Cercedilla,
esa pequeña Suiza que ha dado cobijo a lo largo de su historia a hombres de
gesta como Luís Rosales, Santiago Ramón y Cajal, Vicente Aleixandre o Joaquín
Sorolla, y que ha visto por sus calles a lo largo de su historia, desde
cónsules romanos hasta reyes como Alfonso XIII, fue el lugar elegido por el
destino, el 25 de febrero de 1950, para servir de entrada al olimpo de la
historia a Francisco Fernández Ochoa, uno de los símbolos del deporte español
y, lo que es más importante, eso que con escasa facilidad podemos catalogar
como un referente moral.
Apenas
levantaba un palmo cuando, según narraba con gracia el campeón, sus tíos le
llevaron a las cercanas nieves, le colocaron junto a un desnivel, y con dos
sencillos patines y ni idea de hacer la “casita”, le espetaron: “Tirate”.
Aterrado, Paco a penas llegaba a balbucear un “no me tiro”, mientras movía de
forma acompasada su cabeza de este a oeste y miraba con desazón hacia el
imponente desnivel de 30
centímetros que se abría ante sus pies. “O te tiras o te
doy dos h…… “. ¡Y vaya que si se tiro!.
Así nació
un campeón, por que el gran hombre ya existía.Contaba trece años, y con Andorra
como escenario, Paco se estrenó en la competición internacional, con un cuarto
puesto que iniciaría su matrimonio con el slalom especial. Aquello y varios
triunfos en las categorías juveniles le llevarían a abandonar sus estudios,
cuando ya se encontraba en quinto de bachillerato. Un año después era
seleccionado por la española y arrasaba en el Trofeo Primera Nieve en el Valle
de Aran, derrotando por vez primera al entonces campeón de España Luís Viu.
Su carrera
se vería detenida en 1966, en Cervinia, donde una grave caída le apartaría
temporalmente de las pistas y le dejaría una secuela permanente en forma de desviación
de columna. Pero no era bastante ese dolor, acusado en cada carrera para
apartarle de su destino. El Olimpo le esperaba, y Grenoble seria su primera
parada. En 1968, con a penas 18 años, Paco debutaba en unos juegos olímpicos.
Su resultado fue más bien discreto, pero el futuro ya estaba en marcha. La
experiencia y el ansia de ganar ya habían anidado. Ese año ya era sexto en la
prueba de gigante de Megeve, valedera para la Copa del Mundo, y el siguiente ganaba el gigante
y el especial de Andorra. Pero una sombra gris seguía machaconamente su
estrella. Corría el 25 de enero de 1970, cuando Megeve, el escenario de sus
primeros triunfos, veía como el campeón sufría una gravísima caída que le
dejaría sin conocimiento y nuevamente le apartaría de las pistas. Pero por poco
tiempo. Contra algunas recomendaciones, Paco no se arredro, y esa misma
temporada era noveno en el Campeonato del Mundo, participando en slalom,
gigante, y descenso. 1971, el año anterior a los siguiente juegos olímpicos
intento ser el año de la recuperación, pero ni su machacado cuerpo, ni el nivel
general del ski en España le permitirían llegar mas lejos del trigésimo puesto
en la copa del mundo, donde sus mejores resultados los lograría en Val Gardia,
Hannenkamm, Megeve y Are.
Y llegó su
hora. España aspiraba en los juegos olímpicos de Sapporo 72 a poco mas que un lugar
honroso, pero el no. Bajo una leve nevada, el 13 de febrero de 1972, Paco saltó
del soporte como si le fuera la vida, como si su tío le gritase al oído con voz
ronca y amenazante: “o ganas o te pego dos h…”, como cuando era un crió, en su
Cercedilla. Y ganó. Y ganó a lo campeón, con claridad, con calidad, con amor
propio y sin suerte. Triunfo en la primera manga del especial con un tiempo de
55:36, e hizo segundo en la otra manga, 53:10.
Eran
tiempos que valían un oro, que valían la gloria. No solo era el primer (y hasta
ahora único) español en ganar un oro sobre la nieve, sino, en aquel momento, el
tercer español que ganaba un oro olímpico, después del vasco Amezola en pelota
en los Juegos de París 1900 y Villota en hípica en Amsterdam'28. Era un héroe,
pero sobre todo, era un ejemplo. Muchos jóvenes como yo, incluso no habiendo
nacido en aquel momento, nos iniciaríamos en el esquí teniendo presente su
gesta, mirando su foto o la de su hermana, pensando cuando descendíamos por el
Turnel, el Mirador de la Reina
o la Bonaigua
ser como él. Pero ahí, como algunos creen, no acabó su historia. Paco era más
grande, no le valía solo una carrera. Entre los muchos reconocimientos recibidos,
aquel verano obtuvo el más grande, portar la bandera de su país en los juegos
de Munich.
Desde
entonces los triunfos seguirían. Tras sus grandes resultados, ese mismo año en
la clásica de Lauberhorn (Suiza) y en Hahnenkamm (Austria), y en el año siguiente
en la Copa del
Mundo y en la europea, en febrero de 1974 disputó los Campeonatos del Mundo de
St. Moritz, consiguiendo la medalla de bronce en el slalom. En ese año ganaría
el slalom valedero para la copa del mundo de Vysoke Tatry (Checoslovaquia). Su
carrera se mantendría en la élite hasta 1980, año en que los juegos olímpicos y
Campeonatos del Mundo de Lake Placid verían su discreto alejamiento de las
pistas. Con treinta y nueve títulos nacionales, Paco abandono temporalmente
España para dedicarse al esquí profesional y a la enseñanza en Estados Unidos,
Francia y Suiza.
A su
regreso a España en 1988, Paco comenzaría a recuperar un protagonismo
indispensable para el deporte nacional a través de comités de promoción
(candidatura olímpica de Sierra Nevada) , como miembro técnico de la
federación, miembro del comité ejecutivo de la FIS , por designación de su presidente Marc
Hodler, miembro de su Comité Ejecutivo, o miembro de una comisión técnica de la FEDI encargada de supervisar
y controlar la preparación de los equipos nacionales.
Pero su
relación con el deporte de élite se rompió. Su inmensa humanidad, su gran
preparación, su inmenso caudal técnico y de experiencia vital en el mundo
blanco español se trunco por la maldita política, o mejor dicho por el
comadreo, la ambición y la falta de perspectiva moral y humana que algunos
poseen en este país. Así, Paco volvía a Cercedilla, a sus principios, con la
llegada del equipo encabezado por Luís Algar (1998). En septiembre de 2002
formaría parte de la candidatura a la presidencia de la FEDI encabezada por Antonio
Fernández-Coppel, pero seria derrotada por la de Eduardo Roldán.Es curiosa la
naturaleza, la humana y la que Dios creo. Es como si fuera de ese mundo, su
cuerpo ya no quisiera vivir. El caso es que la enfermedad se apoderó de su
cuerpo, que no de su alma, fuerte recia y alegre.
Vivió en
sus últimos años rodeado del dolor físico, pero a lo campeón, con una sonrisa y
la concentración y el espíritu deportivo de quien sabe que juega para … la
vida. Entre operaciones y fármacos, recibió el adiós en vida de quienes aun hoy
le añoran y le agradecen haber sido tan gran hombre, tan gran deportista, tan
gran ejemplo. Tras un emotivo homenaje en su pueblo el 28 octubre, el pasado
noviembre veía a Paco subir por las cumbres, ya no bajarlas, hacia su último
podio, el más alto y el mas eterno.
Han quedado
aun muchos sueños y muchas energías, pendientes, entre ellos un libro
inconcluso "La vida: un eslalon", que hubiera presentado el pasado
enero.Poseedor de importantísimos premios y galardones ( Medalla de Oro al
Mérito Deportivo, medalla de Oro de Madrid, Gran Cruz de la Orden del Mérito
Deportivo….), Paco no solo dejó a una mujer enamorada de un gran hombre (María
Jesús Vargas) y tres hijos herederos de la altura moral de su padre ( Bárbara,
Paula y Francisco), sino un país que sigue teniendo una deuda pendiente con sus
héroes, aquellos que extienden nuestra imagen, reportan a la comunidad la
riqueza de nuestra identidad, y sirven a nuestros hijos de ejemplo vital sobre
con que orgullo se debe vivir, y con que honor se debe morir.
Cuando
subamos a Bonaigua, o descendamos por el Carrillon, miraremos entre las nubes
para saludarte, mientras tanto….no nos olvides.
En recuerdo de un gran hombre fallecido hace 9 años
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