No siempre
lo que decimos es fiel reflejo de lo que sentimos. A veces una opinión vasta e
insalubre esconde todavía algo peor. En el caso que esta semana nos ocupa, el
de la temeraria Mónica Oriol, posiblemente lo que dice no sea peor de lo que
piensa y esconde.
Oriol,
presidenta del Círculo de empresarios y de la empresa de seguridad (es un
decir, visto el papelón que desempeñó en la tragedia del Madrid Arena), doctora
en economía y no se cuantas cosas más, es el vivo ejemplo de la nueva cúspide
económica que gobierna nuestra economía. Una élite empresarial dispuesta,
parece ser, a aprovechar las circunstancias políticas y económicas para sentar
las bases de un sistema de trabajo que sería repudiado en Bangla Desh por
abusivo.
La polémica
expresión de Oriol, que tanto revuelo ha causado es simple. El salario mínimo
no debe ser igual para todos los trabajadores, si no que debe ser proporcional
a la valía del trabajador, teniendo en cuenta que algunos no valen para nada.
Apliquemos esa idea no solo al salario mínimo, si no a todas las condiciones
del trabajador. El resultado es evidente.
Más allá
del exabrupto, la expresión revela toda una filosofía de vida y un
planteamiento social aterrador, máxime cuando la ley de dependencia, las ayudas
a jóvenes de familias humildes, la gratuidad de las medicinas en enfermos
crónicos, los programas de vivienda social o las medidas contra la exclusión
social de ciertos colectivos han sufrido severas reducciones. Y en todos los
casos por igual motivo. Las actividades del estado deben ser económicamente
sostenibles y la racionalización del gasto es un dogma. Una forma sencilla de
decir lo mismo que Oriol, no podemos gastar dinero en lo que no vale la pena.
Aquellos que no contribuyan a la producción deben quedar a su suerte. La
solidaridad social es un lujo que debe quedar al albur del ciclo económico.
Y todo eso
dicho por grupos políticos y empresariales que casi tienen más miembros en la
cárcel que en libertad, todo un ejemplo.
Pero Oriol
no es una excepción de desatino y falta de ética. Su perversión no se reduce a
una idea aislada. En España la tesis que se abre paso es la misma que
denunciaba Chaplin en “Tiempos Modernos”, la del hombre objeto y sin valor. Una
tesis que se abre paso gracias a dos factores, la permisividad y colaboración
del poder político y la baja calidad humana de los dirigentes empresariales.
No cabe
duda que el gobierno y las patronales están poblados de personas de gran altura
intelectual y académica. Pero grises, poco comunicativos y habilidoso en el
juego de sombras, a la par que imperceptibles a plena luz. No es que el ser
mediático, hablar bien y esconder los verdaderos sentimientos deba convertirse
en una exigencia para aquellos que asumen responsabilidades de liderazgo, porque
eso nos llevaría a otros tiempos, no se si perores, aquellos en los que
contábamos con gobernantes que transmiten una gran imagen, que encandilan a las
masas, de abundante verborrea y poso intelectual y moral más bien magro. No, no
es eso, pero suele ser demasiado frecuente que la falta de personalidad
mediática y capacidad para no decir tonterías como Oriol vaya a asociada a la
falta de liderazgo, capacidad para defender públicamente ideas, convencer,
tener sensibilidad, ética y capacidad para consensuar y dialogar. Para ser
empáticos, vaya.
No se si
será el caso, pero lo cierto es que en, en su día, en la negociación para la
reforma de las pensiones y también en la reforma laboral (y todo lo que no
sabemos han incluido) apenas se vio a Oriol, apenas sabemos cual fue su
aportación, apenas conocemos que piensa, salvo la inmoralidad que comentamos. Y
ese es otro rasgo de los dirigentes como ella, nunca sabes por donde te van a
venir o, como dice mi padre, por donde te van a meter la estocada.
Lo único que
sabemos es que desde que esta este gobierno (y antes, desde las famosas
reuniones de Zapatero con empresarios), personajes como Oriol han entrado en
éxtasis y hablan ya sin tapujos ni medida. Pero so solo ella. Media junta
directiva de la CEOE ,
entre ellos su vicepresidente y vicepresidente de CEPYME, el imputado Arturo
Fernández, han alabado el modelo económico germano (base del que se quiere
imponer aquí) y cuantas medidas ha impulsado en esa dirección nuestro gobierno.
Mucho antes
de que Oriol, no salga con esta tesis de la valía humana, Juan Rosell y Arturo
Fernández, las cabezas visibles de la
CEOE han incidido en lo timorato de las medidas laborales
tomadas insistiendo hasta la saciedad en buscar nuevas formas de reducir
salarios y prestaciones, vinculando salarios y beneficios sociales a la
productividad.
El tema
viene por la idolatría que en España están despertando las recetas económicas
de Alemania, más por necesidad de que alberguen a nuestros jóvenes desempleados
y ante las deudas acumuladas con Berlín, que por convicción. Así, Ángela, en su
afán por reducir el déficit español y sanear nuestra economía, para así
salvarse ella de rescatarnos, ha defendido, con ardor, diría yo, esta forma de
actuar.
En esto,
como en todo, conviene hacer ciertas precisiones antes de dejarnos seducir por
las modas, las tendencias, y el último que llega. La vinculación de salarios e
IPC y la protección a los trabajadores no es un planteamiento exclusivo de la
economía española, que, entre otras razones, lo adoptó en los inicios de la
transición (Pactos de la
Moncloa ), como un medio más para garantizar la paz social, en
una sociedad agitada políticamente, y asolada por el terrorismo y una
reconversión salvaje impulsada, también por las exigencias de la UE.
Hoy en día,
esa vinculación, que no siempre se respeta, como muy bien saben, entre otros
trabajadores, los funcionarios, ha servido, en parte, de muro de contención
ante una sociedad al límite de su resistencia, azotada, como esta, por un paro
extremo, especialmente femenino y juvenil, muy envejecida, y una corrupción
lacerante, con lo que solo nos faltaba, encima, trabajar para ganar cada vez
menos.
Tampoco
esta de más recordar que la única forma razonable de calcular la productividad,
lo recordaba hace unos días el economista de ESADE Rafael Beitas, es vincular
salario a beneficio, de manera que las empresas garanticen una base salarial
razonable y vincular sus crecimientos a un porcentaje pactado del beneficio
empresarial. Pero eso no ha ocurrido nunca. En las épocas de crecimiento
económico, los desorbitados beneficios bancarios y de otras corporaciones no
han revertido en el empleo, ni en forma de salarios, ni de formación, ni de
asistencia, ni de forma proporcional ni de ninguna otra. La única vinculación
de salarios y productividad que conocemos, y esa se practica mucho, es la
entrega a los ejecutivos de las grandes empresas de bonus y stock option, que
solo han servido para arruinar a algunas empresas, para incentivar a estos a irregularidades
contables y de inversión para así cobrar o a situaciones inmorales, como las
que han tenido lugar en nuestras cajas y nuestras multinacionales (muchas
receptoras de jugosas ayudas estatales).
Y, por
ultimo, si hemos de tomar el modelo alemán como ejemplo, hagámoslo. Tomemos
como ejemplo su flexibilidad laboral, en forma de teletrabajo, flexibilidad
horaria y protección a la maternidad. Tomemos como ejemplo sus políticas de
formación, su protección social, su apuesta por la participación de los
trabajadores en beneficios y gestión. Hagámoslo. No tomemos como ejemplo solo
aquello que nos interesa para, a final, reducir trabajo y retribución. Por que,
al contrario de lo que decía el famoso anuncio de L´oreal, nosotros, no lo
valemos.
Imagen vimeo.com
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