con la palabra, 170.000 votos en su tierra, como independiente en las filas de HB. Son reflejos sobre todo de una profunda contradicción.

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