domingo, 24 de marzo de 2019

Miguel Ángel Revilla Roiz



Quizás nuestra distinción como país radique precisamente en la existencia de personajes como él. Gentes que rompen nuestra ancestral tendencia al borreguismo, a la uniformidad y a esa rebelde quietud que nos perfila cuando se hunde el suelo, o el techo, o las paredes, o sabe Dios que, de hasta nuestros trenes.

Se que voy a ir contra corriente, pero quede sentado que me cae simpático. Y no es ello una apreciación en lo personal, sino en lo político, que a fin de cuentas es lo único que debería tener relevancia en el ámbito de lo público, pero que, ya se sabe, queda en este país relegado ante nuestra tendencia al marujeo y la actitud de corrala que la televisión ha exaltado en los últimos tiempos.
¿Qué veo en él?. Mucha gente en este país ve en él a un paleto gracioso. Porque en una sociedad donde la mentira y el disimulo se han convertido en el águila bicéfala de nuestro escudo, el que alguien diga lo que piensa, y lo diga cuando piensa que necesita decirlo, resulta pintoresco, extravagante, anormal, pero al tiempo carente de maldad, como tampoco la tiene la inconveniencia de un niño, porque en su ignorancia, no pretende hacer mal. En realidad, este tópico sobre Miguel Ángel es una forma fácil y elegante de descalificar y desactivar las opiniones de quienes mantienen más lucidez que el resto o tienen más vergüenza y no callan lo que la mayoría oculta o, aun peor, desconoce o prefiere desconocer.
Y eso es lo que me gusta de él, no oculta, no calla y no da la espalda a cuestiones que son relevantes, por oposición al discurso insulso y mentiroso de la mayoría de políticos. Y aprecio su habilidad para realizar su trabajo contra galernas y calmas chichas. Recordemos que comenzó su vida política sacando del pozo a un partido aldeano y desconocido, menospreciado por la burguesía santanderina. Recorrió cada pueblo y cada aldea contando sus ilusiones y el amor a su tierra. Toco el poder de soslayo, pero lo ejerció. Fueron los tiempos en que era el consejero de obras públicas de los gobiernos del PP, arrinconado en su despacho, o visitando sólo cada pueblo, peleándose con alcaldes y constructores para mejorar unas infraestructuras decimonónicas, a las que solo rendía visita el presidente para cortar cintas en las que al fondo de la foto, muy al fondo, aparecía Miguel Ángel. Y realizó su trabajo en medio del desprecio y la risita del gobierno de Martínez Sieso, el entonces presidente regional de esta tierra, que miraba con desden, y a media sonrisa, a ese bigote bajito y albarqueño. Pero Miguel Ángel aguanto el tipo, cumplió con su trabajo y mantuvo vivo a su partido. Tan vivo que mediante lícitos pactos ha asumido por dos veces la presidencia de esa comunidad autónoma. Y en condiciones nada envidiables, pues a penas un cuartillo de su administración esta en sus manos. Medio gobierno actúa de forma autónoma, según las directrices del PSOE nacional y bajo la égida de la vicepresidenta regional, amenazada en su propio partido por las agrupaciones de las más importantes localidades, que reniegan de un pacto que les esta costando una sangría de votos. Y no es mejor la perspectiva en su partido, en el que la carrera por la sucesión esta desatada.
Y pese a todo, y con sus fieles de verdad, él sigue enhiesto, como símbolo de una Cantabria pujante que hace hoy de modelo a seguir por otras comunidades, entregadas a veleidades nacionalistas o socavones de ineficacia. ¿Cuánto les cuesta a los cantabros los taxis de Revilla en Madrid?. Les cuesta una ahorro de dinero, en esa y otras tonterías protocolarias, traducido en uno de los sistemas educativos más pujantes del país (eolapaz.com, el portal educativo de mis chicos de La Paz, reciente premio nacional de tecnologías educativas es un claro ejemplo). En uno de los sistemas sanitarios referencia en Europa, en uno de los sistemas de acción social mas innovadores del país. Eso les cuesta. Porque hablamos de un gobierno centrado en gobernar, donde, a pesar de varios de sus colaboradores, la impronta de Revilla se mantiene. Donde, conviene recordar, no se gasta el dinero en mantener onerosos e innecesarios complejos de información institucionales (televisión autonómica, etc).

Ni siquiera creo en la tan afamada tendencia al exhibicionismo y al populismo que se le adjudica, sino en la naturalidad de un hombre que entiende que gobernar exige pedagogía, que a la gente es preciso contarle con claridad los problemas y las soluciones, como quien charla en una taberna con sus vecinos, en torno a un chato o un café, de aquello que en su vida es importante, no en la de Belén Esteban, y de forma que todos lo entiendan.
Es el suyo un perfil de los que pululan en las páginas de Bergamín, Casares o Blasco, cuya vulgarización pública es solo un arma que busca arrinconar a un hombre sincero, en ocasiones equivocado, en otras certero, en algunas inconveniente, en ciertas preso ingenuamente cazado en la red de los medios y su tendenciosidad, y siempre discordante. Su olor a puro no casa bien con los aires de loewe y los trajes de Brioni de la oficialidad política. El citroen blanco de alquiler que le lleva a Moncloa, o su utilitario santanderino, poco tiene que ver con los audi que transportan a sus consejeros. Su aspecto de vecino sereno y respondón, poco encaja con el discurso de mentira contenida del que presumen los políticos profesionales de nuestro país.
Pero si no fuera por su tipismo galdosiano, y su aire de tipo normal que se asoma a la radio, como quien se recuesta en el portal de su casa, de cháchara con un vecino, muchos no sabrían que en las tierras del norte, entre el paraíso de Euskadi, y el calido verdor de Asturias hay una tierra de ensueño, poblada de gentes nobles llamada Cantabria. Y el conocimiento es riqueza.


Imagen Bekia


Este artículo se publicará en la edición nacional de El País de los estudiantes. Adelantamos la publicación en nuestro blog por interés periodístico

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